Con la cruz y con Israel - Semanario Brecha
El papel que el sionismo cristiano jugará en el gobierno de Trump

Con la cruz y con Israel

En la política de Trump hacia Oriente Medio tendrán un rol clave los fundamentalistas evangélicos y su apoyo a que Israel anexe las colonias en Cisjordania. Un poderoso lobby cristiano puede ocupar ahora el lugar que otrora tuvieron los neoconservadores.

Donald Trump en un evento conmemorativo a un año del ataque de Hamás, en Miami, Florida, el 7 de octubre Afp, Chandan Khanna

El nombramiento como embajador en Israel del expastor Mike Huckabee, exponente del cristianismo sionista, plantea la posibilidad de que Trump tenga la intención de apoyar la anexión de las colonias israelíes en Cisjordania. Huckabee, que fue gobernador de Arkansas y dos veces candidato a la nominación republicana para la presidencia, considera que Israel está en su derecho de considerar propios los territorios de Cisjordania y Gaza.

En 2018 Huckabee declaró: «Pienso que Israel tiene derecho a Judea y Samaria» –los nombres bíblicos de Cisjordania–, recordó recientemente The Guardian. En 2017 afirmó: «No existen las colonias. Son comunidades, barrios, ciudades. No existe ocupación». Huckabee se opone a un Estado palestino porque considera que el pueblo palestino es un «invento» reciente, y porque sería un «Estado terrorista».

En su primer mandato, Trump aprobó la anexión de los Altos del Golán y de Jerusalén Este. Trasladó la embajada estadounidense a Jerusalén y consideró que las colonias israelíes en territorio palestino no violan el derecho internacional. El secretario de Estado de entonces, Mike Pompeo, un ferviente evangélico, fue el primer alto funcionario estadounidense en visitar una colonia en Cisjordania.

Para su segundo gobierno, Trump está nombrando a fervientes defensores de Israel en política exterior.

El futuro secretario de Estado, el conservador Marco Rubio, se opone a considerar ilegales las colonias en Cisjordania. Después de enfrentar a Trump en las primarias republicanas de 2016, terminó adhiriendo a su movimiento. Pertenece a la derecha católica estadounidense, enemiga del papa Francisco y furgón de cola del evangelismo radical.

La futura embajadora de Trump en la ONU, Elise Stefanik, otra conservadora que adhirió al movimiento Make America Great Again (MAGA), provocó este año las renuncias de las rectoras de Harvard y del Instituto Tecnológico de Massachusetts al interpelarlas con virulencia en el Congreso por haber permitido manifestaciones propalestinas en sus campus. Stefanik considera a la ONU como una organización antisemita.

ALIADOS INDEFECTIBLES DE ISRAEL

Los cristianos sionistas constituyen el apoyo más sólido a Israel en Estados Unidos, basado en su lectura literal del Antiguo Testamento. El literalismo bíblico está muy extendido entre los 70 millones de evangélicos de ese país, así como el apoyo a Israel. Pero los cristianos sionistas van más allá: han organizado un poderoso lobby pro-Israel.

Son partidarios del Gran Israel, con fronteras que vayan desde Egipto hasta el Éufrates, y citan el pacto de Yavé con Abraham en el Génesis del Antiguo Testamento. Creen que el regreso de los judíos a Israel acelerará el fin de los tiempos y la parusía, la segunda venida de Jesús, según su interpretación del Apocalipsis, atribuido al apóstol Juan. Consideran que la existencia de los judíos prueba la veracidad del Antiguo Testamento y niegan que haya un pueblo palestino, porque la Biblia no lo menciona.

El exembajador de Israel en Washington Ron Dermer afirmó que «Israel debe renunciar al apoyo de los electores judíos del Partido Demócrata, demasiado críticos, y contar, en cambio, con el apoyo indefectible de los cristianos evangélicos», según lo cita el profesor del Instituto de Ciencias Políticas francés Denis Lacome en un artículo sobre los cristianos sionistas publicado en la revista jesuita Études. Dermer es un israelí nacido en Florida, que estudió en Estados Unidos, apodado Bibi’s brain (el cerebro de Bibi Netanyahu), actualmente ministro de Asuntos Estratégicos y miembro observador del gabinete de guerra en Gaza.

Durante la campaña, Trump increpó varias veces a los ciudadanos judíos por, según él, apoyar mayoritariamente al Partido Demócrata a pesar de todo lo que él hizo por Israel. Estados Unidos cuenta con la mayor comunidad judía de la diáspora, con 6 millones de personas. Las encuestas de boca de urna indicaron que el 79 por ciento de los judíos estadounidenses votó por Kamala Harris, según informó la prensa israelí. Por su parte, ocho de cada diez evangélicos votaron por Trump, según Associated Press, un porcentaje similar al de 2016. Constituyen el 20 por ciento del electorado estadounidense.

