Sin un relato superador de lo ya hecho, el progresismo enfrenta las dificultades de un modelo que parece agotado en sus consecuencias sociales y en el combate a la desigualdad. La respuesta es zigzagueante y confusa, incluso desde Presidencia.
Cada vez que un representante del oficialismo recibe críticas sobre la situación del país, la respuesta es que se bajó la pobreza a menos de un dígito, que la indigencia es mínima, que se incrementó el salario real, que el país crece al igual que lo hacen las exportaciones. Y esas afirmaciones son verdad, con la salvedad de que, por ejemplo, la cota para determinar la pobreza es muy baja, aunque esos sean los límites históricos utilizados tanto a nivel nacional como internacional. De inmediato, el discurso oficial recurre al pasado y recuerda la situ...
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