El texto y sus reflejos

Pablo Rocca
11 noviembre, 2022

- Tiempo de lectura: 8 min

«¿Para qué sirve el Martín Fierro?» Con esa pregunta, en 1971, Juan Carlos Martelli provocó un enmarañado debate entre Arturo Jaureche, David Viñas, Rafael Squirru y Noé Jitrik. Este último advirtió que «es preciso rescatar sin sacralizar», para salir de un envaramiento al que lo estaban sometiendo la escuela, los tradicionalistas y las distintas caras del nacionalismo. El poder de esta casi solitaria obra en verso de José Hernández (1834-1886) –o, quizá, el poder mayor de sus reflejos– sigue firme en su sesquicentenario.

Ilustración de Adolfo Bellocq para la edición de 1930, editada por Amigos del Arte, Buenos Aires

Casi un siglo atrás, esa canonización de las piezas que formaron una díada –El gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1879)– estaba lejos de las expectativas de los intelectuales. José E. Rodó, por ejemplo, en su extensa obra crítica lo menciona una sola vez, al pasar y sin el menor entusiasmo. Mientras tanto, avanzaba el abrumador consumo de los rústicos folletos por parte de los sectores menos letrados –muchos de ellos alfabetos de estreno–, que por toda la región platense y un poco más débilmente por el sur de Brasil llegaron a comprar decenas de miles de copias en pocos años. Inmensurables, en cambio, son las posibilidades de su lectura en voz alta en pulperías, ranchos solitarios, galpones de estancia. Nadie podía ignorar esta eclosión, y ella misma significaba una...