El escándalo de corrupción de la extrema derecha austríaca - Semanario Brecha
El escándalo de corrupción de la extrema derecha austríaca

Mal parados

A una semana de las elecciones al europarlamento, los ultranacionalistas del austríaco Partido de la Libertad debieron abandonar la coalición de gobierno en su país. La revelación de un video en el que su líder y vicecanciller de la república acepta fondos ilícitos para financiar su campaña puso fin a una de las “experiencias modelo” de la nueva ola conservadora.

El vicecanciller de Austria y líder del Fpö, Heinz-Christian Strache, durante la conferencia de prensa celebrada en Viena tras la revelación del “escándalo de Ibiza” / Foto: Afp, Helmut Fohringer

Las corrientes de ultraderecha europeas no han experimentado en las últimas décadas un golpe tan duro como el que le fue asestado el pasado fin de semana al Partido de la Libertad de Austria (FPÖ). La publicación de un video comprometedor acabó con su participación en el gobierno de ese país. La filmación, realizada en la isla española de Ibiza, muestra al líder del FPÖ, Heinz-Christian Strache, número dos del gobierno austríaco, ofreciendo a una supuesta magnate rusa la concesión de contratos de obras públicas a cambio de respaldo electoral.

El video fue enviado de forma anónima a dos prestigiosos medios de Alemania: el semanario Spiegel y el diario Süddeutsche Zeitung. Ambos publicaron fragmentos de la filmación el pasado viernes y relataron por escrito algunas escenas que aún mantienen en reserva (véase recuadro). El vicecanciller Strache se vio obligado a dimitir, y el jefe del gobierno austríaco, el canciller Sebastian Kurz, del conservador Partido Popular (ÖVP), optó por disolver la alianza gubernamental. La población acudirá a las urnas en elecciones anticipadas a principios de setiembre. Hasta entonces, un gabinete de transición constituido por “expertos y expertas” manejará el rumbo de la república, anunció el presidente, Alexander van der Bellen.

SOCIOS PROBLEMÁTICOS. La oposición y amplios sectores de la sociedad austríaca celebraron el fin de la alianza política que tenía preocupada a media Europa. Desde que entró a formar parte del gabinete, en diciembre de 2017, la ultraderecha determinó gran parte de la agenda oficialista. Socio mayoritario de la coalición de gobierno, el ÖVP se doblegó ante los lineamientos del FPÖ y asumió su política xenófoba. Ambos partidos emprendieron además numerosas reformas de corte neoliberal –distrayendo a la opinión pública con el miedo a la inmigración–, entre ellas, la reducción de impuestos para grandes inversores, el aumento del horario laboral máximo –de ocho a 12 horas diarias–, el recorte de los sustentos mínimos para personas desamparadas y de los fondos para cultura y ayuda social.

Estas transformaciones fueron efectuadas de a poco, empezando por sectores marginales y carentes de gremios con peso. La coalición de populares y ultraderechistas socavó también las políticas hasta ahora muy eficientes de vivienda social y el sistema de seguros de salud de Austria, al priorizar al paciente de mayor poder adquisitivo. Eliminó además instituciones especializadas en políticas de género y quitó apoyo al combate contra la violencia machista. La última ordenanza que alcanzó a poner en vigencia el FPÖ antes de su hundimiento fue pagarles a solicitantes de asilo sólo un euro y medio por hora de trabajo “voluntario” para el bien público.

El así llamado “escándalo de Ibiza” impacta en un momento en que partidos euroescépticos se coordinan para ampliar su poder en Bruselas, posicionándose mejor en las elecciones al Parlamento Europeo que se celebran este domingo 26. La utilización de un método de guerra sucia (como lo es una operación encubierta) para agarrar a destacados representantes de la ultraderecha con las manos en la masa indica que los frentes se endurecen. Es que el descalabre del FPÖ podría marcar un punto de inflexión a nivel europeo.

Una de las primeras en comentar el asunto austríaco fue la canciller alemana, Angela Merkel, quien advirtió que urge “combatir decididamente” ciertas “tendencias” que atentan contra “las minorías indefensas, los derechos humanos elementales”. También indicó que en estos partidos es usual el soborno, para ellos “la política comprable juega un papel importante”, dijo. La jefa del partido democristiano CDU, y posible sucesora de Merkel en el gobierno alemán, Annegret Kramp-Karrenbauer, dijo que el video es “un comprobante de que los populistas de derecha en toda Europa están dispuestos a vender los intereses de sus países en provecho propio. A esa gente no se le debería permitir asumir responsabilidades en Europa”.

