Debates en torno a Ucrania: Abrir la puerta de salida - Semanario Brecha
Debates en torno a Ucrania

Abrir la puerta de salida

Noam Chomsky desarrolla en esta entrevista su postura acerca de la salida de la guerra y el papel de las negociaciones internacionales. Alerta, además, sobre lo que implica con respecto a la crisis climática.

Cruz con bandera ucraniana en Donetsk, Ucrania. 12 de marzo Afp, Anatolii Stepanov

—Resulta poco probable que la paz en Ucrania se alcance en el corto plazo. No parece que los ucranianos vayan a rendirse, y Vladimir Putin se muestra decidido a continuar con su invasión. En ese contexto, ¿qué piensa de la respuesta del presidente ucraniano a las cuatro demandas principales de Putin: a) cesar la acción militar, b) reconocer a Crimea como territorio ruso, c) enmendar la Constitución ucraniana para consagrar la neutralidad, y d) reconocer las repúblicas separatistas en el este de Ucrania?

—Antes de responder, me gustaría enfatizar el tema crucial que debe estar al frente de todas las discusiones sobre esta terrible tragedia: debemos encontrar una manera de poner fin a esta guerra antes de que se intensifique, posiblemente hasta la total devastación de Ucrania y una ulterior catástrofe inimaginable. La única forma es hacerlo a través de un acuerdo negociado. Nos guste o no, este debe dar alguna puerta de salida a Putin o sucederá lo peor. No darle la victoria, sino una vía de escape. Estas preocupaciones deben ser lo más importante en nuestras mentes. No creo que Volodímir Zelenski tenga que limitarse a aceptar las demandas de Putin. Creo que su respuesta pública del 7 de marzo fue juiciosa y apropiada. En esa declaración, reconoció que unirse a la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] no es una opción para Ucrania. También insistió, con razón, en que las opiniones de los habitantes del Donbás, ahora ocupado por Rusia, deben ser un factor crítico a la hora de definir algún tipo de arreglo. En resumen, reiteró lo que muy seguramente habría sido un camino para prevenir esta tragedia, aunque ya no podemos saberlo, porque Estados Unidos se negó a intentarlo.

Ha sido comúnmente aceptado por mucho tiempo –décadas, en verdad– que una eventual entrada de Ucrania a la OTAN sería como si México se uniera a una alianza militar dirigida por China y organizara maniobras conjuntas con el Ejército chino, manteniendo armamento que apuntara hacia Washington. Insistir en el derecho soberano de México a hacer semejante cosa superaría el colmo de la idiotez (afortunadamente, a nadie se le ocurre traerlo a cuento). La insistencia de Washington en el derecho soberano de Ucrania de unirse a la OTAN es todavía peor, ya que establece una barrera infranqueable para la resolución pacífica de una crisis que ya es un crimen escandaloso y que pronto será mucho peor, a menos que se resuelva mediante negociaciones, negociaciones a las que Washington es reticente. Y esto sin hablar siquiera del show de comedia que es escuchar al líder mundial lamentarse por el principio de soberanía en desprecio por esa doctrina, ridiculizado a lo largo de todo el Sur global, aunque Estados Unidos y Occidente en general mantienen su impresionante disciplina y toman sus propias lágrimas de cocodrilo en serio, o al menos fingen hacerlo.

Las propuestas de Zelenski reducen considerablemente la distancia respecto de las demandas de Putin y brindan la oportunidad de profundizar las iniciativas diplomáticas que han emprendido Francia y Alemania, con un limitado apoyo chino. Las negociaciones pueden tener éxito o pueden fracasar. La única manera de averiguarlo es probar. Por supuesto, no llegarán a ningún lado si Estados Unidos persiste en su negativa de formar parte y la prensa continúa insistiendo en que el público permanezca ignorante de esta situación, negándose a informar, incluso, sobre las propuestas de Zelenski. Sin embargo, debo agregar –nobleza obliga– que el 13 de marzo The New York Times publicó un llamado a la diplomacia que iba a llevar adelante la cumbre virtual Francia-Alemania-China, en la que se defiende la posición de ofrecerle a Putin una salida decorosa, por desagradable que esto sea. El artículo fue escrito por Wang Huiyao, presidente de un think tank no gubernamental de Beijing.

—Muchas voces, tanto en Washington como en Londres, instan a Ucrania a seguir luchando (aunque han descartado enviar tropas para defenderla), quizás con la esperanza de que continuar la guerra pueda llevar –junto con las sanciones económicas– a un cambio de régimen en Moscú. Pero si Putin cayera, ¿no sería aún necesario negociar un tratado de paz con el gobierno que le sucediera?

—Solo podemos especular acerca de las razones de la concentración total de Estados Unidos y Reino Unido en las medidas bélicas y punitivas, y la negativa a unirse al único enfoque sensato para poner fin a la tragedia. Tal vez se base en la esperanza de un cambio de régimen. Si es así, es a la vez criminal y necio: criminal porque perpetúa la guerra feroz y corta la esperanza de acabar con los horrores; necio porque es bastante probable que si Putin es derrocado, alguien peor tome el poder, como nos indica un patrón constante de los últimos años cada vez que Occidente decide eliminar el liderazgo de sus enemigos. Y, en el mejor de los casos, como usted dice, un cambio de régimen dejaría el problema de los acuerdos posbélicos exactamente donde ya está.

