El dibujo a lápiz, a grafo, esa forma expresiva tan antigua, tan manual y mental a partes iguales, tiene aún mucho que ofrecer al arte contemporáneo. La exposición de Alfredo Ghierra (Montevideo, 1968) recupera el placer de soñar a través del dibujo, creando atmósferas alucinadas y adentrándose en territorios fantásticos y desconocidos.1 El artista hace muchos años que trabaja en “esos lugares”, que, sin duda, existen en algún tiempo que se desliza entre el pasado y el futuro remoto; quizás se sitúan en un presente paralelo o en otra dimensión accesible sólo a sus ojos, y ahora también, por añadidura, a los nuestros.
Allí están esos mundos de Alfredo Ghierra
palpables en tonos grises y vastos papeles luminosos, prontos para ser soñados,
también ofrecidos en pequeños universos que caben en ...
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