En sus ediciones del 15 de enero y el 22 de enero de 2021, Brecha publicó dos notas: «La parábola del malla oro» y «Desafío a la otra cuarentena», con respectivas autorías de Benjamín Nahoum y Juan Martín Posadas.
Cabe la posibilidad de que lo que a continuación manifiesto no sea publicado. No soy periodista ni político, tampoco militante social: soy un ciudadano del común de la gente que vive con pasión y sumo interés el acontecer político nacional. Es menester aclarar que, por mi parte, la no publicación exime a Brecha de toda intencionalidad y responsabilidad. Simplemente pasa que la realidad periodística es dura y los espacios en un medio de prensa de izquierda y a la vez independiente (así lo considero) tienen su costo.
Ahora bien, no me atrevo a analizar en profundidad el contenido de las notas de marras. Pero sí quiero expresar que, en mi calidad de ciudadano, luego de leerlas, siento una especie de desamparo, nunca ido, por parte del sistema político. Intentaré una breve explicación al respecto.
Ambas notas son, a mi sano entender, partidarias, sin cuestionar la veracidad de sus dichos: la una critica la actuación presidencial, la otra defiende esa actuación. La primera destaca que se está imponiendo una nueva forma de gobernar, con un estilo apoyado en la urgencia que otorga mínimos espacios, de expresión distinta, a la sociedad. La segunda se basa en que lo que propone el actual presidente no difiere mucho de lo que llevaron a cabo los anteriores mandatarios del período frenteamplista y cita, al respecto, las concesiones especiales y excepcionales dadas a Botnia, Montes del Plata y UPM (actual). Es dable deducir, entonces, que si no existe mucha diferencia, existe mucha concordancia.
Mi referencia al desamparo se desprende, reitero, de la crítica y la defensa partidarias de las entregas, que no hacen más que confirmar esa sociedad postergada (de salarios y pasividades insuficientes, que, en muchos casos, impiden el ejercicio de una vida digna), que sigue siendo rehén de la brecha sempiterna del sistema político. En consecuencia, es dicho sistema el que debe asumir la responsabilidad de la palabra y la acción, más aún en estos tiempos de emergencia sanitaria. El mejor decir es el hacer.
El poder para gobernar que otorga la ciudadanía, incluida la oposición parlamentaria, es para servir y no para servirse de él.