El secretario general del teatro, Héctor Guido, aseguró a Brecha que la institución nunca tuvo en claro que el acto de Waters iba a tener que ver con la causa de Palestina. Sobre las confusas declaraciones a propósito del evento que, finalmente, se producirá en la sede del Pit-Cnt, el jerarca de El Galpón dijo que nunca hubo una negativa formal de la institución, aunque admitió que la política de la directiva de la organización cultural es no ceder el escenario “para estimular enfrentamientos, sin importar contra quién”.
Resulta casi una obviedad decir que la llegada de Roger Waters a América Latina ha originado debates y polémicas en los que la díada política-cultura (tan denostada en las postrimerías del siglo XX en nombre de la posmodernidad y del por entonces proclamado “fin de la historia”) ha puesto al descubierto una serie de prácticas y discursos institucionales afín a los tiempos que corren. Si a partir de lo que fueron sus conciertos en Brasil, específicamente los de Curitiba y Porto Alegre, se pusieron en evidencia los mecanismos de la censura a niveles verdaderamente inquisitoriales, en Uruguay queda –por momentos– la duda de si no estaremos desviándonos para el mismo lado.
Todo comenzó a partir de la nota lanzada por Búsqueda (25-X-18) donde se afirma que “en Montevideo participará en un acto a favor de la campaña global Boicot, Desinversión y Sanciones (Bds), dirigida contra Israel por su política con Palestina (el viernes 2 a las 19 horas en el teatro El Galpón), según informaron fuentes de la organización del acto”. Los medios locales tomaron cuenta de la noticia, que hasta ese momento nadie dio por desmentida. Sin embargo, todo empezó a enrarecerse cuando el mismo semanario, un día después, encabezó en su versión online otra nota que tituló “El Galpón da marcha atrás; no cede sala para acto contra Israel, al que asistirá Roger Waters”. En esa nota, el semanario recogía declaraciones de Héctor Guido, secretario general del local, a Montevideo Portal, en las que planteaba que la sala no se iba “a prestar para fomentar enfrentamientos del hombre contra el hombre”, y agregaba: “No plantearon que fuera un tema de ir contra políticas de nadie y nos preocupó que ahora se mencionara ese tema. El espacio de El Galpón está a disposición de todo lo que llame al encuentro, no para estimular enfrentamientos, sin importar contra quién”.
Por su parte, Brecha se contactó con Guido. Cuando se le preguntó qué explicación podría dar a lo que públicamente se podría entender como un acto de censura que va contra la propia historia de la institución, respondió: “Lo que ha sucedido en realidad fue una consulta de parte del músico Andrés Stagnaro sobre la posibilidad de que Roger Waters diera una conferencia previa a su espectáculo. Nosotros respondimos que sí, que sería un enorme orgullo que una presencia de tal magnitud estuviera en el teatro El Galpón. Además, conocemos la postura humanista de Waters y su posición respecto a un mundo sin fronteras. Pero no fue más que una consulta, ya que primero había que resolver el tema de la seguridad por parte de la organización que se encarga de eso y evaluar si El Galpón podría cumplir con algunos de sus requisitos”. También se le preguntó por qué no se había expedido a desmentir la noticia de que sí se iba a organizar el encuentro allí el mismo día en que se hizo pública. “La cuestión es que esa noticia de que nos habíamos negado a recibirlo porque se iba a hacer un boicot contra Israel nos puso en un lugar incómodo. Incómodo por cómo Búsqueda jugó con la noticia, muy propio de un operativo de la derecha.”
Frente a la duda que generó una probable contradicción o confusión en estas declaraciones, Brecha insistió en si se había llegado o no a un acuerdo sobre la realización de ese encuentro, si la incomodidad surgió porque se supo algo que tenía que mantenerse en secreto y por el tratamiento de la noticia. Guido insistió con que sólo había sido una consulta sobre la posibilidad de que Waters pudiera dar su conferencia, que jamás hubo un acuerdo y que nunca se tuvo en claro que iba a girar sobre la causa de Palestina. Respecto a quiénes fueron los que llamaron “para ver cómo era eso de que estábamos organizando algo que iba contra los intereses y la política de Israel”, y si tal vez habría habido en esas llamadas la presencia de algún grupo de intereses contrarios al Bds o de alguna asociación civil, Guido respondió que se trataba nada más que de “varios medios, y en un principio no entendíamos nada. Con todo, nos alegra que la prensa nos tome como un emblema de la cultura de izquierda”.
