Cómo usar bien el fin de un mundo - Semanario Brecha
A PROPÓSITO DE PATRICK VIVERET

Cómo usar bien el fin de un mundo

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«Es tiempo de apocalipsis, pero donde los pesimistas ven el fin del mundo, los optimistas vemos el comienzo de uno nuevo», escribe Patrick Viveret.1 El politólogo francés afirma que el mundo capitalista se acaba y, citando a Antonio Gramsci, que «la crisis se produce cuando el viejo mundo no termina de desaparecer y el mundo nuevo no ha nacido del todo aún. Es en ese claroscuro que los monstruos pueden aparecer». Él agrega: «Aparecen crisis financieras, accidentes nucleares, cambio climático, inestabilidad en Oriente Medio, incapacidad del sistema político, entramos en un período caótico de la historia». Propone una estrategia afín a lo que Stéphane Hessel llama «insurrección pacífica» y Edgar Morin, una «metamorfosis» basada en discusión, imaginación y acción, despertando el deseo de humanidad y enamorándose de la vida. ¿Romántico tal vez? Humanista, sin duda.

Viveret es parte del movimiento de rebelión europeo que conecta la generación posguerra con la juventud. «La contradicción entre la lógica financiera y la democrática cuestiona la paz global. Es un error tratar la crisis explotando más a la naturaleza y los ciudadanos, el mundo financiero mueve poco dinero en bienes y servicios reales, es especulación hecha con algoritmos computarizados o movida por la euforia o el pánico», apunta. Más dinero real mueven los estupefacientes, el armamento y la publicidad, dice. Las drogas tratan el «mal vivir», las herramientas de «mal tratar» combaten el miedo y el «mal de ser» se alivia comprando. ¿Cómo construimos una economía de sentirse bien y vivir austeramente, de tener una sobriedad feliz? «Es un problema político. Nuestras sociedades y economías verán su salvación al transformarse en sociedades del buen vivir.» Max Weber definía la modernidad como el pasaje de la economía de la salvación a la salvación por la economía,2 Viveret piensa que debemos superar la modernidad enfrentando tres deudas: social, ecológica y financiera, y cita a Warren Buffett: «La guerra de clases existe, pero es mi clase, la de los ricos, la que la lidera y la está ganando», gracias a las enormes riquezas que han pasado de los trabajadores al capital. La modernidad trajo libertades, pero la «cosificación» mercantil de la naturaleza y la gente nos lleva a la destrucción. Hay culturas que jerarquizan el vínculo social, el sentido de la vida, la relación con la naturaleza. La salvación está en la universalización de lo humano, en pasar a una civilización de compartir: «El deseo de acumulación viene de la miseria espiritual y afectiva, superar esa miseria es abrir las puertas a la posmodernidad, a una humanidad que se quiera a sí misma, que supere el miedo a la muerte con la audacia de vivir», escribe el pensador francés. ¿Por qué aceptamos la libre circulación de mercancías y capital pero no la libre circulación de la gente? Hablar de bienestar, frugalidad, solidaridad o gobierno mundial suena a utopía porque somos manipulados. Viveret afirma que el eje político está en el reconocimiento y el respeto del otro, en la democracia basada en una sociedad educada y centrada en la cooperación. Pero la realidad es que vivimos en la ambivalencia. La sociedad oscila, a imagen del sistema financiero, entre la excitación y la depresión; Viveret desea un balance entre la intensidad y la serenidad, como al conectarnos con otros a través del amor, la belleza o la paz interior y la armonía consigo mismo y la naturaleza. Salvar al capitalismo financiero implica transferir recursos de la protección social a los banqueros, reducir salarios, explotar más los recursos naturales; Viveret afirma que no podemos permitirnos ese lujo, que tenemos que salvarnos primero como especie y luego al planeta, dejando de lado el dinero como valor prioritario, integrando a 3.000 millones de humanos que viven en la miseria con un salario mínimo vital universal, recuperando la cantidad exagerada de recursos que pasaron al capital a través de ganancias con topes máximos y salarios mínimos asegurados. Se inspira en las iniciativas de André Gorz de alternativas al capitalismo:3 condicionar la crisis financiera al tratamiento de la crisis ecológica y la social, evitar las inversiones a corto plazo, usar moneda con valor agregado por sus impactos positivos, impuestos a las transacciones financieras, límites a las ganancias, intercambios no monetarizados, una contabilidad que registre «lo que hace bien» y no los puros flujos monetarios. Construir una economía en la que exista el mercado, pero en la que no todo sea mercado, separar el trabajo de la obligación de venderse. Viveret propone como forma de lucha la resistencia creativa, la experimentación anticipatoria y la visión transformadora, sin lógicas de rivalidad, individualismo y autoritarismo. Cree en las iniciativas locales como el Movimiento de Transición nacido en Gran Bretaña en 2006 y el uso de la no violencia activa de Saul Alinsky,4 que pregona embretar al adversario con sus propias declaraciones, usar el sarcasmo y tener una solución posible para los problemas que se denuncian. Autoorganizarse con amigos, familia, redes sociales para practicar intercambios sin pasar por el dinero, desarrollar la confianza entre los que tienen valores comunes. Propone, como base, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Carta de la Tierra. Como Morin, como el ya fallecido Hessel, Viveret es un conmovedor veterano optimista que corre los últimos 100 metros para pasar la posta desde la experiencia a la esperanza.

  1. Patrick Viveret, La cause humaine. Du bon usage de la fin d´un monde. Editions Les Liens qui Libèrent, 2012. Más información: roosevelt2012.fr. ↩︎
  2. Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. ↩︎
  3. André Gorz, La salida del capitalismo ya ha empezado. ↩︎
  4. Saul Alinsky, Rule for Radicals. ↩︎

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