No se les puede achacar este sainete a las redes sociales ni a la oposición. Fue el gobierno solito el que se embarcó en esta grotesca travesía, al tercerizar el papel protagónico en la cadena nacional en un comunicador supuestamente profesional y depositar la investidura presidencial en ese ícono de la versión de Telenoche 4 más parecida a Crónica TV. Una figura, por cierto, muy poco identificada con la visión tradicional del progresismo, ni con las más asépticas de las neutralidades.
Si ya la aparición de Fernando Vilar en la cadena había forzado los límites de la perplejidad, las enmiendas posteriores parecen peores que el soneto. Primero, Presidencia de la República, como si no fuese la contraparte oficial del contrato más elemental y transparente, declaró frente a algunas básicas solicitudes periodísticas que “no le consta” que el periodista haya recibido una “retribución” por leer el discurso oficial. Luego el ex conductor televisivo dijo que sí cobró (“nunca hago nada gratis”), pero esta semana cayó en una gruesa contradicción –invalidante– al establecer por carta que su trabajo fue honorario y que lo volvería hacer porque es un “honor” servir a cualquier investidura. Y pretendió con eso, como si de verdad hubiera emitido un decreto presidencial, dar por terminada la polémica.
Vilar es la imagen del canal de tevé online de Cutcsa, la empresa presidida por Juan Salgado, asesor honorario del presidente Tabaré Vázquez. Y cuesta concluir si esta semana el empresario transportista pretendió ayudar a su empleado o tirarle una definitiva palada de tierra. Porque dijo que no tenía “nada que ver” con la recomendación o remuneración del trabajo del comunicador, que quizás se le estaba dando una mano por andar “en la mala” y que el presidente siempre le había hecho “buenos comentarios” de Vilar como periodista cuando estaba en Telenoche, ya que “no le ponía color a la noticia para un lado o para el otro” (El Observador, 23-IV-18).
Es inquietante que la Presidencia no pueda aclarar los términos de un contrato público referido a la comunicación institucional del gobierno, pero quizás sea aun más perturbadora la evaluación del presidente. Vilar, ex guarda de Cutcsa que comenzó su periplo televisivo en Canal 5, en tiempos de Luis Alberto Lacalle, fue el mismo que se caracterizó por sus comentarios un tanto gruesos sobre la inseguridad ciudadana, y que podrían abrevar en un pensamiento no demasiado alineado con los programas frenteamplistas, a lo largo del prolífico espacio de crónica roja del informativo de Montecarlo Televisión. Y están aún disponibles en los archivos de la red sus elocuentes conceptos compartidos en un comentado encuentro con estudiantes de comunicación de la Udelar. Allí hizo un culto de su autodeclarada visceralidad: “Si no quieren ver basura apaguen la tevé”, respondió allá por 2009, frente a los cuestionamientos a los contenidos del noticiero. Y luego por carta, en plena mayúscula, escribió “el mejor noticiero del mundo es el que ve más gente y no el que le gusta más a los profesores y a los alumnos del periodismo”. A esta altura suena ingenuo pensar que abogar por el infotainment sea ser ideológicamente neutro.
Claro que también podría decirse que es aun más densa la neblina que rodea a este puntual vínculo laboral con el comunicador (¿pago o no pago?), y alguien incluso podría conjeturar que este directamente se produjo de algún modo caracterizado por mayores tonalidades oscuras, lo cual sería de una inusitada gravedad. La pregunta más esencial, cuando todo está tan lejos de cerrar, es: ¿qué quiso hacer el gobierno?