La pobreza es un hueso duro de roer. Su erradicación significaría el fin de las políticas de asistencia, pero esa parece una utopía para un sistema en el que la tecnología suplanta la mano de obra poco especializada y el capital se concentra cada vez en menos manos. Los resultados de los programas asistenciales impulsados por el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) durante los gobiernos progresistas, pensados como un puente entre la asistencia estatal y la inserción laboral, dan cuenta de las dificultades para que los sectores más marginados de la sociedad obtengan un trabajo. Los «bajos niveles educativos» y «la baja capacitación» hacen que «el acceso al trabajo sea con salarios muy reducido». Aun en este escenario, muchos no logran acceder a un empleo y tienen que «deambular por los d...
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