La carrera presidencial reciente se nos revela como un casting logrado: el exitoso oncólogo-empresario tejano, el exguerrillero que ignoraba el odio, el simpático carrasqueño en perpetuo feriado, el montón de nada bueno.
Contrariamente a una creencia difundida, son los presidentes presentados como de izquierda quienes mayor daño suelen hacer, ya que inhiben y desacreditan ideas y prácticas identificatorias de la izquierda como la protesta y la resistencia ante lo considerado injusto, despreciable e inadmisible y como la interrogación incesante sobre la legitimidad (y la necesidad) del orden al que consentimos someternos. Cuando estas prácticas identificadas con la izquierda son desalentadas y descalificadas no solo, como sería de esperar, por la derecha, sino por la propia izquierda, el re...
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