Cuando el próximo 14 de setiembre el Banco Central del Uruguay publique los datos del crecimiento del PBI durante el segundo semestre, se verán caras largas. El vaticinio no proviene de ningún arúspice rojo, sino del bendito Observatorio de Coyuntura Económica de la Universidad Católica del Uruguay. En la penúltima edición de su Monitor de Coyuntura, el observatorio estima que las exportaciones consolidarán su declivio, así como lo harán la producción del llamado núcleo industrial y la recaudación del fisco.
Brotarán entonces las justificaciones y, seguramente, se atribuirán responsabilidades a la economía argentina. Sin embargo, el argumento de la diferencia de precios con el país vecino no vale lo mismo para todos los sectores. El ejemplo más rotundo de eso lo proporciona el comercio exterior.
Según las estadísticas de Uruguay XXI, el valor de las exportaciones a ese destino, tras caer el primer año de la pandemia a su nivel más bajo desde 2005, ha aumentado año a año hasta llegar a ser, en 2022, el más alto de todo el milenio: 1.041 millones de dólares. En 2019, por poner un ejemplo, fueron 355 millones. Uruguay siempre ha comprado de Argentina más de lo que le ha vendido. Pero hasta el año pasado esa distancia no ha venido aumentando, sino disminuyendo. En lo que va del siglo, el punto más alto del déficit comercial con Argentina se produjo en 2011, cuando Uruguay exportó a ese país menos de la tercera parte de lo que importó desde ese origen. En 2022, en cambio, el valor de las exportaciones uruguayas equivalió al 73 por ciento de lo importado desde la otra orilla.
Es cierto que ahora esas exportaciones están cayendo, pero, en realidad, están cayendo las exportaciones a todos los destinos. Argentina es un mercado importante, en el que Uruguay coloca, fundamentalmente, autopartes, automóviles, celulosa, plásticos, margarinas y aceites, concentrados de bebidas y lácteos. Pero más importantes son China y Brasil. Y también esos países están comprando bastante menos que lo usual.
A COLÓN
La otra víctima que suele adjudicarse a los malos tiempos de la economía argentina es el sector turístico. Un sector que, además –según el cálculo realizado por técnicos del Sistema Nacional de Emergencias, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Ministerio de Turismo–, desde el inicio de la pandemia hasta fines de 2022 acumuló 2.900 millones de dólares de pérdidas, «casi una UPM 2», como grafica el exsubsecretario de Turismo Benjamín Liberoff.
Sin embargo, según las cifras de Turismo, durante este primer semestre el número de visitantes superó largamente el que hubo en el mismo período de 2019. Esta vez habrían sido 1.972.000. El año anterior al del inicio de la pandemia fueron 1.092.015. La plata que dejaron, eso sí, fue un poco menos. En 2019 habían gastado 1.065.402.004 dólares. Esta vez fueron 1.018.583.514. Es que el gasto por persona fue inferior. En 2019 era de 595 dólares. En este semestre fue de 487.
Y en esto sí podría estar influyendo el cambio de composición de los consumidores del sector turístico. En el primer trimestre de este año, hubo algún argentino más que en el mismo segmento de 2019; la cifra aumentó un 2,6 por ciento. En el segundo, en cambio, el número de los que cruzaron el charco fue inferior en un 7 por ciento al de los que lo hicieron en 2019. La razón de que el sector turístico haya logrado ingresos similares a los de 2019 parece ser la misma que le dio cierta sobrevida durante la pandemia: el turismo interno. En el primer trimestre la cantidad de uruguayos que participaron de este fue un 59 por ciento más alta que la de 2019. En el segundo fue un 81,6 por ciento mayor.
Y si bien el turismo se las tiene que ver con una clientela de billeteras más flacas y su desempeño merece la calificación de «pobre» de acuerdo con el observatorio de la Católica, las cosas podrían empeorar. «Este año, en Colón, la ciudad argentina que está frente a Paysandú, se organiza la Noche de la Nostalgia», observó Liberoff.
Por eso, «aunque no haya medida que logre retener a los uruguayos de este lado, es indispensable un fondo de emergencia que permita estimular el turismo interno, subsidiar los paquetes turísticos, el precio de los boletos», argumentó. «Las comunas italianas le pagaban la mitad del boleto a los turistas que venían de Europa. En España funciona un sistema por el cual a ciertas horas y para ciertos destinos el boleto de tren es gratuito», graficó.
EN LA MALA
Tampoco andan bien las manufacturas, cuando se mira el llamado núcleo industrial, es decir, dejando fuera de la cuenta a los tres mayores actores del sector: UPM 2, Pepsi (por su producción de concentrados en zona franca) y la refinería. Entre junio del año pasado y junio de este, fecha del último relevamiento del índice del volumen físico de la producción industrial realizado por el Instituto Nacional de Estadística, el núcleo tuvo una caída del 8,6 por ciento según el análisis del Centro de Investigaciones Económicas (CINVE).
Y uno de los descensos más pronunciados (8,92 por ciento) ocurre en el sector exportador, que, por otra parte, acumula caídas consecutivas durante los últimos 12 meses. La rama que explica mayormente ese resultado no le vende mucha cosa a Argentina, es la industria frigorífica, que lleva 13 en la mala.
Pero ninguno de los componentes del núcleo se salva del declive. La economista Silvia Rodríguez, investigadora asociada del CINVE y referente de ese centro respecto a la industria, advirtió a Brecha que la clasificación usada en su análisis merecería una actualización, pero las categorías empleadas distinguen, además de las exportadoras ya mencionadas, las industrias que producen bienes intermedios para otras, las sustitutivas de importaciones y las de bajo comercio, que producen para el mercado interno. Estas cayeron, respectivamente, un 13 por ciento, un 7,34 por ciento y un 4,30 por ciento.
«Salvo en enero, cuando el resultado fue cero, este año la producción del núcleo ha caído sistemáticamente», describió Rodríguez. «La industria, naturalmente, había sufrido una dura caída durante la pandemia. Después tuvo una recuperación impresionante hasta fines de 2021. Luego la tendencia se volvió declinante. No estamos como en 2020, pero es una señal que hay que mirar», afirmó.
La investigadora señaló que es necesario discriminar entre aquellas ramas a las que les sobra músculo para resistir la declinación, como los frigoríficos o la industria automovilística, que vienen de tener crecimientos extraordinarios, y las del resto del núcleo.
Desentona en el panorama un levísimo aumento (0,9 por ciento) de la población ocupada en el sector. «No deberíamos considerarlo como un dato tendencial, es algo que sucedió en junio, pero después de siete caídas consecutivas», advirtió la economista.