Llegaron caminando todos juntos, bajo la lluvia fina que cayó como en duelo, durante todo el 26 de setiembre. En la mañana habían decidido cambiar el plan, cuando vieron qué tan vallado estaba el Zócalo, porque su idea original era llegar hasta ahí e instalar los mosaicos con los rostros de los muchachos en el mismísimo corazón de la gran Tenochtitlán.
No los traían ahorita –los mosaicos llegarían más tarde– porque son imposibles de transportar a pie, pero sí abrazaban grandes cartulinas con los rostros de los otros de-saparecidos, sus hijas e hijos, que han sido desaparecidos igual que los 43 estudiantes de Guerrero, pero en algún punto de Ciudad de México. Como unión de familias ad hoc, decidieron accionar en conjunto durante la marcha del décimo año del caso Ayotzinapa, colaborando con ...
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