Cicatrices del desamor - Semanario Brecha
Teatro. En paralelo al FIDAE: Yo soy Fedra

Cicatrices del desamor

DIFUSIÓN

En estos primeros días de octubre se viene desarrollando el FIDAE (Festival Internacional de Artes Escénicas), organizado por el INAE (Instituto Nacional de Artes Escénicas). En paralelo, puede disfrutarse Nuestra, el II Festival de Dramaturgia Uruguaya, en el que pueden verse puestas de textos de autores nacionales. En ese marco se presentan Historia de una ballena, Marosa, Alta la noche, Doña Ramona, Tal vez mañana mi olvido tenga forma de familia, Yo en Laurencia, El paraíso llegó al metaverso, Las maravillosas, El tigre del río y Yo soy Fedra. Esta última, escrita y dirigida por Marianella Morena y protagonizada por Noelia Campo y el músico Lautaro Moreno, toma al personaje de la mitología griega para inmiscuirse en sus pensamientos más íntimos.

Para esta experiencia de teatro inmersivo, el equipo eligió la Casa Caprario, edificio histórico que se encuentra al lado de la Sala Verdi. El lugar permite generar el espacio íntimo necesario para el encuentro. Morena vuelve a experimentar en la dramaturgia sobre un personaje femenino, en este caso mitológico, para acercarse a las intenciones y los conflictos que la definen. El montaje se aleja de las clásicas puestas teatrales de sala, pues su interés ronda en la extrema cercanía del público con el personaje. Morena invita a 20 espectadores a acercarse a la habitación de Fedra para escuchar su discurso sobre el amor, el deseo, la vejez, el paso del tiempo, el despecho, la condición femenina y masculina. Una cama ocupa el espacio central en torno al que Fedra va generando su universo mientras interactúa con los elementos que la rodean. Ese ambiente en apariencia caótico, en un excelente diseño a cargo de Ivana Domínguez y Mariana Pereira, va encontrando su propia lógica escena tras escena, mientras el personaje, atormentado por el desamor, va transitando distintos estados, motivados por sus vínculos con Teseo y su hijo Hipólito. El músico en escena representa a ese hijastro que interactúa con ella mediante piezas musicales interpretadas en vivo, que refuerzan el hilo narrativo mientras Teseo se encuentra difuso entre los espectadores. La música, escrita por Moreno especialmente, acompaña el ritmo del relato de Fedra y toma material del propio texto como herramienta creativa.

Noelia Campo va tejiendo este espacio de confesión y conexión, muy necesario para establecer un juego de interacción con el público, que estalla sobre el final de la puesta. Su magnetismo sobre el escenario despierta la empatía necesaria para acompañar las pautas de un juego teatral que rompe por completo la cuarta pared. Nuevamente, Morena logra varios pasajes performáticos con fuerte carga poética. Para alcanzarla, Noelia contó con la preparación corporal de la bailarina y coreógrafa Rosina Gil y el entrenamiento vocal de Ximena Bedó. El cuerpo de la actriz comunica las emociones referidas al cuerpo femenino y el paso del tiempo, el amor, el deseo y los vínculos, en un trabajo que destaca por su gran exposición. En la búsqueda de la autenticidad, Campo sostiene miradas, hace cambios de vestuario con la naturalidad de quien habita su espacio refugio, pregunta, cuestiona e interactúa con los otros en una comunión que solo el teatro desde su potencial de convivio puede gestar.

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