Brecha también buscó contactarse con algunos de los responsables de la organización del evento, entre ellos el ya mencionado músico Andrés Stagnaro y María Landi. La respuesta fue taxativa. En ese sentido, Landi fue explícita: “El grupo organizador del colectivo ha decidido que ningún integrante va a dar declaraciones a ningún medio. Compartimos la información y nos hacemos a un lado. Roger es el protagonista de este evento y nosotrxs cuanto menos hablemos y nos veamos, mejor. Es una decisión colectiva que debemos respetar. Saludos”. Frente a semejante escenario, se hace difícil no pensar en “Sorrow”, una de las canciones emblemáticas de A Momentary Lapse of Reason: “And silent replies that swirl invitation/ Flow dark and troubled to an oily sea/ A grim intimation of what is to be”. (Y el silencio contesta esa confusa invitación/ Corre oscuro y turbulento hacia un mar aceitoso/ Una macabra imitación de lo que está por venir).
[notice]Con Marcelo Marchese, impulsor de la carta abierta a Roger Waters
«Darle la espalda a la humanidad»
—Según Búsqueda y Montevideo Portal, El Galpón –a través de su vocero Héctor Guido– se ha negado a realizar en su local el encuentro sobre el Bds. ¿Qué opinión le merece esa situación?
—Argüir que “la sala no se va a prestar para fomentar enfrentamientos del hombre contra el hombre” implica darle la espalda a la humanidad, pues no ha sido Dios ni ningún marciano el que ha generado los males de este mundo, ha sido el hombre, a pesar del hombre, y entonces debemos luchar. Esto significa enfrentar el racismo, la colonización, la masacre, la mentira, la concentración de la riqueza. ¿Y si los negros sudafricanos le hubieran pedido la sala para un acto contra el apartheid? ¿Y si se la hubiera pedido un pueblo que lucha contra una dictadura sanguinaria? Cuando se argumenta de esta manera innoble significa que alguien lo está presionando, si no, no se sometería a tamaño bochorno.
—En la carta a Roger Waters aparece el tema de las políticas genocidas de Israel sobre Palestina, así como el de Upm. ¿Cómo vincula esos dos temas si tomamos en cuenta la actitud general del espectro político uruguayo?
—El tema central de la carta era Upm. El contrato con Upm es un fiel reflejo de lo que pretenden las trasnacionales: apoderarse de nuestros recursos dejando nuestros países en la miseria, lo que también implica arar nuestra cultura. En esencia, ¿no sucede lo mismo con los palestinos? ¿No son víctimas de un proceso de colonización? ¿Quiénes ganan fortunas masacrando a los palestinos, arrinconándolos? Son las grandes empresas trasnacionales con sede en Israel que venden servicios de seguridad, el principal motor de su economía. El eterno asedio a los palestinos es vital para sus ganancias. Pretenden, antes que nada, arrasar la cultura palestina, pues la cultura de un pueblo es su capacidad de resistencia.
—Han surgido polémicas respecto a la carta o –mejor dicho– a la traducción que se ha realizado al inglés. Incluso algunos de los firmantes se han bajado porque consideraban que contenía expresiones que bordeaban el antisemitismo. ¿Qué explicación daría al respecto?
—El sionismo es una amenaza para la humanidad y las reacciones a esta carta son otra prueba de ello. Pretenden decir que el uso de la palabra “cerdos” no iba dirigido a quienes detentan el poder, sino al pueblo judío. Decir eso de quienes firmamos la carta, forzando las palabras, es una infamia. ¿La carta decía una cosa, pero después de la reacción organizada del sionismo pasó a decir otra? ¡Peligro! Hay que liberar la mente de todo control que se quiera ejercer sobre ella. Sugiero a los lectores de Brecha ponderar todo lo que se han jugado quienes firmaron la carta. No hay poder ni amenazas que los mueva un centímetro del centro de su convicción y su amor a la humanidad. Fue un honor volver a recibir el anatema del sionismo, pero mayor honor fue ver mi nombre estampado junto al de personas que quiero y admiro.
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