Uno se pregunta cómo es posible que se haya configurado semejante escena en el campo político. Porque algo cambió: nos encontramos con una derechización creciente, un Frente Amplio que perdió cerca de 200 mil votos en relación con 2014 y una bancada de cabildantes nada desdeñable. Más allá de las torpezas de comunicación del oficialismo y de una severa carencia de autocrítica (asociada a la ausencia de una discusión ideológica), hay un hecho básico: tendemos a olvidar que la operación política y económica de los partidos más conservadores y fascistas apunta no sólo a producir cambios en el indescifrable mundo de las altas finanzas, el mercado mundial y la circulación del capital, sino también a trabajar en la producción de nuevas subjetividades para garantizar esos patrones de acumulación.
Voy a la biblioteca. Agarro uno de los libros de consulta permanente. Hace unos días había leído algo que me parecía pertinente a la situación actual. Transcribo: “Este es el meollo de la situación uruguaya: la posibilidad de un gobierno copado por esa neoburocracia que el imperio recluta entre la clase explotadora de los banqueros, latifundistas, monopolistas asociados a sus propias inversiones y supervisado por tecnócratas de idéntico linaje, pero que operan en el plano de los organismos internacionales. La función de este gobierno es alinear nuestra economía con los planes integracionistas del imperialismo para perpetuar su dominio y ahondar su saqueo. Para ello debe congelar salarios y descoyuntar las vértebras de la economía nacional. Como al proceder a la práctica de esa cirugía devastadora se enfrenta al descontento popular, como los trabajadores se niegan a ser hambreados en beneficio de la clase dominante y de los monopolios foráneos, el gobierno con una mano firma el decreto congelacionista y con la otra empuña el garrote de la represión, militariza las fuerzas de seguridad. Su modus operandi actual es una especie de creciente dictadura legalizada. En ello se vislumbra, también, el desfasaje articulado del múltiple proceso rioplatense: primero fue así en la Argentina, luego en Brasil y ahora en Uruguay. A esta altura ya no cabe la existencia de despistados, ni de distraídos: el que no ve es porque no quiere, o porque no le conviene ver”.
Esos que intentan hacerse hoy los distraídos forman parte de las nuevas subjetividades que se han ido amoldando a esta situación a medida que la campaña publicitaria y de los medios hegemónicos –que nunca dejaron de estar en manos de la oposición– forjaba percepciones e ideologemas todavía poco asumibles. Lo que se exige ahora es una personalidad que se lance a la competencia, que piense primero en sí mismo, que se disponga al goce incesante y que habite una cierta dimensión paranoica en la que los otros son portadores de riesgo.
Ah, un detalle. La cita pertenece al libro Economía y política en el Uruguay contemporáneo, de Vivian Trías. Fue escrito en 1968.