El domingo de noche el Auditorio del Sodre, usualmente tan paquete, lucía un poco devastado. La alfombra roja delataba las decenas de miles de pisadas, la mayoría sub 18, quizás livianas pero ciertamente frenéticas. Unas pisadas propensas al frenazo y a la arrancada en sentido contrario, frecuentemente acompañadas de espadas de gran envergadura arrastradas por el piso que dejaron su huella, esperemos que deleble, en el pavimento acolchado de un edificio acostumbrado a mayores composturas.
En los dos días que duró el encuentro, varias constataciones. Primero: mucha gente. Probablemente más que nunca. Segundo: muchísimas niñas y mujeres. Tercero: montones de fans, de todas las edades, comprando historietas, haciendo cola para hacer firmar libros, hablando con los invitados extranjeros. Son b...
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