Dentro del cine independiente estadounidense actual, pocos directores sobresalen como la magnífica Kelly Reichardt. Una cineasta que ha sabido capturar una historia oculta: la de los márgenes, la de los seres sin brillo, de bajo perfil, casi invisibles en el rumor de la multitud. Sus personajes no destacan a primera vista, están en las antípodas de la fuerza, el arrojo o la épica que define a los héroes tradicionales. Su predilección por una paleta de colores opacos, deslucidos, refuerza la sensación de languidez: nada resplandece en sus encuadres, todo parece impregnado de una grisura anodina, de una medianía áspera. Hay algo de desgaste en todo, el mismo que los personajes guardan en su propio interior. Lo suyo es la otra América, el reverso silencioso del american way of life, y por sup...
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