Cuando los animales migran, ya sea en nubes de mariposas, manadas de alces o colonias de murciélagos, lo hacen en respuesta a señales ecológicas, que guían la forma y el alcance del proceso de migración. A medida que el cambio climático distorsiona esas señales, también distorsiona la migración de los animales.
El cambio climático asestará así un golpe brutal a todo tipo de animales migratorios. Eso es de por sí bastante trágico, pero empeora: según un estudio reciente publicado en Nature y titulado «Climate change increases cross-species viral transmission risk», esta disrupción dará como resultado un nivel de contacto inusual entre especies, lo que a su vez provocará nuevas transmisiones y mutaciones de virus.
A través de un extenso trabajo con modelos, los autores del estudio, liderados por el biólogo Colin Carlson, de la Universidad de Georgetown, muestran que el cambio climático conducirá a patrones de migración alterados para miles de animales, lo que resultará en cerca de 15 mil nuevos eventos de transmisión viral interespecies para 2070. Además de tener un impacto ecológico masivo en la fauna mundial, esta tendencia es de importancia crítica para la salud pública de los humanos, dado que en la actualidad la mayoría de las enfermedades infecciosas emergentes que nos amenazan son de origen zoonótico (transmitidas de animales a humanos). Los autores son cautelosos al predecir la probabilidad de futuras zoonosis, pero adelantan que los futuros puntos críticos para la transmisión viral interespecies estarán en zonas geográficas que están densamente pobladas por humanos.
Los hallazgos del estudio sugieren que estamos a las puertas de este evento de transmisión viral a gran escala. Los autores predicen que la mayoría ocurrirá entre 2011 y 2040, lo que indica que muchos de ellos ya pueden estar sucediendo. Si bien mantener los aumentos de temperatura dentro o por debajo de los 2 grados centígrados es un objetivo impostergable, los autores estiman que lograrlo no resultará en sí mismo en una reducción del intercambio viral ya desencadenado. Sin embargo, hay otras intervenciones que pueden hacerse para evitar lo peor.
EL AMBIENTE Y EL CONTROL DE LA TIERRA
En sus modelos, los autores se basan en una variedad de escenarios de uso de la tierra –que incluyen alteraciones por deforestación, uso agrícola y para asentamientos humanos–, debido a la incertidumbre de cómo se la utilizará en los próximos 50 años. Pero ninguno de esos escenarios es inevitable. La humanidad puede asegurarse de que su uso de la tierra mitigue los impactos del cambio climático y evite el surgimiento de próximas pandemias. Esto solo puede suceder si cambian los mecanismos de control del uso de la tierra y se determina democráticamente la mejor manera de emplearla.
Actualmente, la industria inmobiliaria y la agroindustria tienen una influencia desmedida sobre para qué y cómo se usa la tierra. Esto ha llevado a una proliferación descontrolada de desarrollos de viviendas, que a menudo se adentran en nichos ecológicos importantes. Esta tendencia ya ha llevado directamente a la destrucción del 67 por ciento de los humedales costeros del mundo, ecosistemas que desempeñan un papel fundamental en la mitigación de inundaciones, el secuestro de carbono y el control de la erosión. En Brasil, el gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro ha facilitado la rápida destrucción de la selva amazónica para facilitar un mayor uso de la tierra agrícola. La Amazonia es un enorme sumidero de carbono, y su destrucción podría hacer imposible frenar una subida de 1,5 grados centígrados en la temperatura global promedio.
CAMBIO DE ENFOQUE
Hasta ahora, gran parte del trabajo en torno a la prevención de una mayor destrucción ecológica se ha concentrado en organizaciones sin fines de lucro, cuyo modelo de justicia ambiental se centra casi exclusivamente en llamar la atención sobre los distintos problemas y esperar que los que están en el poder se den cuenta y cambien su accionar. Esto, lamentablemente, ha demostrado no ser suficiente.
A pesar de la naturaleza desalentadora de la crisis climática, hay ejemplos en todo el mundo de personas que luchan por un mayor control sobre el uso de la tierra para mitigarla. Aunque la capacidad de promulgar esta legislación ha sido limitada, la aprobación en 2011 de la Ley de los Derechos de la Madre Tierra en Bolivia representa un ejemplo de cómo se puede implementar el control sobre el desarrollo de la tierra y cómo este se puede conectar con las luchas de los pueblos indígenas. Algo similar se está intentando hoy en Chile con el proyecto de una nueva Constitución.
También hay ejemplos de luchas en los países del norte global, los principales generadores del cambio climático. Por citar un caso, en Richmond, California, la Alianza Progresista de Richmond (RPA, por sus siglas en inglés) está en conflicto con las principales empresas de desarrollo inmobiliario para evitar un masivo proyecto de desarrollo costero de lujo en Point Molate, que destruiría los hábitats de muchas aves costeras. Esa pelea no es inusual; lo que es inusual (y vale la pena emular) es que la RPA también se movilizó recientemente para ganar cargos electos, en lugar de simplemente presionar a los funcionarios de gobierno y tratar de ganar su simpatía. Como resultado, los concejales de la ciudad liderados por la RPA han podido evitar la firma del acuerdo, mitigando este desarrollo potencialmente desastroso.
EL PODER PARA IMPLEMENTAR LAS SOLUCIONES
Aunque ganar elecciones y aprobar leyes son pasos necesarios, no son suficientes por sí solos para democratizar el desarrollo de la tierra. Sin capacidad de presión para garantizar que las leyes se implementen, para las grandes empresas es fácil eludirlas. Esta capacidad de presión existe de forma natural en los lugares de trabajo, como sucede por ejemplo en la construcción. Si las personas cuyo trabajo produce las ganancias empresariales están organizadas y dispuestas a frenar la producción, pueden hacer retroceder a las patronales usando las ganancias como rehén.
En la década de 1970, sindicatos de la construcción australianos, como la Federación de Trabajadores de la Construcción de Nueva Gales del Sur, declararon «prohibiciones verdes» para bloquear proyectos de desarrollo inmobiliario que causarían daños ambientales. Estos sindicatos, encabezados por dirigentes socialistas, reconocieron que su lucha no podía ser solo por mejores salarios y mejores condiciones de trabajo: tenía que desafiar el desastre ecológico que se estaba perpetrando. Al organizar bajo una perspectiva ambiental a los trabajadores en el punto de producción de los desarrollos inmobiliarios, se gana la capacidad de ejercer control sobre cómo se usa la tierra, incluso frente a intereses poderosos.
Para mitigar los efectos virales del cambio climático, será necesario además un incremento de la inversión pública en programas de vigilancia Viral. Ello se contrapone a las políticas de austeridad en marcha en muchos países. Tres meses antes del brote de covid-19 en Wuhan, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos recortó los fondos del programa Predict de amenazas pandémicas emergentes de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, un programa que había trabajado para establecer extensas redes de vigilancia en entornos clínicos y monitorear posibles zoonosis. En el futuro, sin embargo, será vital asignar fondos públicos a este tipo de programas, bajo la bandera de la justicia climática.
Prevenir la propagación viral a gran escala será sin duda una tarea compleja. No importa cuán avanzada sea la solución, si las personas no tienen el poder para implementarla, la ciencia no será más que un mero heraldo de la destrucción.
* Abdullah Farooq es doctorando en Biología en el Instituto de Tecnología de California.
(Publicado originalmente en Jacobin. Traducción de Brecha.)