Las pistas de la investigación periodística eran tres. La primera, la clínica privada de un médico objetor de conciencia. Los rumores insistían en que la conciencia podía ser dejada a un lado llegando al precio correcto.La tarde había caído, y con ella la temperatura. También las posibilidades de encontrar al doctor. La chapa brilla en la humedad del aire gélido. “Ginecólogo-obstetra”, anuncia, colgada bajo el número de puerta de una pequeña mansión en el centro de la ciudad de Salto. Portón, cochera, tres pisos de alto, dos entradas. La que queda visible desde afuera tiene un cartelito que dice “Consultorio”.
El dedo intenta una, dos, tres veces con el timbre. La luz que alumbra el líving del caserón da la pauta de que hay alguien, pero que no va a abrir.Aún es temprano para intentar...
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