Todos los años, a finales de febrero, en una especie de celebración del verano utópico que comienza a desintegrarse bajo las responsabilidades, se festeja el Festisurf, una jornada de bandas de surf rock. Esta vez el encuentro se hizo el 24 de febrero en Reconquista y Juan Carlos Gómez, justo al lado del bar Fénix. Tocaron siete bandas: The Supersonicos, Sonny Chiba, Los Ultraman, Los Dinámicos, Los Reverb, Tony y los Montana, The Amazing Onemanband y Los Chanchos Salvajes.
El evento empezó alrededor de las seis de la tarde, tranquilo, para ir remontando en intensidad a medida que la noche comenzaba a acercarse. En honor a lo que el festival proponía, hubo una gran manifestación de vestimenta veraniega y camisas con diseños florales de todo tipo. Y, sobre el escenario, las diferentes bandas mostraron que ellos también podían ser excéntricos e innovadores en sus interpretaciones.
Mezclando covers de los Beatles en estilo surf rock con casi copias de temas de La Trampa pero con algún riff de guitarra más simpático, si algo quedó claro fue que para el surf rock, más que nada, lo imprescindible es tener un buen sentido del humor; facilidad para el chiste fácil, infantil a veces, pero ameno. La pedantería y la pretensión fueron dejadas de lado para dar paso a una parodia de lo que el encuentro mismo significaba. Los collares con flores de plástico, las chancletas, las musculosas raídas mientras subía el viento frío desde la rambla.
Apegándose a la tradición del género, fueron pocas las bandas con vocalistas, y hubo más bien mutismo por parte de los músicos. Sólo algunos grupos, como los Chanchos Salvajes, de Gustavo Parodi, incurrieron en la lírica, dejando una sensación de punk rock añejo y levemente fuera de lugar.
Al igual que el épico Peach and Convention –festival de música indie que este año se hizo notar por su ausencia–, el Festisurf tuvo como insignia no tanto un fin comercial o de difusión sino un intento –muy logrado– de celebración del ambiente under que rápidamente crece y gana más fuerza en el ámbito musical y artístico montevideano. Cuando uno va a este tipo de eventos no lo hace tan sólo para escuchar la música o para conocer bandas nuevas, sino que es el sitio de encuentro de un movimiento cultural que tiende a estar disgregado en diferentes microespacios, pero que tiene una línea en común, que es el deseo insoportable de crear algo nuevo y representativo de la nueva generación.