Después de la definición de las precandidaturas, de la conformación de los apoyos, los menús programáticos y las listas, del cálculo de quiénes evalúan bajarse o seguir hasta el final, del fervor militante, de las chicanas, de los análisis, de los eslóganes, los spots y los jingles y del orejeo ansioso de las encuestas, las internas traen la primera batería de certezas del ciclo electoral. Traen también, casi inmediatamente, nuevas mediciones, proyecciones y cálculos, e incluso la tentación de verlas como un espejo que devuelve los deseos ya vueltos realidad. El domingo 30 de junio, los precandidatos favoritos de los principales partidos vieron cómo se volvía certeza lo que hasta entonces era una alta –o en algún caso altísima– probabilidad.
Sus triunfos, sin embargo, no fueron todos igual...
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