«Era importante hacerlo durante vacaciones para que la gente no se enterara tanto –por decirlo de alguna manera– de lo que estaba ocurriendo.» La frase desnuda pertenece al presidente Javier Milei y fue pronunciada ante el núcleo duro de los empresarios argentinos reunidos en el coloquio anual del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina, el 18 de octubre pasado, y remite a las medidas de ajuste implementadas para el primer trimestre de 2024. La modalidad se repite ahora: entre el brindis de Navidad y el de Año Nuevo, unos 1.500 trabajadores del Ministerio de Justicia recibieron sus comunicaciones de despido. Entre ellos, más de 200 pertenecen a las diferentes áreas de trabajo de la Secretaría de Derechos Humanos. El total de despedidos en esa área durante la gestión de Milei alcanza los 400.
Con estas medidas quedan desmantelados el Archivo Nacional de la Memoria (ANM), el Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) y el área de Leyes Reparatorias, todas dependencias directamente ligadas a la producción de insumos para el Poder Judicial en los juicios por delitos de lesa humanidad. Es decir, queda prácticamente eliminada una de las políticas públicas en materia de derechos humanos más reconocida a nivel mundial en las últimas cuatro décadas.
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El último fin de semana los organismos de derechos humanos realizaron un festival de «abrazo solidario» en las instalaciones que en el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) albergan a la Secretaría de Derechos Humanos, al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y al ANM, organismos dedicados a la búsqueda de información sobre personas secuestradas y desaparecidas durante la última dictadura militar. Si bien el EAAF no es una institución estatal, para trabajar necesita articular con organismos del Estado. En el mismo predio se encuentran el Museo Sitio de Memoria ESMA, considerado patrimonio de la humanidad por la Unesco, y el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, un espacio que permanece cerrado desde el 2 de enero y cuyo personal podría ser despedido por el secretario de Derechos Humanos, Alberto Baños, a instancias de su jefe, el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. Los 87 trabajadores del Conti se encuentran en «guardia pasiva», un eufemismo que anuncia los futuros despidos. El festival de finales de año contó con mucha presencia de ciudadanos de a pie, organismos de derechos humanos, partidos políticos de izquierda y escasa presencia de dirigentes políticos de la oposición mayoritaria. Todo un síntoma de la época.
El presidente Milei avisó, apenas asumió, que los derechos humanos no serían prioritarios como área de gobierno. La eliminación del Ministerio de Mujeres y Diversidades fue el comienzo de una saga interminable de recortes a pura motosierra, según anunciara el propio Milei en campaña electoral. Y el nombramiento del exjuez Baños como secretario de Derechos Humanos tampoco alentaba el optimismo.
Desde el comienzo del año laboral, en marzo pasado, todos los trabajadores del área de Derechos Humanos dentro del Ministerio de Justicia pasaron a revistar como contratados con renovación trimestral. El ANM y el RUVTE quedaron sin conducción y, por ende, sin proyectos de trabajo. «Hay un desguace planificado que se ejecuta no planificando el trabajo
de las áreas. Nosotros dependemos del ANM, que no tiene autoridades nombradas. No se evaluó hacer el ajuste según el trabajo a realizar, lo que demuestra la sinrazón de los despidos», asegura a Brecha Silvia San Martín, responsable del RUVTE desde 1995.
El RUVTE fue una usina de producción de información para causas judiciales desde la reapertura de los juicios contra la dictadura en 2004. Y, junto con el área de Leyes Reparatorias, sirvió además para que varias familias de uruguayos, chilenos y paraguayos pudieran presentarse a reclamar por sus familiares secuestrados y desaparecidos en Argentina. El cruce de información entre el ANM y las áreas de legajos policiales en el Ministerio de Seguridad sirvió al RUVTE para producir documentos sobre operativos policiales y víctimas vinculadas a ellos entre 1973 y 1983. Antes del despido de los trabajadores del RUVTE en diciembre, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ya había despedido en setiembre a los trabajadores de las áreas de legajos policiales que coordinaban con el registro.
El ANM custodia todo el material producido desde la vuelta de la democracia, en 1983. Allí se guarda el archivo de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, y con la reapertura de los juicios volvió a funcionar como receptor de denuncias y archivo de legajos producidos en otras áreas del Estado.
Desde la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad advierten que la falta de personal en esas áreas lesionará severamente la marcha de los juicios pendientes. Según el informe anual de la procuraduría, desde 2006 hasta diciembre pasado se resolvieron 332 juicios con 1.195 condenados, entre militares, personal vinculado a fuerzas de seguridad y civiles, por delitos cometidos durante la dictadura. Algunos de ellos en el marco del Plan Cóndor, por ejemplo, el que tiene al coronel uruguayo Manuel Cordero cumpliendo prisión en Argentina.
