Todo parece
desmadrarse en Bolivia después del 20 de octubre. Las acusaciones cruzadas
entre oficialistas y opositores son las mismas: golpe/golpe, racismo/racismo,
dictadura/dictadura y ya hay enfrentamientos violentos entre grupos de
bolivianos en las calles. Claramente, el gobierno no midió los efectos de haber
forzado la postulación contra el resultado de un referéndum y haberse
obsesionado durante cuatro años sólo con la re-reelección. Y no mide el
descontento más allá de las (aún) buenas cifras macroeconómicas. En este
tiempo, la potencia social fue reemplazada por la potencia estatal, lo que fue
implicando una burocratización del apoyo al gobierno, un fuerte debilitamiento
de la capacidad de irradiación hacia fuera de los núcleos duros y los
creyentes, y un empobrecimiento del discu...
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