«Trump se convirtió en el portaestandarte de la derecha cristiana, la culminación de medio siglo de búsqueda de una masculinidad cristiana militante», escribió Kristin Kobes du Mez en su libro Jesús y John Wayne: cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación. Du Mez es profesora de Historia en la Universidad Calvin de Míchigan.

En las últimas décadas, la extrema derecha israelí estrechó lazos con los cristianos sionistas. Avigdor Lieberman, exministro de Finanzas de Israel y fundador del partido de extrema derecha Israel Beitenu, creó en 2004 en la Knéset el Grupo de los Aliados Cristianos. Lieberman impulsó al más prominente de los pastores cristianos sionistas, John Hagee, a fundar el lobby Cristianos Unidos por Israel, que dice tener 11 millones de afiliados, según la investigadora Victoria Clark, citada por Lacome. Íntimo consejero de George W. Bush, Hagee dirige con disciplina militar la New Life Church, que predica entre los militares en actividad. El 40 por ciento de estos son evangélicos, así como el 60 por ciento de sus capellanes, según Du Mez.

DE LOS NEOCONSERVADORES A LOS CRISTIANOS SIONISTAS

Los cristianos sionistas han ocupado bajo Trump el lugar de los neoconservadores en el gobierno de George W. Bush por su apoyo indefectible a Israel. Los neoconservadores han sido una poderosa corriente en el Partido Republicano, fundada por exizquierdistas en los años sesenta. Con Bush hijo ocuparon puestos clave en el área de la seguridad nacional y fueron acusados de impulsar la invasión de Irak para satisfacer intereses de Israel y no de Estados Unidos.

Uno de los fundadores del movimiento neoconservador, Norman Podhoretz, sostuvo que este cuestionamiento de la invasión de Irak estuvo dirigido contra los neoconservadores judíos, que integraban el movimiento en gran número, y que revistió un carácter antisemita. En su libro de 2006 La cuarta guerra mundial: la larga lucha contra el islamofascismo, Podhoretz reconoció que «intelectuales judíos constituyeron una gran proporción de los liberales e izquierdistas arrepentidos» que en los años sesenta y setenta «rompieron con la izquierda y se movieron hacia la derecha, y que fueron identificados como neoconservadores».

Después de los atentados del 11 de setiembre de 2001, los neoconservadores desempeñaron un papel clave en la elaboración y la aplicación de la doctrina Bush de la guerra contra el terrorismo, en particular su punto culminante, la invasión de Irak. Esta doctrina preveía la democratización forzosa del Gran Oriente Medio a partir de ataques preventivos contra los Estados acusados de apoyar el terrorismo y el derrocamiento de sus gobiernos para imponer la democracia. Los neoconservadores concernidos fueron Paul Wolfowitz (secretario adjunto de Defensa y, en el segundo mandato de Bush, presidente del Banco Mundial), Doug Feith (subsecretario de Defensa), Richard Perle (presidente de la Comisión de Política de Defensa), Elliott Abrams (director del Consejo de Seguridad Nacional para el Oriente Medio, consejero de Seguridad Nacional para la Democracia Global).

La derecha tradicional, los paleoconservadores, los realistas en política exterior, algunos sectores liberales y demócratas, los izquierdistas con su portavoz Noam Chomsky a la cabeza, se opusieron a la invasión de Irak. El 87 por ciento de los evangélicos la apoyaron, según Du Mez.

Pat Buchanan, dos veces candidato a las primarias presidenciales republicanas y consejero de varios presidentes (Richard Nixon, Gerald Ford, Ronald Reagan), denunció que «no eran las compañías petroleras, sino Israel el que estaba arrastrando a Estados Unidos a invadir Irak», según lo cita Podhoretz en su libro. «Cui bono», se preguntó Buchanan, según Podhoretz. «¿En beneficio de quién son estas guerras sin fin en una región que no encierra nada vital para Estados Unidos, salvo petróleo, que los árabes deben vendernos para sobrevivir? ¿Quién puede beneficiarse de una guerra de civilizaciones entre Occidente y el Islam? Respuesta: una nación, un líder, un partido. Israel, Sharon, Likud.»

Podhoretz denunció como «difamatorias» estas acusaciones de que «la invasión de Irak había sido organizada por una cábala de funcionarios judíos actuando no en interés de su propio país, sino al servicio de Israel, y más particularmente de [el primer ministro israelí Ariel] Sharon». Consideró que se trataba de una «acusación antisemita, sobre todo esa de que los judíos nunca son leales al país en donde viven».

