Todavía no son las nueve de la mañana del miércoles 3 de setiembre cuando Ismael llega a su nuevo trabajo: lo contrataron para pintar un apartamento ubicado en Maeso, una callecita estrecha y coqueta en el corazón de Pocitos. Estaciona el viejo Volvo, que sin dudas desentona en la zona, toma algunas herramientas y entra al edificio. A los 15 minutos, dos guardias de seguridad de la Escuela Integral, ubicada a menos de media cuadra, tocan timbre y le piden que baje. Ismael pregunta por qué y le contestan que necesitan pedirle que «saque la bandera». «Los padres se quejaron», argumentan los guardias. La bandera es la de Palestina, que Ismael lleva en la baca del auto. El pintor responde que hace dos años que la lleva atada y no tiene pensado sacarla, y se niega a bajar. Ahora recuerda que, al llegar, vio bloques de hormigón en la vereda, dispositivos de protección habituales en instituciones judías.
Los guardias insisten en que baje, pero él se vuelve a negar y dice que en media hora, cuando baje a abrirle a su compañero de trabajo, pueden conversar. La media hora pasa, el compañero llega y ambos se acercan al auto a buscar más herramientas. En ese momento los guardias vuelven a insistir con que debe sacar la bandera. Otra vez se niega, pero propone: si ellos ven que queda algún otro lugar libre para estacionar un poco más lejos, le avisan, baja y corre el auto. Entonces dicen que tiene que llevarlo lejos e Ismael se niega, explica que tiene herramientas en el vehículo, que las necesita cerca, que no sacará la bandera, que debe volver a trabajar, y sube al apartamento.
Diez minutos más tarde, los que tocan timbre y le dicen que tiene que sacar la bandera o llevarse el auto son dos policías de la Seccional 10. Después de cierta insistencia, y en vistas de que llevaba las de perder, Ismael accede a correr el vehículo: «Era el primer día de trabajo, estábamos empezando, dije: “Ya está, no quiero líos”. Me la vi venir, todo el día en la comisaría… y no estoy ni ahí. Entonces, me llevé el auto».

ES UNA GUERRA
Todo el episodio es presenciado desde el balcón por una vecina del mismo edificio, que, días después, le cuenta al semanario: «Cuando llega la Policía, desde el balcón pregunto qué pasa y me dicen que son líos entre vecinos. Al rato me asomo nuevamente porque me llamó mucho la atención que estuviera el patrullero. Escucho que el señor tiene que sacar la bandera, veo que estaba como descolocado y le digo al policía: “¿Pero qué es lo que está pasando?”. “Es que el señor tiene una bandera que no corresponde, estamos en guerra”, me dice. “¿Cómo? ¿Acá en Uruguay estamos en guerra?”, le digo. Palestina no está en guerra acá. Aparte, ¿dónde están los derechos humanos y la libertad de los individuos de poder andar por la calle? Y me responde que todo esto [la cuadra] es del colegio judío. “¡No me diga! ¿Mi edificio y todas estas casas son de ellos?” Les dije que no tienen derecho a sacar a alguien de la vereda, de la calle, que está bien estacionado, porque no les gustó la bandera. La conversación fue subiendo de tono, le pedí respeto y el policía me dijo que fuera a quejarme con el comisario, mientras se tocaba el arma».
Finalmente, el auto quedó estacionado a cuatro cuadras porque, cuenta ahora Ismael, la Policía le advirtió que no podía hacerlo «en toda la manzana», porque «es de ellos».
El viernes pasado el pintor volvió, estacionó a media cuadra y durante un tiempo observó por la ventana cómo los guardias iban y venían mirando el auto. Al rato la bandera había sido arrancada. El martes de esta semana, minutos antes de que Brecha llegara al lugar, los guardias de seguridad habían estado tomando fotos del vehículo.
El semanarioestuvo en la Seccional 10, pero en ese momento ni el comisario ni el subcomisario estaban presentes. Al día siguiente, por teléfono, un incrédulo oficial dijo que no conocía el caso, pero aseguró: «Si soy dueño del vehículo y me dicen algo porque desconfían o su religión es distinta a la mía, no corresponde. Si es legal, no corresponde». También se consultó al Ministerio del Interior, para saber si existe algún protocolo de actuación policial en las inmediaciones de instituciones judías, pero al cierre de esta edición la respuesta aún no había llegado.








