Bombas gigantescas, ideas extravagantes – Semanario Brecha
¿Un mundo más seguro?

Bombas gigantescas, ideas extravagantes

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La prensa israelí celebraba el lunes 23 los maravillosos resultados del ataque con bombas superextragigantescas que durante el fin de semana había hecho Estados Unidos contra tres instalaciones nucleares subterráneas iraníes, que habrían sido totalmente destruidas. Tan pero tan absolutamente destruidas que no solo ya no quedaría nada de ellas –y, por supuesto, tampoco del uranio que habían contenido, enriquecido o empobrecido–, sino que impedirán que el país que las había diseñado y construido pueda hacerlo una vez más y, por tanto, Israel habría cumplido el extravagante objetivo por el cual comenzó esta guerra el viernes 13. Desde ese día Israel atacó a Irán con la misma efectividad y poder de fuego que antes usó contra Líbano, Palestina, Yemen y Siria. Pero esta vez el atacado se defendió eficazmente y sometió a Israel al bombardeo más poderoso y prolongado de los sufridos en toda su historia, con misiles de tal velocidad, precisión y poder explosivo, y en tales cantidades, que varias docenas de ellos evadieron la mejor defensa antiaérea del mundo –asistida, además, por radares, aeropuertos, aviones, misiles e inteligencia de Estados Unidos, Jordania y Reino Unido– y dejaron fuera de funcionamiento la principal refinería del país, dañaron bases militares, oficinas de gobierno y empresas e instituciones académicas que contribuían a la guerra, y miles de habitantes de Asdod, Ascalón, Beer Yakov, Beerseba, Haifa, Ness Ziona, Ramat Gan, Ramla y Tel Aviv quedaron sin viviendas, lo que obligó a millones de personas a correr diariamente a los refugios y paralizó el país.

Pero, como bien se dice, frente a un desastre siempre se puede intentar mirar hacia el futuro con visión optimista y positiva, y así el Jerusalem Post publicaba ese lunes un editorial cuyo título era «Israelis now safer than at any other time in a generation» («Los israelíes ahora están más seguros que en toda una generación») y sugería la extravagante hipótesis de que ahora, gracias al devastador ataque contra objetivos militares y civiles en Irán y al asesinato de científicos, jefes militares y civiles, en una guerra cuyo objetivo era eliminar la posibilidad de que Irán pudiese construir armas atómicas, los iraníes iban a rendirse incondicionalmente, abandonarían su apoyo a la resistencia palestina y derrocarían a su líder para cambiar de régimen de gobierno, mientras que Israel podrá finalmente firmar pactos amistosos con países árabes cuyos ciudadanos se oponen al genocidio de los palestinos.

En la misma página, la ministra de Transporte anuncia que permitirá que en un futuro próximo quien quiera salir de Israel por avión pueda hacerlo, por primera vez desde el viernes 13, pero también que no podrán viajar todos los que quieran viajar, porque en el único aeropuerto internacional que está funcionando apenas operan unas pocas empresas aéreas israelíes y, para colmo, la ministra no permitirá que esos aviones transporten más de 50 pasajeros por viaje.

La primera página de este gran periódico no se diferencia mucho de la primera página de ese mismo día en otros periódicos israelíes. Sus medias verdades, ilusiones y contradicciones reflejan las difíciles condiciones de trabajo que enfrentaban los periodistas en Israel, cuando el país era atacado por una fuerza militar cuyos misiles lograban evadir, día tras día, la mejor defensa aérea del mundo y debían trabajar bajo fuerte censura militar, en un país aterrado y gobernado por extremistas religiosos bajo el liderazgo de una persona investigada por la justicia por varios casos de corrupción y cuya captura, por crímenes mucho más graves, había sido solicitada por una corte internacional.

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