“Inclasificable” y “sugerente” parecerían adjetivos a los cuales recurrir en el momento de enfrentarse a la obra de Nuño Pucurull (1945-2014), cuya cercanía despierta tentadoras (y seguramente innecesarias) comparaciones con movimientos (arte povera, art brut) y artistas (Eva Hesse, Arthur Bispo do Rosario) que se disipan frente al poderoso “sí mismo” que sostiene su producción. En una breve pero representativa selección de obras,1 el Museo Blanes abre ante nosotros la posibilidad de entrar en contacto con la epifanía de la austeridad de un artista que trabaja con lo mínimo y es capaz de hallar la poética inherente en la mancha mínima de un saquito de té.
“Es una locura –había dicho–, pero sería feliz
mirando los mismos seis cuadros el resto de mi vida.
No se me ocurre una forma mejor de...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate