Promediaba la década de los setenta y Eduardo Larbanois ya cantaba a dúo. Lo hacía junto a Eduardo Lagos, también tacuaremboense, y el dúo se llamaba, tal vez sin demasiada originalidad, Los Eduardos. El dúo cantó poco, grabó poco y duró poco. En 1977, Larbanois se unió al cantante y guitarrista floridense Mario Carrero y así nació otro dúo, destinado a cantar mucho, grabar mucho y durar muchísimo, al punto que acaban de festejar sus 40 años de labor conjunta, editando un disco1 que es mucho más que una antología o un “grandes éxitos”–por usar dos denominaciones bien al uso en estos casos–, ya que esas viejas canciones que tanto los han identificado de forma masiva han sido grabadas nuevamente.
El riesgo no era poco: las voces podrían mostrar el peso de las cuatro décadas que han pasado, y las nuevas versiones podían no estar a la altura de las originales. Pero ninguna de las dos cosas ocurre en este álbum: las voces parecen estar mejor que nunca, ya que, como el buen vino, el añejamiento les ha dado un sabor más noble y exquisito. Y las versiones, en las que colaboran excelentes músicos, son realmente disfrutables. A ello se suma el trabajo del técnico de sonido y productor Gustavo Montemurro, quien logró tomas prístinas y eficientes en cada detalle. La grabación fue realizada en el estudio Las Manzanas, propiedad de Ruben Rada.
En aquel movimiento de resistencia cultural a la dictadura llamado Canto Popular, que según muchos tomó su nombre del primer disco del Sabalero (Canto Popular, de 1969, editado por Orfeo), Larbanois y Carrero se destacaron hasta llegar a ser verdaderos emblemas. Pero, contrariamente a lo sucedido con muchísimos otros autores célebres de aquella movida, Eduardo y Mario han permanecido en la consideración de la gente, y son nombres ineludibles de la canción de autor uruguaya hasta el día de hoy. Han demostrado que eran mucho más que “otro dúo en la huella de Los Olimareños”, como muchos pensaban cuarenta años atrás.
La inconfundible voz de Mario Carrero es una de las mejores que ha dado este país; Eduardo parece cantar hoy mejor que nunca. Impacta también la precisión de sus guitarras: la de Mario sobria y eficiente, la de Eduardo genuinamente virtuosa. Son músicos que han desarrollado una verdadera óptica para elegir un repertorio de autorías propias, combinándolo sabiamente con algunas versiones que les van como anillo al dedo. Clásicos como “Cuando cante el gallo azul”, “Zumba que zumba”, “Ocho letras” o “Santamarta” cohabitan este disco con temas que no han logrado la misma repercusión, pero que Eduardo y Mario han querido incluir porque, según dicen en el texto de carátula, “algunas de estas canciones nos han acompañado más esporádicamente, pero todas siempre están allí…”.
Escuchar los viejos éxitos en nuevas versiones y redescubrir canciones bastante olvidadas de su repertorio es un ejercicio especialmente grato. Más aun cuando esas canciones están arropadas por talentos como Jorge Trasante en batería y percusión, Enrique “Checho” Anselmi en contrabajo, Christian Cary en guitarra eléctrica y Gustavo Montemurro en teclados, entre otros. Este disco le hace justicia a una gran carrera, y en forma particular a dos tipos laburantes como pocos, que han dedicado 40 años a perfeccionar su notable aporte a la música popular de este país.
- 40 años. Montevideo Music Group, 2017.