Es lo que hay – Semanario Brecha
Mujica en los medios del mundo

Es lo que hay

Montevideo, el 27 de febrero de 2015. AFP, Pablo Porciúncula.

No había que tener cualidades de pitoniso para prever que así sería cuando José Mujica muriera: en los medios del mundo entero sobreabundaron los superlativos y por unas horas nadamos en un mar más o menos gelatinoso de loas y ditirambos a la medida del consensualismo que no pocos de los comentaristas que se desplegaron en páginas y éteres adjudicaron al «ser uruguayo». Un lugar común de los más reiterados –el que otorgaba a Mujica el poder de «colocar a Uruguay en el mapa», superando en el prodigio a los Suárez y los Cavani– sí que se verificó: la muerte de elpepe (como lo ha llamado, con ese toque tan suyo para aludir a marcas, el argentino Martín Caparrós, autor de una larga nota en El País de Madrid) fue portada, nota de destaque o motivo de coberturas especiales de diarios, revistas, canales de televisión, radios, portales del planeta entero, desde el New York Times en español hasta Libération y Le Monde en Francia, desde la iraní HispanTV hasta la BBC de Londres, desde la Deutsche Welle alemana hasta el Global Times chino, ni que decir de los medios latinoamericanos, fundamentalmente argentinos, y españoles. Algunas fórmulas se desplegaron en loop: la de «el presidente más pobre del mundo», desmentida y despreciada por el propio homenajeado, ranqueó bien arriba, y la de «el exguerrillero devenido jefe de Estado» se repitió como latiguillo a lo largo de titulares. Raros fueron los que no glosaron sobre la «honestidad» y la «ética» de Mujica o sobre su «coherencia» entre predicamentos y estilo de vida. La sucesión de elogios incluyó una elevación de Mujica hasta el nivel del papa Francisco, en una improbable conjunción beatífica rioplatense que en Argentina hubo quien peronizó (el más peronista de los habitualmente antiperonistas políticos uruguayos, coincidieron, aludiendo al «Pepe de la gente», varios periodistas de allá nomás). En ese registro, pero escapando a la cadena de loas, asomó el humor inteligente de la revista Barcelona, con su tapa ilustrada por el uruguayo ya en el cielo, mate en mano: «Pepe Mujica propuso que Dios y el diablo se sienten en una mesa a hablar hasta dejar atrás sus diferencias». La revista argentina insistió luego en esa línea en un posteo en X: «Las fuerzas del cielo corren y se suben al patrullero de San Pedro tras la llegada de Francisco y Mujica». La alusión no podía ser más directa a Javier Milei y su odio apenas disimulado por el papa Pepe.

(De la galaxia mediática e internética ligada a la extrema derecha rioplatense provinieron acaso las salidas de tono más groseras, como la de un Daniel Parisini, el Gordo Dan, un influencer cercano a La Libertad Avanza que posteó un «Uno menos» tras la muerte de Mujica. El propio presidente argentino, que no hizo comentario alguno, retuiteó el mensaje de un abogado vinculado a su ministra del Interior, Patricia Bullrich: «Sencillamente, no se puede rendir honores a quien ejerció la violencia política hasta su grado máximo: el homicidio individual y artero». Los libertarianos uruguayos también brindaron y abundaron sobre «el terrorista Mujica», por ejemplo en Bajo la Lupa, el sitio web desde el que el periodista Esteban Queimada propone una «batalla cultural» contra «la cultura woke y el globalismo»).

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En ese centro político tan frecuentado y habitado por Mujica en los últimos años a pesar de (algunos de) sus decires, convergieron la mayor parte de los medios al saludar la figura del expresidente muerto. Tendiendo hacia la izquierda, pusieron acaso más el acento en la vieja rebeldía del homenajeado, su honesto rechazo al consumismo, su verbal reivindicación de un mundo más solidario y justo; tendiendo hacia la derecha, resaltaron sobre todo la bondad no desmentida del personaje, su contribución a la «reconciliación». Las líneas de todas maneras aparecieron difuminadas, y leer Libération, un diario surgido de la extrema izquierda política e intelectual que animó el Mayo del 68 francés y viró hacia una tímida socialdemocracia, se hizo por momentos indistinguible de cualquier medio clásicamente conservador. Por ejemplo, en el regodeo sobre cómo Mujica se puso al frente del aggiornamento de una izquierda latinoamericana al fin despojada de sus ilusiones del pasado, normalizada e integrada, encajonada en el posibilismo.

En ese «como te digo una cosa te digo la otra» que Mujica popularizó hasta el meme, quienes en el progresismo mediático quisieron encontrar y levantar a un Mujica antisistema o anticapitalista hallaron de qué agarrarse invocando encendidos discursos del uruguayo en cumbres de Naciones Unidas y tribunas similares o, en una escala más modesta de la rebeldía, evocando la empatía del líder con los más humildes; quienes, por el contrario, resaltaron al converso no tuvieron problemas en encontrar citas de Mujica llamando a los más poderosos a no ser nabos y a ceder algo de sus riquezas para no terminar perdiendo la guerra ante esos mismos humildes, en un remedo de aquellas famosas declaraciones del magnate Warren Buffet.

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Críticos por izquierda de Mujica volvieron a hacer circular ahora por redes sociales declaraciones de Leo Maslíah de 2016. El estrellato pop del ya expresidente no estaba en sus picos más altos, pero al escritor y músico uruguayo le costó que, en Santiago de Chile, donde tocaba entonces, le creyeran que ese hombre al que en la izquierda chilena consideraban poco menos que un prócer era en realidad otra cosa. «Mujica es un individuo que ha tenido una especie de marketing internacional muy activo y muy exitoso, pero lamentablemente su presidencia en Uruguay significó varias cosas muy oscuras y muy pesadas. […] El grado de extranjerización de la tierra llegó a superar la mitad del país y es una persona que, pese a tener una imagen internacional de ser una especie de paladín de los derechos humanos, en Uruguay no hizo otra cosa que proteger a criminales de lesa humanidad todo lo que pudo y obstaculizar todo lo que pudo las investigaciones por los crímenes de la época de la dictadura», le dijo Maslíah a la radio Biobío. «Sé que no es esa la imagen que se ha dado de él en muchos países», declaró también el músico. Y uno se queda pensando en que así es: que en medio de esa «orfandad ideológica existente en la izquierda» en la que la idolatría por el Pepe sería una señal, al decir de un posteo del periodista Víctor Bacchetta que se hizo viral, la imagen era todo, o casi.

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