En la primera mitad del siglo XX Espínola ya era una de las grandes voces de la narrativa uruguaya; títulos como Raza ciega (1926) o Sombras sobre la tierra (1933) habían contribuido a forjar la fama de un narrador que sería respetado por sus compañeros de generación y por el grupo de escritores que los sucedió, los del 45, quienes lo admiraron y lo consideraron uno de sus maestros. Con estas palabras lo recuerda María Inés Silva Vila: «En las clases de Humanidades desmontaba cada canto de la Ilíada como un mecánico puede desarmar un automóvil. […] También al enseñar mantenía el punto de vista de un escritor y precisamente por eso sus clases nos interesaban tanto a nosotros, que con mucho menos obras que aspiraciones ya nos sentíamos escritores».1
«AQUÍ ESTOY»
La historia política de la familia de Paco se remonta a los orígenes mismos del país; esta tradición caló hondo en su personalidad y en su pensamiento. Su abuelo materno cuidó una tropilla de caballos de Oribe en tiempos del sitio de Montevideo. Así lo rememora en el discurso en San José de Mayo, pronunciado en 1957 en el liceo de su ciudad natal: «Mi abuelo nace a los dos años de ser esta nación independiente. Yo apoyé mi mejilla de muy pequeño niño en sus grandes barbas blancas, para oír la tradición de mi familia, de mi partido y de mi raza».2 El padre de Espínola fue un caudillo saravista de San José que participó en las revoluciones de 1897 y de 1904; su regreso de Masoller, con un brazo en cabestrillo, es uno de los primeros recuerdos infantiles del escritor.
En enero de 1935 el propio Paco participó del levantamiento en armas contra la dictadura de Terra en Paso Morlán, donde fue hecho prisionero. Como señala Ana Inés Larre Borges en «Francisco Espínola, el último escritor nacional», un trabajo ineludible para conocer su biografía, no solo fue un escritor de filiación blanca, sino que fue un intelectual de su partido. En las elecciones de 1950 participó como candidato en las listas del Partido Nacional Independiente.
Sin embargo, en noviembre de 1962 se adhirió al Frente Izquierda de Liberación (FIDEL), una decisión que vivió no sin conflictos ni dramatismos. Silva Vila señala: «A pesar de su tradicionalismo político, el cambio no pudo sorprender demasiado a nadie. Ya no debía saber qué hacer con ese amor actuante y paternalista que tenía por los pequeños seres desamparados que pueblan este mundo».
Finalmente, el 27 de agosto de 1971, en un acto que tuvo gran repercusión en la vida intelectual y política del país, Paco se afilió al Partido Comunista (PC). Con estas palabras abrió su discurso: «Debo decir que viene de décadas mi amistad estrecha con militantes del partido, estrecha porque se trabó en luchas, por cierto no siempre fáciles, por Sandino, contra la dictadura del año 33, a favor de la República española, contra el fascismo y el nazismo posterior, contra el antisemitismo, por la causa aliada en la Segunda Guerra Mundial, contra la invasión a Guatemala, y después, claro está, hasta estos días, en defensa de la Cuba socialista y del heroico pueblo de Vietnam». Culminó su discurso dirigiéndose al secretario general del PC: «Arismendi, aunque demasiado, demasiado tarde, aquí estoy».
EL GOLPE
La noche del 26 de junio, la democracia ya estaba más que amenazada y el golpe de Estado era inminente. Al día siguiente, en la portada de El Popular, entre avisos de paros, medidas de lucha de los trabajadores y declaraciones de Arismendi –«Una rosca sin alma piensa en una dictadura a la brasileña»– se comunicaba el fallecimiento del escritor. La segunda página detallaba los datos del sepelio: desde las 9 en su casa en la calle Solano García y la rambla, a las 12 en la Universidad y luego en la casa central del PC, en la calle Fernández Crespo (ex-Sierra). Ante la ocupación de las facultades, se decidió suspender la parada en el Paraninfo y resolvieron ir directo a la sede del PC, local que estaba cerrado a causa de los momentos de tensión que se vivían, pero que fue reabierto para la ocasión.
Wilfredo Penco, que por entonces era estudiante de Derecho, recuerda así aquellos hechos: «Pude observar cómo aquel enorme local fue desbordado por una multitud. Entre esa enorme cantidad de gente identifiqué algunos escritores amigos de Paco, como Alfredo Gravina, Felipe Novoa y Arturo Sergio Visca. También a muchas figuras del ámbito político y sindical. Recuerdo a Seregni, al exrector Maggiolo, al profesor Juan Pivel Devoto, al senador Pedro Zabalza, a los generales Baliñas y Licandro, a Atahualpa del Cioppo, entre otros».3 El lugar sirvió para una reunión política de emergencia, para comenzar a intercambiar información y tomar decisiones en momentos de incertidumbre, ya que algunos de los presentes habían pasado a la clandestinidad.
La hija de Paco, Mercedes Espínola, relata el miedo que sintieron cuando el cortejo fúnebre pasó caminando, rumbo al cementerio central, por un local de la JUP (Juventud Uruguaya de Pie) en 18 y Vázquez: «El 27 de junio de 1973, una multitud llevando a mi padre por 18 de Julio fue el acto desafiante, el acto de valentía que le reconocía […]. Fue también un simbólico reconocimiento de su vida, del que, sin duda alguna, hubiera quedado reconfortado y agradecido».4
El destino fue benevolente con este hombre que había sido piadoso con sus personajes, que creyó en la bondad del prójimo, que entendía que «el arte está siempre dirigido, tierna y solidariamente, a los hombres», y no lo dejó ver los tiempos grises que se avecinaban. Paco escritor, Paco charlista, Paco ciudadano: un autor que retrató a los desheredados, un docente que dejó huella en sus alumnos, un narrador que cautivó con su oratoria, un escritor que es recordado por su obra narrativa, pero que en su juventud también escribió versos. Que estos cantarcitos de los que se despidió en su momento sean –más que la despedida– la bienvenida a la lectura y al conocimiento de una biografía y una obra inmensas: «Cantarcitos míos/ Vidalitay!/ Siento que se vayan./ ¿Qué será de ustedes/ Vidalitay!/ Lejos de mi alma?/ […] / Pero si los oyen/ Vidalitay!/ Quienes leer no saben,/ Váyanse con ellos,/ Vidalitay/ Váyanse, cantares./ Prestenlés mis penas/ Vidalitay!/ Y mis alegrías,/ Y las ansias grandes/ Vidalitay!/ De mi vida chica».5
1. María Inés Silva Vila, «Paco: Bergamín decía que hablaba mejor que Valle-Inclán», en 45 x 1, Montevideo, Fin de Siglo, 1993, pág. 55.
2. Este documento, entre otros (fotografías, cartas, audios, discursos), está disponible en http://paco.com.uy/
3. Ibidem, pág. 145.
4. Álvaro Rico, 15 días que estremecieron al Uruguay, Montevideo, Fin de Siglo, 2006, pág. 135.
5. Ana Inés Larre Borges, Francisco Espínola, poeta, Montevideo, Biblioteca Nacional, 1992, pág. 10.
El jueves 29 de junio a las 18.00 horas, en el Cabildo de Montevideo, la Academia Nacional de Letras recordará a Paco Espínola a 50 años de su fallecimiento. Participarán del homenaje Ana Inés Larre Borges, Daniel Gil, Ricardo Pallares y Juan Justino da Rosa.