El nuevo objetivo es expulsar a China y su aliado estratégico Rusia del hemisferio occidental, considerado ahora por Washington como su zona de influencia exclusiva, cuyas fuentes energéticas se propone explotar para impulsar el renacimiento de su industria y que le servirá para acceder a puntos geográficos estratégicos, como la Antártida, la Amazonia y, desde luego, Groenlandia y el canal de Panamá. «Queremos […] un hemisferio occidental que permanezca libre de incursiones extranjeras hostiles o que sean propietarios de activos clave, y que apoye cadenas de suministros críticos, y queremos asegurarnos el acceso continuo a localidades estratégicas clave», afirma el texto, publicado el 5 de diciembre. «Después de años de negligencia, Estados Unidos reafirmará y aplicará la doctrina Monroe para restaurar [su] predominio en el hemisferio occidental y para proteger [su] patria y [su] acceso a geografías clave en toda la región. Negaremos a competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o poseer o controlar activos estratégicamente vitales en nuestro hemisferio.»
El estreno de este enfoque se produjo con la gran movilización militar en el Caribe para derrocar al presidente venezolano, Nicolás Maduro, que mantiene asociaciones estratégicas con China, Rusia e Irán. Venezuela
no solo concentra lo que el documento califica de «injerencia extranjera hostil», sino que posee las mayores reservas probadas de petróleo del planeta. Caracas tiene vigente una asociación estratégica con Rusia desde el 13 de noviembre pasado, con China desde 2023 y con Irán desde los años dos mil. Los tres países la han ayudado a eludir las sanciones estadounidenses. La relación con Rusia es, sobre todo, militar y petrolera, China recibe petróleo venezolano, Teherán le suministró químicos para producir gasolina. «Competidores no hemisféricos han hecho grandes avances dentro de nuestro hemisferio, tanto para sacarnos ventaja económicamente en el presente como para dañarnos estratégicamente en el futuro», dice el documento. «Haber permitido estas incursiones sin contrarrestarlas es otro gran error estratégico de décadas recientes. […] Estados Unidos debe ser predominante en el hemisferio occidental como una condición para su seguridad y prosperidad […]. Los términos de nuestras alianzas y los términos sobre los cuales suministraremos cualquier tipo de ayuda estarán ligados a la reducción de la influencia adversa externa: irá del control de instalaciones militares, puertos e infraestructura clave a la compra de activos estratégicos ampliamente definidos.»
TODOS VASALLOS
Trump se plantea, asimismo, proseguir su ofensiva ideológica en el hemisferio respaldando a gobiernos y líderes que adhieren a la extrema derecha autoritaria, como lo hizo con el salvataje financiero a Javier Milei antes de las elecciones parlamentarias argentinas, con las tarifas impuestas a Brasil para intentar detener el juicio a Jair Bolsonaro, con su apoyo al salvadoreño Nayib Bukele y sus prisiones de alquiler, y con su injerencia en las recientes elecciones de Honduras (véase «Un círculo que se va cerrando», Brecha, 5-XII-25). «Premiaremos y alentaremos a gobiernos regionales, partidos políticos y movimientos ampliamente alineados con nuestros principios y estrategia», precisa el corolario, aunque no se plantea confrontar a «gobiernos con perfiles diferentes con los que, sin embargo, compartimos intereses y que quieren trabajar con nosotros».
El hemisferio occidental será así sometido, todo él, a vasallaje para devolverle su poderío a Estados Unidos (Make America Great Again), bajo la amenaza de aranceles para dificultar el acceso a su mercado, el más grande del planeta, dado su PBI de 30 billones de dólares. Washington va a priorizar la diplomacia comercial para fortalecer su «propia economía e industrias, utilizando tarifas y acuerdos comerciales recíprocos como herramientas poderosas». Y continúa: «El objetivo es que nuestras naciones socias fortalezcan sus economías domésticas, para que un hemisferio occidental más fuerte económicamente y más sofisticado se transforme en un mercado cada vez más atractivo para el comercio y las inversiones estadounidenses. Fortalecer cadenas de suministros críticas en este hemisferio reducirá dependencias y aumentará la resiliencia de la economía estadounidense».
En función de ese objetivo, el Consejo de Seguridad Nacional «iniciará inmediatamente un robusto proceso para encargar a agencias, apoyadas por el brazo analítico de nuestra comunidad de inteligencia, que identifiquen puntos y recursos estratégicos en el hemisferio occidental […]».
A los gobiernos más dependientes de Washington se les impondrá comprar suministros a las empresas estadounidenses, así como pegar sus monedas al dólar para fortalecerlo como moneda de reserva mundial. Dice el texto: «El gobierno estadounidense identificará adquisiciones estratégicas y oportunidades de inversión para compañías estadounidenses en la región y presentará estas oportunidades para evaluación por cada programa de financiación del gobierno estadounidense. […] Debemos asociarnos con gobiernos y negocios regionales para construir infraestructura energética de escala y resiliente, invertir en acceso a minerales críticos y fortalecer redes existentes de cibercomunicaciones para aprovechar plenamente el potencial de encriptación y seguridad estadounidense».
Quienes se propongan establecer «impuestos dirigidos, regulaciones injustas y expropiaciones que afecten a los negocios estadounidenses» deberán enfrentar la resistencia de la superpotencia. «Los términos de nuestros acuerdos, especialmente con los países que más dependen de nosotros, y [en los] que, por lo tanto, tenemos la máxima influencia, deben ser contratos de única fuente [sin licitación] para nuestras compañías. Al mismo tiempo, debemos hacer todos los esfuerzos para que se vayan las compañías extranjeras que construyen infraestructura en la región», afirma el documento.
La doctrina James Monroe, anunciada por este presidente el 2 de diciembre de 1823, condenaba la injerencia de los imperios europeos en el hemisferio occidental. España aún combatía contra los ejércitos independentistas en América del Sur, y Reino Unido, Rusia, Francia, Holanda y Dinamarca conservaban colonias en Canadá, Alaska y el Caribe. En 1880 se le añadió el corolario Rutherford Hayes, según el cual Estados Unidos debía controlar cualquier canal que se construyera en el istmo. El corolario de Theodore Roosevelt, en 1904, fue proclamado cuando los imperios británico y alemán, así como el reino de Italia, bloquearon los puertos venezolanos para cobrar deudas. Según estableció, Estados Unidos tenía derecho a intervenir en países donde fueran afectados sus intereses y los de sus ciudadanos. Nacía la diplomacia de las cañoneras o del Big Stick (gran garrote), que se prolongó durante la Guerra Fría.
En 2013, el secretario de Estado de Barak Obama, John Kerry, declaró muerta la doctrina Monroe al afirmar que habían finalizado los días en que Estados Unidos intervenía en los asuntos internos de sus vecinos en vez de tratarlos en un pie de igualdad.