En ocasión de la campaña presidencial de Reagan en 1980, los neoconservadores concluyeron una alianza con los cristianos sionistas. Predicadores como Jerry Falwell y Pat Robertson desempeñaron un importante papel en la victoria de Reagan, que llevó al poder por primera vez a la derecha conservadora. Varios neoconservadores participaron en su gobierno, como Richard Perle, Elliott Abrams, Jeane Kirkpatrick.

La guerra contra el terrorismo de Bush –en particular, la invasión de Irak– fue uno de los peores fracasos de Estados Unidos en la escena internacional desde la guerra de Vietnam. Desestabilizó al Oriente Medio y lo dejó en ruinas. Irak, Siria, Libia fueron destruidos. El único beneficiario fue Israel.

Este fracaso estadounidense contribuyó al ascenso de Donald Trump y de su aislacionismo en política exterior, y a su posterior conquista del Partido Republicano. Ahora amenaza con transformar radicalmente la institucionalidad de Estados Unidos. 

LOS NUEVOS CRUZADOS DE TRUMP

Trump está nombrando para su segundo gobierno a miembros del MAGA con una lealtad absoluta al jefe, demostrada en ocasión del ataque al Congreso en enero de 2021 y sus consecuencias. Este movimiento tiene en los evangélicos uno de sus pilares.

Du Mez sostiene que el movimiento evangélico es ahora político y cultural antes que teológico, y que evolucionó hacia un nacionalismo masculinista centrado en el hombre blanco. Jesús pasó a ser un guerrero justiciero al estilo de John Wayne. El profesor Lacome escribió que «el nacionalismo apocalíptico diaboliza a los adversarios de los verdaderos creyentes y propugna una violencia extrema para erradicarlos. Se mezcla con la política y, en el medio militar, hace correr el riesgo de desencadenar una fuerza realmente diabólica».

El secretario de Defensa nombrado por Trump, Pete Hegseth, un ferviente cristiano y nacionalista que revistó en la Guardia Nacional del Ejército y fue comentarista de Fox News, declaró que quiere difundir las ideas conservadoras en las fuerzas armadas. Exhibe tatuajes nacionalistas y cristianos. Forma parte de una secta evangélica llamada Reconstruccionismo Reformado, que quiere imponer valores evangélicos en la sociedad, como la supremacía de los hombres, la familia patriarcal y el temor al infierno.

Neocons de línea dietética

Francisco Claramunt

Reason es la publicación decana de la derecha libertarian en Estados Unidos. Fundada en 1968 y dirigida hoy por una autoproclamada «anarcocapitalista», se presenta como la revista de «las mentes y los mercados libres». Al tiempo que defiende muchos de los postulados republicanos en materia de política económica y celebra a figuras como Elon Musk, Reason reivindica una política de fronteras abiertas en cuanto a inmigración y un férreo aislacionismo en materia de política exterior que la mantiene enfrentada al movimiento neoconservador.

La semana pasada, la revista publicó un repaso de los principales nombramientos de Donald Trump en política exterior, titulado «Los neocons clásicos quedaron afuera, pero todavía podrían conseguir lo que buscan». Tras destacar que el presidente electo dejó sin cargos hasta ahora a las figuras neoconservadoras más destacadas de su anterior presidencia (Nikki Haley y Mike Pompeo), el artículo consigna un reciente posteo en redes de Donald Trump júnior, en el que el hijo mayor del mandatario se pliega a un llamado a ejercer «máxima presión para que queden afuera del gobierno todos los neoconservadores y halcones de la guerra», así como las recientes burlas e insultos que el propio Trump ha dedicado a uno de sus exconsejeros de Seguridad Nacional, el halcón entre los halcones John Bolton.

«Sin embargo, el gobierno de Trump podría terminar aplicando las mismas políticas en Oriente Medio que querían los neoconservadores», advierte Reason y señala el papel que funcionarios «obsesionados con las campañas de cambio de régimen en la región», como Brian Hook, Joel Rayburn y Elise Stefanik, junto con Marco Rubio y «otros halcones republicanos convencionales», están jugando en la transición.

«¿Por qué nombrar a tantos “neocons de línea dietética” y otros entusiastas de las guerras?», se pregunta la publicación libertarian. «En parte, esto se debe a las realidades del personal republicano. Independientemente de los sentimientos antibélicos y antintervencionistas que haya entre la base republicana, la bolsa de funcionarios potenciales sigue estando dominada por exdiscípulos del gobierno de George W. Bush y por expertos de think tanks del establishment, en particular de think tanks obsesionados con Oriente Medio.» «Con un gobierno lleno de políticos halcones es difícil tener algo que no sea una política de halcones», concluye la revista.

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