Sedimentos de la elección interna: Comunicación y pragmatismo - Semanario Brecha
Sedimentos de la elección interna

Comunicación y pragmatismo

Proclamación de la fórmula presidencial del Partido Nacional. JUAN MANUEL RAMOS

En estas escenificaciones, inevitables en los rituales democráticos mediatizados en los que las fórmulas presidenciales no pueden demorarse y juegan más en el análisis que las características funcionales del cargo de la vicepresidencia, el Frente Amplio (FA) movió esta vez primero y se sacudió los fantasmas de 2019. A quien ejerza la vicepresidencia le tocará conducir el Senado, articular entre el gobierno y las bancadas, y, en el peor de los casos, sucedería al mandatario en caso de fallecimiento. Es un rol poco destacado para democracias cada vez más presidencialistas, pero de mucha disciplina política. Sin embargo, la mitología electoral sucumbe frente a una suerte de juego de parejas, en esta época en que las fórmulas paritarias ya se han impuesto, con mayor o menor sustancia, en los diferentes partidos.

Como en un efecto de negativo fotográfico, la sorprendente candidata –por lo menos para algunos– que acompañará a Álvaro Delgado y la perplejidad que cundió entre buena parte de los blancos hicieron recordar a muchos las turbulencias del scouting aplicado hace cinco años por Daniel Martínez en el FA, más allá del tiempo transcurrido para procesar el anuncio en uno y otro caso. Y no solo por el perfil del nombre anunciado –Valeria Ripoll–, sino por las formas. En definitiva, se vuelve a optar por la varita todopoderosa del candidato electo y por estrategias de comunicación en lugar de atender a la orgánica y las sensibilidades partidarias.

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El FA despejó todas las versiones insidiosas sobre la futura actitud de Carolina Cosse con un elocuente abrazo de la fórmula, pero además pudo exhibir otro trofeo aún más lustroso: los 411 mil votos alcanzados en la elección interna con menor participación desde 1999. No hubo sorpresas en cambio con el candidato ganador, un Yamandú Orsi que se impuso con comodidad, a caballo de una estructura sectorial que reedita una gran potencia territorial –seguramente recuperando también fugas en los sectores populares–, el apoyo del único sobreviviente de los tres líderes históricos –que siguió militando a pesar del frío y la enfermedad– y la gestión en una intendencia potente como es la de Canelones –ese departamento y Montevideo volvieron a ser bastiones de la oposición–. Orsi no necesitó siquiera desarrollar un programa propio, confiado en su liderazgo en las encuestas. Su talante moderado, pero también esa cuestión del voto utilitario en octubre, crucial para derrotar a la coalición multicolor, machacado una y otra vez por las consultoras, terminaron imponiéndose sobre una candidata que trabajó sobre una serie de ideas fuerza, pero que no pudo contra el relato imperante. Cosse aún no cuenta con una estructura nacional propia y fuerte, a pesar de los apoyos de los partidos Comunista y Socialista, dos listas con peso y tradición, pero que tampoco parecen capilares a lo largo y ancho del mapa, en particular al norte del río Negro. Sin sobresaltos, como diría Orsi, la fórmula ahora se abocará a fusionar propuestas y crecer desde un piso de 43 por ciento, aunque con la cuña del plebiscito por la seguridad social incrustada.

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La elección blanca, la más pobre desde la implementación de las internas, deja varias conclusiones. La votación de Delgado no habría sido mala si se la compara incluso con el caudal de Lacalle Pou en junio de 2019, pero en elecciones donde los factores carismáticos y personales se llevan puesto todo lo demás, el veterinario de Aire Fresco no cuenta con los brillos del actual presidente de la república. Sí contaría con su bendición, aunque el grado de interés del mandatario por las decisiones de Delgado es objeto de hipótesis variadas, sobre todo en relación con sus ambiciones para 2029. Con todo, los dos tics que acompañan su campaña visual y la selección de una compañera de fórmula exsindicalista, que –presuntamente– correría al FA por izquierda, tienen un profundo aroma al asesor presidencial Roberto Lafluf.

La radiografía deja traslucir una debacle de la Lista 71, la del viejo tronco herrerista y la principal plataforma de Laura Raffo. Este sector, a pesar de la construcción del paraguas moderno de Sumar, no solo pareció sufrir el impacto del encarcelamiento de Gustavo Penadés –ideólogo de la candidatura de la economista– o el desgaste de Luis Alberto Heber, sino que asistió a la consolidación del vasto espacio neoherrerista plasmado bajo la gran influencia directriz de Lacalle Pou. Las similitudes discursivas entre la lista oficialista y la del viejo herrerismo fueron insalvables y, como señala Gerardo Caetano, el Partido Nacional se ha quedado sin dos alas para volar. Las apelaciones a un eventual cariz centroizquierdista de Ripoll no resisten el menor análisis y son rebatidos por sus propias palabras: no se ha sumado al núcleo de Delgado por razones ideológicas, sino por «las personas» que conoció y cuestiones que tienen que ver con su historia de vida.

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Aquella tendencia al pasaje de figuras emergentes en los talk shows a la arena política, vista como lejana en la excepcionalidad uruguaya, ya está entre nosotros, aunque habrá que comprobar su duración. No solo Ripoll es un ejemplo de una panelista (y exsindicalista conversa) devenida en candidata, sino que también Andrés Ojeda es otro ejemplo de un político con un rápido ascenso desde las pantallas y los casos mediáticos (exabogado de Amodio Pérez y de algunos sindicatos policiales). El penalista, émulo confeso de Lacalle Pou, nunca lo ocultó: la nueva política también implica saber peinarse, vestirse y comunicar de otro modo. Su propio spot, pieza de una poderosa e intrigante apuesta financiera, no irrumpió con sutilezas: comenzaba con una claqueta cinematográfica que se abría para exhibir sus galanuras en todos los portales. No hubo nada parecido a una robusta agenda liberal progresista a lo Ernesto Talvi; Ojeda se impuso cómodamente en un partido que corre el riesgo de ser devorado en la lucha de los dos bloques ideológicos concebida por Julio María Sanguinetti.

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Finalmente, esta elección volvió a demostrar grandes dificultades para los liderazgos femeninos emergentes y, en particular, aquellos que buscan conformar una corriente de largo plazo en lugar de ser figuras de ocasión o de utilización marquetinera por los líderes partidarios. Ninguna mujer pudo todavía siquiera triunfar en una elección interna de los principales partidos. Uruguay es un país muy hostil para aquellas que pretenden conformar estructuras que trasciendan las zonas metropolitanas y construir un liderazgo nacional, a pesar de contar con dotes comunicacionales similares a las de sus pares varones. Otra cuestión para pensar: en América Latina las mujeres que han logrado llegar a la presidencia lo hicieron siempre como herederas de capitales políticos de los líderes masculinos, en la mayoría de los casos imposibilitados de reelegirse, como nos muestran los casos de Dilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner o Claudia Sheinbaum.

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