Otra posibilidad es que Washington esté satisfecho con cómo se desarrolla hoy el conflicto. En su estupidez criminal, Putin le dio a Washington un enorme regalo: establecer firmemente en Europa el marco atlantista dirigido por Estados Unidos y eliminar la opción de una casa común europea independiente, un tema de larga data en los asuntos internacionales. Personalmente, soy reacio a ir tan lejos, como lo hacen algunas fuentes altamente calificadas que concluyen que Washington planeó este escenario, pero está suficientemente claro que se ha materializado algo que habían previsto. Y, posiblemente, los planificadores de Washington no vean ninguna razón para intentar cambiar lo que ya está en marcha.

Vale la pena notar que la mayor parte del mundo se mantiene al margen del horrible espectáculo que se desarrolla en Europa. Un ejemplo revelador son las sanciones. El analista político John Whitbeck ha elaborado un mapa que muestra de dónde vienen las sanciones contra Rusia: Estados Unidos y el resto de la angloesfera, Europa y parte del este de Asia. No se ha plegado ningún gobierno del Sur global, que mira, desconcertado, cómo Europa vuelve a su pasatiempo tradicional de masacre mutua mientras continúa con su vocación de destruir cualquier otra cosa que tenga a su alcance: Yemen, Palestina y mucho más. Muchas voces del Sur global condenan el brutal crimen de Putin, pero no ocultan la suprema hipocresía de las potencias occidentales con respecto a crímenes que son una fracción mínima de sus propias prácticas regulares.

—La invasión de Ucrania por Rusia puede muy bien cambiar el orden global, especialmente en lo que respecta a la probable militarización de la Unión Europea. ¿Qué significa para Europa y la diplomacia global el cambio en la estrategia rusa de Alemania, es decir, su rearme y el fin aparente de la Ostpolitik?

—El efecto principal, sospecho, será el que mencioné: una imposición más firme del modelo atlantista basado en la OTAN dirigido por Estados Unidos, y la reducción, una vez más, del repetido esfuerzo para crear un sistema europeo independiente, una tercera fuerza en asuntos mundiales, como se le llamaba a veces, que fue un tema fundamental desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Putin lo ha solucionado al brindarle a Washington su mayor deseo: una Europa tan servil que una universidad italiana intentó, incluso, prohibir una serie de conferencias sobre Fédor Dostoievski, para tomar solo uno de los muchos ejemplos atroces de cómo los europeos están haciendo el ridículo.

Mientras tanto, parece probable que Rusia se desplace aún más hacia la órbita de China, profundizando su rol de cleptocracia productora de materias primas en decadencia. Es probable que China persista en sus programas de incorporar cada vez más partes del mundo al sistema de desarrollo e inversión basado en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y la Organización de Cooperación de Shanghái. Estados Unidos parece decidido a responder con su ventaja comparativa: la fuerza. En este momento, eso incluye los programas de Joe Biden de cercar a China mediante bases militares y alianzas regionales. Hay un breve período en el que las correcciones de rumbo siguen siendo posibles. Es posible que ese período pronto llegue a su fin, en la medida en que la democracia estadounidense, tal como la conocemos, continúe en su curso autodestructivo.

—La invasión de Ucrania por Rusia también puede haber asestado un golpe severo a nuestras esperanzas de abordar la crisis climática, al menos en esta década. ¿Tiene algún comentario que hacer al respecto?

—Hacer un comentario realmente apropiado sobre ese tema supera mis limitadas habilidades literarias. El golpe no solo es severo, sino que puede ser terminal para la vida humana organizada en la tierra y para las otras innumerables especies, que estamos en proceso de destruir con relativa indiferencia. En medio de la crisis de Ucrania, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó su informe de 2022. Es, por lejos, la advertencia más terrible que ha hecho hasta ahora. El informe dejó muy claro que debemos tomar medidas firmes ahora, ya, sin demora, para reducir el uso de combustibles fósiles y avanzar hacia las energías renovables. Las advertencias recibieron un breve momento de atención, y luego nuestra extraña especie volvió a dedicar sus escasos recursos a la destrucción y a aumentar rápidamente su envenenamiento de la atmósfera, mientras bloquea el esfuerzo por salir de su camino suicida. La industria de los combustibles fósiles difícilmente puede reprimir su alegría por las nuevas oportunidades que la invasión de Ucrania le ha brindado para acelerar la destrucción de la vida en la tierra. En Estados Unidos, es probable que el partido negacionista –que ha bloqueado con éxito el esfuerzo limitado de Biden para hacer frente a esta crisis existencial– vuelva pronto al poder, con el fin de reanudar la dedicación de la administración Trump a la destrucción de todo, de la manera más rápida y efectiva posible.

Estas palabras pueden sonar duras. Pero no son lo suficientemente duras. No estamos aún en el final. Todavía hay algo de tiempo para hacer una corrección radical de rumbo. Ya se sabe cómo hacerlo. Si hay voluntad, es posible evitar la catástrofe y pasar a un mundo mucho mejor. La invasión de Ucrania ha sido, efectivamente, un durísimo golpe para estas perspectivas. Si se trata de un golpe terminal o no, depende de nosotros.

(Texto publicado originalmente en Truthout. La traducción es de Brecha.)

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