Había anochecido, por lo que acompañaron a su todavía joven abuela a la parada del 163 en Camino Cibils y La Boyada. La madre traía a la más chica en un carrito de supermercado. La hermana más grande revoloteaba alrededor. Al rato se arrimó el padre. Traía una bandejita de sándwiches. La más chica aceptó entusiasmada el alimento que le ofrecía el hombre. La más grande, en cambio, frunció la nariz.
—¡Ah, mirá, la que nunca comió comida requechada! —ironizó el padre.
—Mejor. Dámelo a mí —zanjó la madre.
Aunque hayan desaparecido de la última estimación semestral de pobreza del Instituto Nacional de Estadística (INE), los gurises pobres siguen ahí. Y como el lunes aparecieron en la página del instituto los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares del primer semestre –a partir de los cuales se estima, entre otras cosas, la pobreza–, el colega de El Observador Tomer Urwicz pudo calcular su incidencia en los hogares con niños menores de 6 años.
El resultado publicado el martes confirmó la intuición de la que partía la nota publicada la semana pasada por este semanario («Menos, y más pobres», Brecha, 29-IX-23): que las cosas seguían igual de mal, que uno de cada cinco niños menores de 6 años seguía siendo pobre y también que –por varios motivos– la anunciada partida de 50 millones de dólares anuales que se iba a gastar en los niños más vulnerados «no le hace cosquillas a la pobreza», como le confesó a Urwicz una fuente de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto.
Los números que la diputada Cristina Lustemberg manejaba el miércoles en la Cámara, cuando fundamentaba su proyecto de ley sobre garantías para la primera infancia, infancia y adolescencia, son coincidentes. Durante la primera mitad del año vivían bajo la línea de pobreza el 20,9 por ciento de los menores de 6 años, el 19,1 de los que tienen entre 6 y 11, el 18,8 de los que tienen entre 12 y 17, el 8,9 de los adultos y solo el 1,8 de los que cuentan 65 o más primaveras.
Parece innecesario recordar que la pobreza es algo más que contar con menos de 16 mil pesos por mes para sostener a un niño.1 Es una experiencia de privación y violencia que, en este país, en esta ciudad, incluye en demasiadas familias con niños chicos los ardores del hambre, eso que los estudios denominan como «inseguridad alimentaria grave».
Hace tres meses y poco, la Universidad de la República advertía que en Punta de Rieles y Bella Italia el 12,4 por ciento de los hogares donde vivían chiquilines de entre 12 y 17 años estaba en esa situación, disimulándola con mate dulce, pero sin poder evitar que los carnés de control de salud de los gurises comprobaran que su estatura era un 5,4 por ciento inferior a su potencial de desarrollo («En reiteración real», Brecha, 16-VI-23).
Ahora, por iniciativa de la Federación Uruguaya de Magisterio, la universidad investigó el estado de las cosas al oeste del Pantanoso, en el Municipio A, desde el Cerro hasta Punta Espinillo, donde vive la quinta parte de los montevideanos.
El informe se presentará el viernes 13 de octubre en dos instancias. La primera, durante la mañana, en la Nave B de la Unidad Agroalimentaria de Montevideo. La segunda, para los que anden por el Centro, a las 18.30 horas en el paraninfo de la universidad.
La muestra en la que se basa es robusta. Los investigadores entrevistaron 535 hogares en los que vivían menores de 12 años. Por razones técnicas descartaron 60 casos, por lo que sus conclusiones se basan en 475, cifra que más que triplica la cantidad de hogares que entrevistó en ese municipio el INE para su Informe Nacional de Prevalencia de Inseguridad Alimentaria. Además, como docentes y estudiantes contaron con el apoyo de referentes barriales, llegaron a zonas que ni siquiera fueron relevadas por los censistas de 2011, lo que refuerza su representatividad.
El informe concluye que, en el Municipio A, entre la primavera de 2022 y el otoño de 2023, el 20 por ciento de los hogares con menores de 12 años padeció inseguridad alimentaria grave. Uno de cada cinco con hambre.
1. La cifra es una aproximación porque la línea de pobreza se establece en rangos distintos según el tamaño de los hogares y la zona en que residen. Así, en Montevideo, está en 33.718 pesos para un hogar de dos personas y en 47.809 para uno de tres.