La semana pasada, Mark Zuckerberg, CEO de Meta (propietaria de Facebook, Instagram, Threads y WhatsApp), anunció en un video que las plataformas operadas por la compañía iban a abandonar el chequeo de información falsa –que llevan adelante actores externos especializados– y lo iban a sustituir por un sistema de «notas de la comunidad», en el que los usuarios dejan anuncios en las publicaciones explicando que son falsas o agregan contexto. De acuerdo a la evaluación de otros usuarios, estas notas pueden aparecer luego adosadas a las publicaciones; un sistema semejante al que utiliza X (ex-Twitter).
Los chequeadores externos habían sido una de las respuestas de Meta al escándalo de Cambridge Analytica, la empresa británica que elaboraba campañas de desinformación en favor de la derecha a partir de los datos supuestamente privados de los usuarios de Facebook. En el video de la semana pasada, Zuckerberg justifica la decisión afirmando que «los verificadores de datos han sido demasiado parciales políticamente y han destruido más confianza de la que han creado», y que «lo que comenzó como un movimiento para ser más inclusivos se ha utilizado cada vez más para acallar opiniones y excluir a personas con ideas diferentes, y ha ido demasiado lejos».
Desde luego, es posible discutir quiénes son y qué criterios usan los chequeadores de contenido. Ha habido muchos problemas recientemente, por ejemplo, con el etiquetado y la censura de contenidos críticos con Israel (véase «Política de censura», Brecha, 12-I-24). Sin embargo, la decisión es parte de un fenómeno mayor. Tal como muchas otras de las grandes corporaciones tecnológicas estadounidenses, Meta se vuelve a alinear con Donald Trump.
Cambios y contactos
A principios de la semana pasada, se supo que el actual vicepresidente de política pública global de Meta, Joel Kaplan, se convertirá en la primavera boreal en el presidente de asuntos globales de la empresa. Respecto a los chequeadores, Kaplan fue mucho más explícito que Zuckerberg al afirmar en Fox News (7-I-25), el mismo día del anuncio, que había «habido demasiado sesgo político en qué eligen verificar y cómo». También se refirió a Trump: «Una nueva administración y un nuevo presidente que viene al poder y son grandes defensores de la libertad de expresión, y eso marca la diferencia». Es importante tener en cuenta que Kaplan fue funcionario clave del gobierno de George W. Bush y que tiene un largo historial con el Partido Republicano, que incluye su participación en los disturbios organizados que cortaron el recuento de votos en Florida en las elecciones de 2000 (The Guardian, 10-I-25).
Además del ascenso de Kaplan y de la incorporación al consejo directivo de Dana White (CEO de la liga de artes marciales mixtas UFC y muy cercano al presidente electo), Zuckerberg se reunió con Trump en noviembre (poco antes de las elecciones) en la mansión de este, en Florida. Los contactos amistosos entre ambos no son una novedad. En 2019, cuando el escándalo de Cambridge Analytica había dado impulso a las discusiones acerca de regulaciones de las plataformas y figuraba en el menú de la precandidata demócrata Elizabeth Warren (The Guardian, 20-X-19), Zuckerberg empezó a tener reuniones secretas con varias personas cercanas a Trump, incluyendo a su yerno, Jared Kushner, al conductor Tucker Carlson y a varios senadores y otros congresistas (Politico, 14-X-19).
Censurados y protegidos
La idea de que la moderación de contenidos y el chequeo de noticias perjudican a la derecha lleva un tiempo largo circulando y tiene una base de realidad. Porque efectivamente los ha afectado bastante. Pero esto no se debe (o no mayormente) a que los chequeadores apliquen un sesgo progresista, sino a que efectivamente sectores de la derecha han sido los más activos propagadores de desinformación y discurso considerado de odio.
De hecho, a pesar de publicar mucha más información falsa
y discursos racistas, xenófobos o sexistas, los políticos conservadores estadounidenses han sido tratados con privilegio por las plataformas. Por ejemplo, en 2019, poco después de que una publicación del senador republicano Ted Cruz recibiera una etiqueta de información falsa, Facebook anunció que dejaría de chequear la información de los políticos (BBC, 25-IX-19). Poco antes, Jack Dorsey (entonces CEO de Twitter) había declarado que no se podía aplicar al supremacismo blanco las mismas herramientas y criterios que se aplicaban a ISIS, porque eso conllevaría sanciones a muchos políticos republicanos (Vice, 25-IV-19).
Después de un 2020 muy intenso (que incluyó la desinformación acerca de la pandemia y las elecciones, y la masificación del discurso conspiracionista de ultraderecha), el asunto tomó un nuevo impulso en el año 2021, tras la toma del Capitolio por parte de miles de seguidores de Trump. Las principales plataformas sancionaron a muchos de los que alentaron directamente la toma e incrementaron la moderación sobre contenidos relacionados, incluyendo el cierre de cuentas de muchos actores relevantes, como la del propio Trump, que luego creó una plataforma alternativa llamada Truth («verdad»).
Esta fue una de las motivaciones declaradas de Elon Musk para hacerse cargo de Twitter, que, además de devolverle su cuenta a Trump y a muchos supremacistas y racistas, convirtió activamente la plataforma en un espacio plagado de conservadores violentos, mientras censuraba activamente
el discurso de izquierda, antirracista, antisexista y antiguerra. En la misma línea se ha movido Meta, que censura publicaciones y cuentas progresistas y de izquierda, e incluso publicaciones que comentan la censura de la plataforma (404 Media, 8-I-25).
Un cambio de época
Estos cambios anunciados por Meta y el posicionamiento claramente conservador y sexista de Zuckerberg en el pódcast de Joe Rogan (YouTube, 10-I-25), así como la deriva ultraderechista y conspiracionista de Musk (véase «El dinero no es todo», Brecha, 7-XI-24), llaman la atención, pero no son de ninguna manera excepcionales. Otros grandes oligarcas tecnológicos han sido un poco más sobrios, pero igual de activos en su acercamiento a Trump, como Jeff Bezos (CEO de Amazon y propietario del diario The Washington Post, en el que algunos observan un giro hacia la derecha) y Sam Altman (CEO de OpenAI). Además, varias grandes empresas tecnológicas o sus líderes, incluidas las cinco grandes (Amazon, Apple, Meta, Microsoft y Alphabet, propietaria de Google), OpenAI y Uber, donaron cada una 1 millón de dólares para la ceremonia de asunción de Trump (Common Cause, 10-I-25).
En los últimos años se ha venido fortaleciendo el reclamo de regulaciones a las grandes empresas tecnológicas; sean plataformas sociales, de intermediación (como Uber o Amazon) o de inteligencia artificial. En este contexto –con la segunda ola trumpista a punto de llegar–, es bueno acercarse a los viejos amigos.