El Vaticano a la hora Trump - Semanario Brecha
Quién será el santo padre

El Vaticano a la hora Trump

Arte callejero en Roma el 24 de abril / Afp, Piero Cruciatti

¿Puede Donald Trump influir en el cónclave que elegirá al sucesor del papa?

Los criterios con los que se mira la Capilla Sixtina desde afuera no son transponibles como tales al contexto de los cardenales, que son los príncipes de una élite del catolicismo seleccionada entre un cuerpo de creyentes autoevaluado en 1.400 millones de personas. Si bien es un error definir a los cardenales que asisten al cónclave con etiquetas como conservadores o progresistas, de derecha o izquierda, también hay que desconfiar de quienes piensan que tales divisiones no explican nada. El propio Jorge Bergoglio fue y sigue siendo considerado un conservador desde el punto de vista doctrinal, pero un progresista en cuestiones sociales.

En sus 12 años de pontificado ha cambiado radicalmente el colegio cardenalicio establecido por sus predecesores Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger. La mayoría (108 de 135) de los que entrarán en la Capilla Sixtina fueron nombrados por Francisco. Sin embargo, una vez más, sería un error considerar a estos 108 cardenales como «bergoglianos». Son todos hombres mayores, casi siempre dotados de prestigio propio y sólidas raíces que cada vez están menos en la curia romana y más en sus países de origen. Los factores de mérito de los cardenales, su currículum y su distribución geográfica (59 europeos, 37 americanos, 20 asiáticos, 16 africanos y tres de Oceanía) han jugado un papel en los nombramientos. Los europeos, que ahora representan el 44 por ciento del total, no paran de caer en número. Aunque todos los candidatos fueron en su día aprobados por Francisco, a medida que se va alejando la muerte de Francisco y acercándose la fecha del cónclave van tomando vuelo propio.

Sin embargo, hay un factor nuevo: la expresión abierta de divisiones políticas y de carácter. Si bien es cierto que Bergoglio era querido por muchos, no es menos cierto que contra él muchos católicos, especialmente de derechas, se sentían libres de expresar su desprecio o su odio. El vice primer ministro italiano, Matteo Salvini, afirmó en varias ocasiones que no lo reconocía como papa.

UN PAPA PARA DONALD TRUMP

Países clave o relevantes como Estados Unidos, Italia, Hungría, Rusia, por no hablar de Israel y Argentina, están hoy gobernados por ultraconservadores. Las posiciones de Francisco sobre el medioambiente, la migración, la pobreza, la guerra y el rearme son totalmente contrahegemónicas respecto a la corriente dominante actual.

El Financial Times recordó cómo algunos católicos dentro del mundo MAGA (Make America Great Again), el trumpista, como el influyente predicador estadounidense Jesse Romero, dijeron que «ha llegado el momento de un papa en sintonía con Donald Trump, que restaure los valores cristianos tradicionales». Para Romero, Bergoglio ha sido débil ante el aborto, amigable con los homosexuales e inclinado al marxismo, es tiempo ya de deshacerse de todos los jerarcas que le eran afines.

No son solo palabras. A medida que la salud del pontífice decaía, los círculos conservadores han pedido repetidamente su renuncia, un camino que abrió Benedicto XVI. Más aún, en 2018, el exnuncio apostólico en Washington Carlo Maria Viganò, conocido por sus posiciones ultraconservadoras, pidió la renuncia del papa por su presunta complicidad en los abusos sexuales del cardenal estadounidense Theodore McCarrick. Esta trama habría sido financiada directamente por Trump, como también escribió Daniel Verdú en El País de Madrid. Massimo Faggioli, historiador del cristianismo en la Universidad Villanova de Filadelfia, asegura que desde 2013 las jerarquías de Estados Unidos, un país con 73 millones de bautizados, han tenido crecientes dificultades para reconocer a Bergoglio como papa, al que acusaban, entre otras cosas, de tener un escaso nivel intelectual.

En el centro de lo que podría convertirse en un intento real de derrotar las ideas de Bergoglio en el cónclave está Raymond Burke, el cardenal que Trump querría en el Vaticano, abiertamente alineado con él. El republicano ha dicho públicamente que quiere un papa estadounidense y que tiene preferencias: Burke y Timothy Dolan. Este último, nacido en 1950, arzobispo de Nueva York, ungido cardenal por Ratzinger en 2012, fue el candidato conservador más creíble en el cónclave de 2013, cuando Bergoglio fue elegido, y habló en la convención del Partido Republicano de 2020 a favor de Trump.

Aún más a la derecha está Burke. Nacido en 1948 en Wisconsin, tiene una excelente trayectoria en la frontera entre el conservadurismo y el tradicionalismo, es decir, aquellos católicos que aún no han digerido bien el Concilio Vaticano II, pero no siguieron el cisma de monseñor Lefebvre en 1970. Amante del lujo, a Burke se lo ve a menudo vestido con una cola de 12 metros y cubierto de oro. Fue designado cardenal por Ratzinger en 2010 y participó en la elección de Bergoglio.

Al igual que Viganò, Burke ha atacado continuamente a Bergoglio, en particular por su supuesta apertura al mundo LGBTQ+. Hubo una guerra de guerrillas personal entre ambos hasta que Bergoglio le privó de su sueldo y de su lujoso alojamiento romano.

Es poco probable que sea el candidato conservador, pero sin duda es uno de los principales hacedores de reyes. Si tienen razón quienes piensan que Burke dispone de recursos económicos ilimitados, que vendrían directamente de la Casa Blanca, el peligro de un giro de 180 grados en la Iglesia católica pos-Bergoglio no es inexistente. Al fin y al cabo, la simonía, la corrupción del clero que ya denunció Dante Alighieri, la inventaron ellos. 

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