Tras el triunfo de Petro: Colombia, zona inconforme - Semanario Brecha
Tras el triunfo de Petro

Colombia, zona inconforme

El domingo 19, Gustavo Petro y su compañera de fórmula Francia Márquez lograron lo que parecía imposible: movilizar al abstencionismo crónico en sus áreas de influencia (zonas populares de las ciudades y las costas) y, entusiasmando a millones que parecían ajenos a la disputa política, abatir los niveles de abstención consolidados a lo largo de este siglo para así conseguir un triunfo histórico.

De la participación de 54 por ciento que existió en la primera vuelta de este año –la misma que en las presidenciales de 2018– se pasó a un 58 por ciento de concurrencia a las urnas en la segunda vuelta. Vale recordar que, por ejemplo, la participación en las presidenciales de 2006, en el apogeo de popularidad del expresidente Álvaro Uribe, fue de apenas 45 por ciento.

De la gran masa abstencionista salió la mayor parte de los 2.700.000 votos que Petro logró sumar de una vuelta a otra y que le permitieron superar así los 11 millones de votos. También hubo alrededor de 700 mil votos que en la primera vuelta votaron mayoritariamente por Rodolfo Hernández, pero que en la segunda lo hicieron por el exalcalde de Bogotá, un número explicable por el apoyo que el millonario recibió del uribismo después de haberse perfilado como candidato anti-establishment.

LA RESPUESTA DE LA DERECHA

La democracia se había hecho esperar en Colombia, pero finalmente llegó. La ausencia de hechos de violencia significativa y el rápido acatamiento de todos los actores a un resultado en el que Petro sacó una ventaja de 780 mil votos –incluidos el reconocimiento pronto y sabio del triunfo de Petro por el expresidente Álvaro Uribe, el candidato Rodolfo Hernández y el actual presidente, Iván Duque– son signos de un país que avanza en el ámbito institucional y en su intento de dejar atrás la guerra.

Queda por verse, sin embargo, cómo reaccionará el poderoso conservadurismo colombiano ante las decisiones que tome el nuevo gobierno. Fundamentalmente los medios deberán hacerse la pregunta urgente sobre el modelo de oposición que quieren hacer: llevando el país a la crispación y la criminalización de las acciones de gobierno, bajo el modelo de los medios limeños contra el actual presidente peruano, Pedro Castillo, o permitiendo al menos la luna de miel que suelen dictar los protocolos tácitos durante todo inicio de gestión presidencial.

Petro ha interpelado a la (nueva) oposición desde el primer momento. Les instó en su discurso triunfal a nombrar un líder, a quien de antemano invita a conversar en el Palacio de Nariño. Los derrotados enfrentan la necesidad de buscar un dirigente que los aúne, en tanto hay pocas perspectivas de que Hernández, Duque o Uribe puedan mantenerse al frente de la oposición.

A contrapelo de las décadas anteriores de la política colombiana, en que la derecha tenía un líder indiscutido mientras que la izquierda estaba en retirada y confundida, hoy es la derecha la que parece no tener un plan claro, aunque aún pueda ser temprano para sacar conclusiones. Es de esperar que primero espere un error de Petro para luego tratar de revertir su triunfo por alguna vía, incluyendo la electoral, dentro de cuatro años.

IMPACTO GEOPOLÍTICO

Las implicaciones geopolíticas también son enormes. Al despertarse Estados Unidos este lunes, ni Chile ni Colombia estaban allí. Al menos como pensó que estarían, quietos, para la eternidad. Sus dos aposentos, sus zonas de confort, entraron en la franja de la disconformidad con respecto a los designios de Washington. Este 19 de junio tembló la cabeza de playa que la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) construyó en Colombia. Estados Unidos, con su Plan Colombia, había sido el principal impulsor de la «seguridad democrática» del uribismo y ahora deberá cambiar su enfoque en sus relaciones con este país, en momentos en que el presidente Joe Biden intenta forjar buenos vínculos con el continente sudamericano. Con la guerra de Ucrania en Europa, la potencia del norte entra en una nueva era de conflictos sin certezas en su patio trasero.

Además, Petro ha demostrado en otras ocasiones que, al igual que otros líderes de izquierda de América Latina, no le incomoda plantear temas tabú, especialmente en el área internacional. Como buen costeño, le gusta hablar. Esto es, no se va a quedar en protocolos fríos y tímidos, sino que va a problematizar la política hemisférica. En su discurso del día del triunfo ya comenzó a hacerlo, interpelando a Washington en torno al tema ambiental, al proponer al resto de la región mantener con Estados Unidos «un diálogo en las Américas sin exclusiones de ningún pueblo, de ninguna nación» sobre «lo que significa el hecho de que» en ese país «se emita, como casi en ningún otro, gases de efecto invernadero». Sin duda, el nuevo mandatario colombiano representa un nuevo impulso para la izquierda gobernante en América Latina. Aunque los horizontes cerrados en materia económica vienen pulverizando los proyectos alternativos de este siglo XXI, Petro viene a hacer un valioso intento.

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