Sirviendo a un solo amo. Versiones de Fue un susto1 se deja oír de principio a fin; eso es muy importante. Lo escuché desde una página web que tiene discos e información (librillos en pdf, tapas en jpg, fichas técnicas, esas cosas tan difíciles de negociar con un sello porque implican gastos). Es una serie de poemas musicalizados. El autor de las letras es uno solo: Martín Batallés, concretamente de su libro Fue un susto, el tercero de su producción. Es un poeta, dibujante, diseñador y fotógrafo uruguayo (1981) que tanto en su veta visual como en sus poemas utiliza imágenes cotidianas para fabricar ambientes oníricos, a veces un poco terroríficos, pero con mesura. De los textos que aparecen aquí me encantó uno cortito, algo levreriano, que se llama “La cruz de sal” y dice: “Amanecí con una cruz de sal gruesa/ en la puerta de mi casa/ nadie de mi familia la puso ahí/ debo confesar que estoy un poco/ desesperado.// Quisiera sacarla/ poder salir/ pero en casa/ no tengo guantes/ no tengo nada”. En la musicalización se recarga un poco ese verso final; creo que el recurso de repetirlo, en vez de destacarlo, le quita fuerza.
Los músicos y los compositores son un montón (son 14 canciones, pero hay solistas y grupos entre los intérpretes): busquen en feeldeagua.net, que ahí está toda la información. Diré que son gente más bien joven (o lo parece) y de trayectoria dispar (bueno, confieso que a la mayoría no los conozco), que el disco tiene una unidad estilística más allá de las obvias diferencias de un surco a otro (sí, “surco” es una antigualla, pero “disco” casi también). Intentaré caracterizar la música: no es eléctrica ni acústica; tiene un buen equilibrio entre ambas. No es música pop, ni electrónica, ni nada de eso. Hay sonidos de baterías y teclados, pero en general no usados como en el rocanrol, por ejemplo. En todo caso remiten, a veces, a algunas rarezas beatlescas del tipo de “Blue Jay Way”, de Harrison. Pero, claro, casi todo está cantado muy de entre casa, y la mayoría de las melodías son bastante minimalistas (¿pobres?), con escaso desarrollo y a veces un poco forzadas por la letra preexistente. La decisión de hasta dónde este estilo descuidado es una opción y hasta dónde una carencia se la dejo al lector que tenga ganas de escucharlas y pensar; solo diré que a veces queda la sensación de que se podía haberle buscado un poco más la vuelta al ritmo del texto. Pero no todo va por ahí: hay momentos de la música, algunos arpegios o frases melódicas en ostinato, que recuerdan lejanamente a ciertas búsquedas de la época del cantopopu (por el lado de Los que Iban Cantando o, tal vez, de quienes se inspiraban en ellos). Hay muchos momentos interesantes; tal vez falte algo con más personalidad propia, que se sostenga más allá de la sorpresa. El swing, por ejemplo, no es un personaje principal; pero es un disco valiente, creativo y un tanto primitivo, en el que lo virtuoso (ahí sí me animo a decir que en un gesto voluntario) es despreciado. Yo diría que es un buen conjunto de canciones.
El formato de la página requiere un comentario aparte: es muy sobria y cuidada, y puede ser una esperanza para los amantes del disco como unidad, algo que se perdió un poco con la llegada de nuevas tecnologías, de lo que muchos músicos y escuchas se quejan. Acá se recupera bastante de eso, y más aun: estuve vichando y parece contener un más que interesante y novedoso catálogo.
Volviendo al disco (que, además, existe como tal), por ahí dice que la “curaduría y dirección del proyecto” (una expresión que se me antoja un poco rimbombante) es de Leandro Dansilio, Karen Halty, Flavio Lira y Gabriela Costoya. Los tres primeros son parte, además, de la lista de músicos, y la última es la diseñadora. O sea, hay una barra haciendo cosas interesantes, y eso siempre es bienvenido.
1. Feel de Agua, 2019.