Souad se hundió en lágrimas y oraciones cuando supo que dos de los hermanos Abdeslam estaban involucrados en los asesinatos de París. Que el primero, Brahim, se había inmolado frente a un bar del distrito XI “como si estuviera en Kabul” y el otro, Salah, había huido. “Sentía que la desgracia se acercaba una vez más al barrio.” Ya el pasado verano durante las vacaciones, en su pueblo natal del norte de Marruecos, le había pedido a su marido que convenciese a sus hijos de quedarse allí. “Marruecos es una dictadura, pero prefiero la dictadura a la anarquía, allí los policías dan miedo, pero nuestros nietos estarían controlados. No como en Molenbeek, donde todo vale y los niños andan por la calle día y noche.”
Souad ya se encontraba mucho antes “traumatizada, sobrepasada” por la historia de la...
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