1. Desde sus inicios, la ciencia adoptó el debate abierto y el escepticismo metódico como principales herramientas de progreso en el conocimiento. Los investigadores replican –o pueden hacerlo– los estudios realizados por sus pares en busca de sesgos, errores y posibles soluciones. No pocas veces se cuestiona la posibilidad misma de eliminar todo sesgo: el conocimiento siempre es relativo. La duda sistemática contribuye a detectar errores y a descartar resultados débiles, parciales o infundados; la crítica fortalece la coherencia interna del hilo argumental que vincula los datos con su interpretación.1
2. Cuando se obstaculiza el libre juego del cotejo de investigaciones y la revisión crítica de resultados, cuando se difunden conclusiones sin compartir los datos que las justifican, la ciencia, sencillamente, deja de existir. Es lo que viene ocurriendo con la investigación biomédica, dado su creciente control por parte de la industria farmacéutica.2 A partir de los años ochenta, no cesó de crecer el volumen de dinero invertido en marketing, así como la importancia jerárquica de sus expertos en la estructura empresarial de las farmacéuticas.3 Este mercadeo agresivo y tenaz no tardó en dar sus frutos: I) los ensayos clínicos fueron progresivamente supeditados a estrategias de mercado; II) los responsables de los departamentos de investigación fueron suplantados por gerentes y expertos en ventas con escasa o nula formación científica; III) una cultura empresarial rígidamente jerárquica y obsesionada con liderar el mercado desplazó la cultura científica, basada en la horizontalidad máxima de circulación de datos y sus interpretaciones;4 IV) la industria ha logrado constituirse en la principal fuente de información de los médicos de cabecera, y muchos de ellos creen que esa información es útil y honesta;5 V) las grandes farmacéuticas producen y patrocinan «líderes de opinión» entre médicos de renombre para intervenir en publicaciones, congresos y conferencias en el marco de estrategias de marketing cuidadosamente preparadas;6 VI) la colonización de las revistas biomédicas cierra el círculo blindado de una estrategia comercial camuflada bajo ropajes científicos.7
3. En 1980, la Big Pharma financiaba un tercio de la investigación biomédica en Estados Unidos, cifra que 20 años más tarde alcanzaba el 62 por ciento.8 Actualmente, la mayor parte de los ensayos clínicos en Estados Unidos y Europa es financiada por la industria.9 En un documento interno que vio luz pública, Pfizer establece que los ensayos financiados son de su propiedad y que «la finalidad de los datos es la de dar apoyo directo o indirecto a la promoción de nuestros productos».10 Entretanto, la llamada investigación de base –independiente de la industria y financiada con fondos públicos– experimenta un continuo retroceso relativo respecto de la investigación patrocinada.
4. La financiación de una investigación otorga al patrocinador un poder discrecional. Los investigadores académicos financiados por las farmacéuticas tienen una influencia mínima o nula en el diseño de los ensayos, no pueden acceder a los datos brutos y cuentan con muy poco margen de participación en la interpretación de la información recabada.11 Los financiadores pueden monitorear paso a paso los resultados de los ensayos, interrumpirlos en el momento en que les son favorables, cancelarlos si sucede lo contrario, eliminar un estudio que no conviene a sus intereses y llamar a silencio a sus autores haciendo valer el acuerdo de confidencialidad por ellos firmado.12
5. Tal control de la investigación biomédica por parte de la industria farmacéutica pone en entredicho su cientificidad. Si la lógica del lucro se sobrepone a la lógica científica, prosperan libres de toda traba tanto la manipulación de datos como el ocultamiento de resultados adversos y el soborno. La sed de ganancias y la producción de conocimientos verificables constituyen motivaciones netamente dispares.
6. Es de dominio público que la industria farmacéutica engaña, manipula, corrompe, extorsiona y comercializa a sabiendas drogas inocuas o dañinas para la salud.13 Estas prácticas han sido calificadas de «criminales» por investigadores biomédicos de sólida y dilatada trayectoria.14 En numerosas oportunidades, las grandes farmacéuticas fueron llevadas a juicio por fraude y debieron pagar centenares y aun miles de millones de dólares de indemnización (por lo general, una pequeña porción de las ganancias previamente obtenidas mediante el propio engaño puesto al descubierto). Estas megaempresas desembolsan dicho peaje sin modificar su modus operandi, lo que deja la puerta abierta a nuevos fraudes. Huelga agregar que este juego recursivo tiene un único ganador.
7. Los ensayos clínicos que sirvieron de base a la fabricación de las vacunas contra la covid-19 han sido declarados «secreto comercial» por parte de las farmacéuticas. A despecho de incesantes reclamos, ningún investigador independiente, ninguna institución científica, médica o sanitaria ni tampoco la Organización Mundial de la Salud (OMS) han tenido acceso a esta información elemental.15
8. Nada de esto impidió que la OMS aprobara el «uso de emergencia» de vacunas cuyos ensayos clínicos son mantenidos en secreto por los fabricantes, que, además, no han pasado el período de pruebas de rigor –de tres a siete años– para detectar todos sus efectos adversos posibles.
