Un fusca en la carretera
El viaje, el azar, el fragmento
Es posible que quien haya leído Dodecamerón (2008) y 180 (2010), las dos novelas de Carlos Rehermann inmediatamente anteriores a El auto, se sienta algo perplejo al comenzar la lectura de esta última. En aquellas persistían poderosas marcas de estilo que ahora escasean: la erudición que incita al lector a decodificar un laberinto de intertextos y guiños culturales, la osadía discursiva, una respiración animada por lo bizarro y lo excesivo, que infringe límites, los cruza o los desborda. El auto, por lo menos hasta poco más de la mitad, se presenta como el relato lineal de una experiencia casi estándar, narrada con pautas realistas. Alejo Murillo, un personaje conocido por los seguidores del autor, se traslada a la ciudad de Rivera pa...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate