Es inusual que un ceramista exponga en un museo de artes visuales uruguayo. Más aun que lo haga con un número de piezas que sobrepasa el centenar, ocupando una sala de grandes dimensiones y prestigio.1 Juan Pache (Montevideo, 1942) posee una larga trayectoria en nuestro país y en el extranjero, y esta retrospectiva viene a sumarse a otras felices iniciativas, como la donación de una treintena de obras el año pasado, de Enrique Silveira y Jorge Abbondanza, al Museo Nacional de Artes Visuales. Coincide con un buen momento de la cerámica a nivel de producción –no tanto de mercado, infelizmente–, como lo prueba la década de existencia del Colectivo Cerámica Uruguay y el encuentro internacional que realiza anualmente, consolidando vínculos con el exterior y con el medio local.
Pero la obra de Pache no se reduce a la cerámica, sino que la conduce a una visión generosa del fenómeno artístico, desdibujando las fronteras entre lo utilitario, lo decorativo, lo formal y lo conceptual. Desde pequeños portalápices hasta grandes murales en edificios, la producción de este artista se pasea por las innumerables aplicaciones –seriadas o de pieza única– que supone la tierra cocida, con un sentido de amplitud –y a veces también de estética– que nos recuerda el impulso sesentista de “un arte para todos”. En las piezas planas maneja la abstracción geométrica con cierta docilidad de las formas redondeadas que nos remiten a esa época. La combinación de materiales cerámicos con madera, corcho, metal y fibras vegetales, también. La recurrencia al azul, el gris y los colores terrosos es, en todo caso, una apuesta de investigación más personal y no vinculada a un solo período histórico. Se aprecia cierta influencia minimalista en la mixtura de formas orientales –zen– con elaboraciones más constructivas –quizás ecos torresgarcianos–. La suavidad de las líneas y sobre todo el concepto del vacío juegan un papel preponderante. Lo marino o lo acuático, o más bien el empleo de las ondinas y de las curvas repetidas marcando el ritmo, es otra de las características visibles que resaltan en el gusto por las bocas pequeñas en los cuencos y cacharros pisciformes, de gran factura.
Pache es un ceramista que no esconde su saber ni sus hallazgos técnicos: cada pieza se exhibe acompañada de información sobre la temperatura de cocción y las técnicas, el esmaltado, cepillado, encerado; el ahumado con reserva de papel, etcétera. Hay un trabajo disciplinado y preciso, respaldado por una “didáctica” de su hacer, bienvenida tanto para iniciados como para neófitos, y que aporta claridad en una propuesta de montaje muy compleja debido al gran número de obras exhibidas. Últimamente se atreve con el hierro calado (recorte láser), al que aplica pátinas, generando piezas en relieve de considerables dimensiones y fuerte impacto visual. Allí se abre un camino, allende la cerámica, que le reporta soluciones inéditas y que habrá que seguir de cerca para entender la producción de este inquieto artista.