«Los equipos de investigación en el Ministerio de Defensa fueron desarticulados en julio pasado y eso ya se sintió en los juicios del segundo semestre de 2024. Seguramente al retomarse los juicios en febrero próximo va a ocurrir algo similar cuando fiscales, jueces de instrucción y de tribunales orales pidan informes a la Secretaría de Derechos Humanos», advierte a Brecha un fiscal ligado a los casos de crímenes cometidos
en la dictadura.
Esta semana, la legisladora de la ciudad de Buenos Aires Victoria Montenegro, del peronista Unión por la Patria, denunció al ministro Cúneo Libarona y a Baños ante el juez federal Daniel Rafecas por incumplir la ley que protege los predios donde funcionaron centros clandestinos de detención «como prueba judicial e histórica del genocidio». En setiembre, desde el Centro de Estudios Legales y Sociales presentaron un reclamo ante el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de la ONU por el desmantelamiento de las políticas de memoria, verdad y justicia. Cuando esa instancia supranacional dio al Estado argentino su derecho a réplica, ningún funcionario accedió a responder. Difícil tarea de comunicación cuando la sordera oficial se convierte, además, en silencio destructivo.
Jorge Lanata (1960-2024)
La última muerte de Lanata
Arrancó su carrera pública en la revista cooperativa El Porteño, en la que conoció a buena parte del staff que luego lo acompañaría en la creación de uno de los principales diarios argentinos. El Porteño quería incidir en la escena pública posdictadura con temas como el aborto, las drogas, la ecología y el divorcio, todo con un lenguaje descontracturado que los militares en retirada no admitían. Fue el globo de ensayo para la troupe de periodistas que daría el golpe con Página 12.
La historia cuenta que el diario fue fundado con fondos del viejo Ejército Revolucionario del Pueblo puestos sobre la mesa por el exdirigente guerrillero Enrique Gorriarán Merlo. Así, Página 12 apareció en mayo de 1987 para revolucionar la prensa argentina desde la izquierda. En la cocina del diario estaban Osvaldo Soriano, Juan Gelman, Tomás Eloy Martínez y buena parte de los uruguayos que habían fundado la revista Crisis en los años setenta: Eduardo Galeano, María Esther Gilio, Mario Benedetti y hasta Homero Alsina Thevenet.
Con sus denuncias sobre corrupción, el diario y Lanata les dieron más de un dolor de cabeza a los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem. A mediados de los años noventa Lanata denunció que el grupo Clarín quería comprar Página 12 porque molestaba. Y entonces empezaron las fricciones. Lanata se lanzó en búsqueda de nuevos horizontes. Incursionó en la televisión con su programa Día D, los domingos a la noche, donde se lucía buena parte del staff de Página.
Si la prosa de Lanata en el diario era desenfadada y filosa, en la pantalla el tipo se mostraba canchero, irreverente y, por momentos, hasta pedante. Jamás abandonaba el cigarrillo frente a cámara e incorporó desde el primer momento la puteada como forma cómplice de ganarse a su audiencia en la pulseada con el poder. Su fugaz paso con Lanata.uy en Canal 12 de Montevideo mostró ese contraste entre «la forma de ser» de argentinos y uruguayos.
En una entrevista con Brecha (12-XII-12) equiparó dinero y poder como dos caras de una misma moneda. De alguna manera aspiraba a ambas. «Yo no voy a ser nunca otra cosa que periodista. Obvio que me voy a pelear con quien esté en el poder y está bien que sea así», sentenció. Ya se había arrojado a los brazos del grupo Clarín –al que se había cansado de criticar como monopolio informativo– y era su periodista estrella en las páginas de su diario y, cada domingo a la noche, en la pantalla de Canal 13. Clarín simbolizaba para Lanata el dinero y el poder. Había sostenido que Clarín «fabricaba presidentes», pero, en su nueva lógica, para él el único poder durante la era kirchnerista era el gobierno y Clarín era el actor débil de toda esa historia.
Entonces cambiaron sus audiencias. Murió un Lanata y dio paso a otro. Las horas de televisión, las redes sociales y los testimonios de los personajes de la farándula luego de su muerte así lo testifican. Dejó el incómodo lugar de quien cuestiona el statu quo para incorporarse al establishment farandulero argentino. Así lo entendieron sus excompañeros de ruta del grupo fundacional de Página 12. Eduardo Blaustein, uno de ellos, documentó ese cambio en su libro Las locuras del rey Jorge.
Creó un estilo propio en diarios, revistas, radio, televisión, documentales y hasta en teatro. Fue tan innovador como sus predecesores Natalio Botana, editor del diario Crítica a comienzos del siglo XX; Jacobo Timerman, creador de las revistas Primera Plana y Confirmado y del diario La Opinión; Bernardo Neustadt, un showman periodístico en la televisión de los años ochenta, y Héctor Ricardo García, con su diario Crónica y su canal Crónica TV. Lanata dejó la huella de los creadores con su carga de audacia y egoísmo, un combustible aparentemente imprescindible para trascender a cada una de sus muertes.
F. K.