9. No es la primera vez que la autoridad mundial para la salud aprueba un fármaco sin contar con datos científicos completos sobre él y, por tanto, basada únicamente en los informes preparados por la industria, mucho más próximos al marketing que a la exposición científica. El escándalo del oseltamivir, prescripto por la OMS en 2009 para hacer frente a la gripe porcina –declarada pandémica–, basta como botón de muestra. La droga no solo fue inútil, sino que, además, ocasionó un grave deterioro de la salud de millones de personas y, claro está, habilitó una transferencia sin retorno de miles de millones de dólares del bolsillo de los ciudadanos del mundo a las cuentas de la industria farmacéutica.16
10. A la fecha, las vacunas contra la covid-19 no han sido aprobadas, sino autorizadas para su uso de emergencia.17 Así, la actual vacunación mundial masiva se lleva a cabo con un producto experimental, sin una exhaustiva evaluación científica de sus alcances y limitaciones, dada la inexistencia de un monitoreo independiente de la eficacia y los posibles efectos adversos del fármaco inyectado. En tanto gobiernos y autoridades sanitarias han convalidado esta situación, la humanidad entera ha sido empujada a confiar ciegamente en lo que las propias farmacéuticas –probadamente inclinadas al fraude– dicen de sus productos.
* Doctor en Ciencias Sociales.
1. «La ciencia progresa gracias al ensayo y al error, a las conjeturas y refutaciones. Solo sobreviven las teorías más aptas. Aunque nunca se puede decir lícitamente de una teoría que es verdadera, se puede decir con optimismo que es la mejor disponible…». Alan Chalmers (2012): ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Madrid: Siglo XXI, pág. 57.
2. Jan P. Vandenbroucke (2011): «Un escrutinio adicional para los ensayos financiados por la industria». British Medical Journal. https://www.bmj.com/rapid–response/2011/10/31/without–new–rules–industry–sponsored–research–science–will–cease–exist
3. David Blumenthal (octubre de 2004): «Médicos y compañías farmacéuticas». New England Journal of Medicine. https://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/nejmhpr042734
4. Peter Gotzsche (2014): Medicamentos que matan y crimen organizado. Barcelona: Los Libros del Lince, pág. 105.
5. Hellen Prosser et al. (febrero de 2003): «Influencias en la decisión de los médicos de cabecera de recetar nuevos medicamentos: la importancia de quién dice qué». National Library of Medicine. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/12509373/
Ashley Wazana (enero de 2000): «Los médicos y la industria farmacéutica: ¿un regalo es solo un regalo?». Journal of the American Medical Association. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/10647801/
6. «Cómo los “líderes de opinión” entre los médicos se ganan con el dinero en efectivo que ofrecen los gigantes del comercio farmacéutico». The Guardian, octubre de 2004.
Marcia Angell, exdirectora de The New England Journal of Medicine (2006): La verdad acerca de la industria farmacéutica. Cómo nos engaña y qué hacer al respecto. Bogotá: Grupo Editorial Norma. Disponible en: http://www.csen.com/angell.pdf.
7. Harvey Marcovich (octubre de 2010): «Editores, factores de impacto e ingresos por reimpresión». Plos Medicine. https://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.1000355
8. Michelle Mello, Brian Clarridge y David Studert (2005): «Estándares de los centros médicos académicos para acuerdos de ensayos clínicos con la industria». New England Journal of Medicine. https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMsa044115
9. European Medicines Agency: Reporte Anual 2005. https://www.ema.europa.eu/en/documents/annual-report/annual-report-european-medicines-agency-2005_en.pdf
10. Glen Spielmans y Peter Parry (2010): «De la medicina basada en la evidencia a la medicina basada en el marketing: evidencia de documentos internos de la industria». Revista de Investigación Bioética. https://philpapers.org/rec/SPIFEM
11. Robert Steinbrook (2005): «Cláusulas mordaza en acuerdos de ensayos clínicos». The New England Journal of Medicine. https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/nejmp048353
12. Dirk Bassler et al. (2010): «Detección temprana de los ensayos aleatorios para obtener beneficios y estimar los efectos del tratamiento: revisión sistemática y análisis de metarregresión». Journal of the American Medical Association. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20332404/
13. François Graña: «El negocio de la enfermedad». Brecha, 10-IX-2021.
14. Gotzsche. Op. cit.
Juan Gervas y Mercedes Pérez-Fernández (2020): La expropiación de la salud. Barcelona: Los Libros del Lince.
15. Médicos Sin Fronteras: «Los gobiernos deben exigir que las farmacéuticas hagan públicos todos los acuerdos de licencias de las vacunas contra el COVID-19». https://www.msf.org.uy/actualidad/los–gobiernos–deben–exigir–que–las–farmaceuticas–hagan–publicos–todos–los–acuerdos
16. François Graña: «¿Se puede patentar el sol?». Brecha, 5-IV-2021.
17. Véase, por ejemplo, el prospecto de Pfizer: https://www.fda.gov/media/144625/download.