EXCESOS PERMITIDOS. Al renunciar el pasado sábado 18 a todos sus cargos (de vicecanciller y de jefe del FPÖ), Heinz-Christian Strache se excusó diciendo que corrió mucho alcohol en aquella cita en Ibiza. Argumentó que se comportó como un “adolescente envalentonado” en “típica pose machista”, para impresionar a su atractiva anfitriona. Se disculpó ante su propia esposa en público y dijo haber actuado de forma irresponsable.

También hubo alcohol en juego en el fin de la carrera del antecesor de Strache al frente del FPÖ. El carismático Jörg Haider murió alcoholizado al volante el 11 de octubre de 2008. Fue el primer líder de un partido de la derecha radical que consiguió, después de la Segunda Guerra Mundial, integrarse al gobierno de un país europeo. Ocurrió en el año 2000, también en aquella ocasión con la ayuda del centroderechista Partido Popular. Y también entonces la coalición se rompió antes de finalizar la legislatura, en 2002. Pero para entonces el FPÖ ya se había ganado la admiración de otros movimientos ultranacionalistas porque había superado su aislamiento. Haider logró quebrar el tabú, el acuerdo tácito que impedía a los partidos tradicionales en toda Europa aliarse a movimientos políticos de tendencias racistas que despreciaran los principios y las instituciones democráticas. Hoy en día el panorama es otro: son muchos los gobiernos del viejo continente que incorporan en sus filas a partidos que instrumentalizan la xenofobia, ponen en riesgo conquistas sociales y derechos humanos y cuestionan los fundamentos ideológicos de la Unión Europea.

El video de Strache

El jefe del FPÖ y futuro vicecanciller de Austria no sospechó que estaba cayendo en una trampa cuando, en una tarde calurosa de julio de 2017, fue invitado a una magnífica residencia ibicenca de paredes blancas y amplia piscina. La anfitriona era una supuesta multimillonaria rusa que decía querer invertir en Austria unos cuantos millones de euros. Se hacía llamar Alyona M y decía representar a su tío, un oligarca cercano al presidente ruso, Vladímir Putin. La reunión fue informal, los invitados bebieron vodka y Red Bull, comieron manjares de sushi y carpaccio. Al líder austríaco de ultraderecha lo acompañó su hombre de confianza y figura clave del FPÖ, Johann Gudenus, quien estudió en Moscú, habla ruso y fue quien estableció el contacto con la mujer.

Nada delataba que fuera una operación encubierta y que todo estuviera siendo filmado. Pero tanto la mansión como los autos de lujo estacionados a la entrada habían sido alquilados, para dar mayor credibilidad a una farsa en la que los anfitriones desempeñaron sus roles. Estos plantearon la posibilidad de que la mujer comprara acciones del diario Kronen Zeitung, un periódico de tinte amarillista leído por dos millones de personas.

Sin pelos en la lengua, Strache demostró un gran entusiasmo ante la idea de tener bajo su control al diario más influyente de la nación: “En cuanto ustedes hayan adquirido el periódico, nos reunimos y ponemos las cosas en claro… Habrá que sacar a tres o cuatro periodistas y colocar a otros cinco que nosotros formaremos”, dijo Strache, y agregó: “No será difícil… los periodistas son las mayores prostitutas del planeta”. El político austríaco anunció además sus intenciones de transformar “el paisaje mediático” siguiendo el modelo de Viktor Orbán, el primer ministro húngaro, conocido por su política autoritaria y ultranacionalista respaldada en el control de los medios de difusión públicos y privados.

Fumando un cigarrillo tras otro y comiéndose las uñas, el líder del FPÖ dio a entender a los “rusos” que les sonreiría la fortuna si la ultraderecha triunfara en Austria. En recompensa por el respaldo en la campaña electoral, Strache les sugirió fundar una empresa constructora a la cual él, en caso de ostentar el poder, le adjudicaría contratos de obras públicas. Aunque la falsa magnate advirtió reiteradas veces que sus fondos no eran “completamente legales”, Strache no se mostró reacio a recibir el dinero y le aconsejó hacer donaciones a su partido a través de asociaciones sin fines de lucro, para así burlar los controles del Tribunal de Cuentas.

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