-Volviste a tu formato con cuarteto de guitarras. ¿Cómo vivís esta vuelta luego de varios años?
—Es una alegría volver a encontrarnos. Yo hace 15 años que canto y ellos fueron los primeros músicos que creyeron en mí, me hicieron el superaguante. Yo no cantaba en ese momento, y ellos ya eran los guitarristas que son. Nos conocemos mucho y trabajamos muy bien. Antes hacíamos solo tango y ahora sumamos un repertorio muy lindo, muchos temas de los distintos discos míos. Hay bastantes de autores uruguayos, como Zitarrosa y Mocchi. Van a ver tangos y milongas, todo en este formato a tres guitarras y voz.
—¿Qué sentís que te habilita este formato a diferencia de otros trabajos que has hecho, por ejemplo, con la Orquesta Típica Fernández Fierro?
—La verdad que me gusta mucho cantar con guitarra y hacía mucho que no lo hacía. La voz y la guitarra se llevan muy bien, es un formato clásico rioplatense. En esa situación me pasan cosas que me gustan, sumado a la confianza con los guitarristas.
—En tu disco anterior, Cabeza negra, el trabajo instrumental ocupa mayor espacio. Acá, aunque son varias guitarras, el espectro es más acotado y tu voz tiene más lugar. ¿Qué desafíos sentís que se presentan en esta situación?
—Cabeza negra era un trabajo supercomplejo, con tres bandoneones, distorsión… No es lo más amable para la voz. Me encantó, pero era muy exigente. Aparte, estaba orquestado, entonces, si te llegás a salir del lugar, se cae todo porque no pueden acomodarse. Con las guitarras, lo bueno es que se pueden ir adaptando. Lo que se genera al cantar con una guitarra es más íntimo, y hay mucho espacio para la interpretación. El mayor desafío ahora son los temas nuevos, porque varios son más complejos.
—Recién sacaste un disco nuevo, Pata de perra, y llama la atención que, si bien sigue siendo tu música, es un disco muy diferente a los anteriores. Lo que más se mantiene es tu forma de interpretar.
—Es un disco diferente. Cabeza negra es un trabajo que amo y es el más trágico que he hecho en mi vida, no creo que lo logre de nuevo. Este nuevo disco es de folclore latinoamericano, algo que nunca había hecho. Por eso le pedí ayuda a Macha Asenjo, gran músico chileno, y a su banda Bloque Depresivo. Sabía que lo tenía que hacer con ellos. Él es el productor artístico. Es un disco muy diferente a lo que venía haciendo, y así será el próximo que haga.
—Si bien decís que ahora estás en un retorno al viejo formato en cuarteto, me imagino que es inevitable que se vea atravesado por las experiencias que has tenido en los últimos años.
—Son dos proyectos muy distintos que voy a intentar mantener al unísono. No vamos a hacer temas de Pata de perra, pero sí bastantes de Cabeza negra y muchos clásicos. Ojalá pueda visitar Montevideo con el proyecto de este nuevo disco, pero es muy ambicioso, habría que traer músicos de Chile. Es más fácil que yo vaya para allá. Mientras tanto, estoy con los tres guitarristas, a veces se suma un percusionista.
—En la prensa sos denominada como una artista de tango, pero es claro que con Cabeza negra, y aún más con Pata de perra, esa etiqueta te queda bastante corta. El tanguismo sigue en tu voz, pero la música, de por sí, no es tango.
—Yo soy una cantante de música popular. Me formé en el tango y por eso tengo muchas formas de decir o frasear que vienen de ese lugar, entonces es muy lógico que cante otra cosa y suene tanguero. Pero en mis discos casi no hay tangos grabados. Cabeza negra es, por lejos, el más tanguero, pero en los anteriores no había ni un solo tango, y en este nuevo, tampoco. Entiendo que el timbre, la voz y cierta forma de desarrollar las canciones sí pueden calificarse como provenientes del ámbito tanguero.
—¿Sentís estos trabajos como algo al margen del tango o es tu forma de acompañarlo hacia otros lugares?
—Creo que lo que hicimos en Cabeza negra fue una manera de explorar las formaciones raras, como combinar cuatro fuelles con contrabajo, bombo y caja, o en los arreglos, viendo cómo hacer que los fuelles sonaran como una orquesta de bandoneones y no como acompañantes de la voz. Yo vengo del tango nuevo y, aunque ya estamos todos más grandes, hay un montón de composiciones nuevas y muchos grupos sumando, de los cuales me enriquezco. Ahora estoy cantando folclore latinoamericano, pero, a la vez, siempre estoy interpretando tango del siglo XXI.
—¿Cómo definirías el tango del siglo XXI?
—Por la búsqueda. Tenemos un pasado que es una gloria, pero también hay un montón de cosas muy interesantes de estos últimos 20 años, nuevas formaciones, como La Chicana o la Orquesta Típica Fernández Fierro. Hay un montón de gente y no podría definir un solo estilo, pero sí personas que están buscando hacer cosas nuevas dentro de un género.
—Como persona pública, te expresás mucho sobre política. Te has pronunciado por la situación en Gaza en pro de Palestina. Es algo que, por lo general, no es habitual en el ámbito del tango.
—La Fernández Fierro siempre ha sido un espacio en el que se ha hablado de política. Tal vez no es lo mejor para el trabajo de uno opinar tanto, porque pasan cosas, pero, en mi caso, en algunas situaciones, no puedo evitarlo. Cuando hay cosas que me duelen mucho, opino. No separo mucho el arte de la política.
—¿Ves el tango como un lugar con una potencia político-artística?
—¡Claro que sí! El tango es de mucha resistencia, es del underground. No es masivo, no es mainstream. Es un mundo relativamente pequeño pero hermoso, que existe por puro amor al género. Existe en la gente, siempre estará vivo.