Desde afuera puede verse, a través de las puertas de vidrio que hoy ventilan lo que alguna vez fue clandestino, una pequeña asamblea. El portón (o, mejor dicho, el ruido que hacía al abrirse) quedó clavado en la memoria de los que entraban de ojos vendados, y sirvió años más tarde para identificar cuál de todas las casas señoriales de la cuadra guardaba la evidencia de un pasado violento.
Sede para tareas de inteligencia de la Fuerza Aérea Argentina, sitio de tortura generalizada contra jóvenes militantes y de reclusión transitoria previo al traslado a infiernos mayores –como la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)–, la casa está en medio de la manzana, a cuatro cuadras del Congreso de la Nación. Antaño fue acondicionada para servir al crimen, como lo atestigua la mirilla vertical que p...
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