Amanda Irarrázabal proviene del ala de la improvisación libre. Vivió en Buenos Aires y México, y ahora reside nuevamente en Chile, su país natal. Este año sacó tres discos: Desprendimiento y Caudal, como solista, y Concierto, a trío con Ramir Molina y Yoshihide. Mientras que Desprendimiento se enfoca en la improvisación libre, Caudal la presenta como cantautora e incluye su protagonismo en la voz, el contrabajo y algunos sintetizadores analógicos creados por ella y un amigo.
Empecemos por la paradoja: la categoría de cantautora le queda corta a Amanda Irrazábal, al menos en su sentido más clásico. Son canciones, pero todo lo que parece fijado termina teniendo una vuelta, algún giro espontáneo, porque la esencia de Amanda es la improvisación. Hay momentos de Caudal en los que eso se vuelve muy evidente, pero lo más interesante sucede cuando la improvisación es, literalmente, una técnica compositiva y no sólo una herramienta o un adorno.
En la charla con Amanda, ella comentaba al respecto: «Anteriormente tenía un grupo en el cual hacía canciones. Sin embargo, ahí todo era más hermético, más arreglado: escribía lo que debía tocar cada uno de los instrumentos. Al finalizar ese proyecto, yo ya tenía algunas canciones preparadas y pensé en cómo podrían funcionar si las tocaba sola. Me di cuenta de que eso me daba libertad para hacer en el momento lo que quiero con los temas, como si naturalmente existiera el espacio para la improvisación, ya sea para los arreglos como para la duración. Además, me parece bonito lo austero, ver qué puedo hacer con lo que tengo y sin recurrir a lo típico en un solo set, como looperas o mucho reverb para crear una espacialidad grande. Con Caudal intento ir contra la corriente desde lo estético, pero también por la idea de proponer algo diferente. Incluso, en el futuro quisiera hacerlo aún más abierto, más espontáneo».
Austero es un término que no sólo le sienta bien a este proyecto, sino que además podemos usar para identificar algo así como una «identidad latinoamericana». Austero no en el sentido de simple o con poco material, sino en el de que muestra lo que se hace en forma directa, sin vueltas. Al decir austero latinoamericano, es imposible que no nos vengan a la mente las palabras rústico, crudo, visceral; de alguna forma, estos términos también hablan de esta música.
Amanda es una contrabajista virtuosa, no tanto por la cantidad de eventos y planos que es capaz de proponer en tiempos reducidos como por la calidad de su timbre, sus gestos, su contorno melódico y su fraseo. Lo más interesante ocurre cuando se encuentra en los graves y pronuncia frases espaciadas con un sonido robusto y ataques estridentes. En varios momentos utiliza pedales, pero, a diferencia de lo habitual, lo hace no para producir efectos, sino para producir extensiones del instrumento, y así lograr aquello que está en su imaginación. Es un juego dinámico extremo: lo que el contrabajo no puede, un pedal de volumen lo permite. Los sintetizadores son utilizados principalmente como base y, a veces, para aportar elementos más efectistas, pero sin caer nunca en lo ambiental. Es llamativo cómo, hasta cuando son utilizados como secuenciadores, el interés nunca decae, porque la repetición contiene eventos que apenas notamos, que ya pasaron y hay que esperar a que reaparezcan para poder atraparlos.
La voz de Amanda es muy limpia y tiene una gran proyección. En ciertos momentos, por escoger notas que se escapan de las utilizadas en la base, genera una politonalidad. Cuando intercala notas pertenecientes a la base y las propias de esta otra tonalidad, consigue una desestabilidad armónica que, por momentos, nos hace creer que su voz se aleja totalmente, cuando, en realidad, está expandiendo el terreno en el que la música se mueve. Es como si estuviera escuchando más que el oyente. También se da la oportunidad de explorar timbres más clásicos, pero que encajan muy bien en el contexto. Finalmente, es una gran letrista. Sus letras versan acerca de las imágenes y las sensaciones que evocan sus frases, más allá del significado. Hay pasajes oscuros y extraños pero intensos y atrapantes de todas maneras: «El alero fue el tiempo/ Y el tiempo no alcanzó».
Caudal es un disco que trata de la estética expresada a través del sonido. El combo entero crea un ambiente oscuro, solemne e introspectivo. Tanto la música como las letras son sumamente directas y transparentes: lo que escuchamos es lo que hay. Sin embargo, ambas se sitúan en un lugar de indefinición, de duda. ¿Qué querrá decirnos Amanda con estas letras y esta música? No sé si la pregunta tiene sentido, pero a veces es tan difícil despojarnos del significado…
Uno de los temas más destacables es «El olor de la lluvia». Un sintetizador terrorífico y difícil de esquematizar rítmicamente marca el suelo. De a poco, la voz juega entre establecer una melodía y dialogar con aquello que dibuja el sintetizador. Pero es cuando entra el contrabajo, con un sonido robusto y haciendo una frase en un pulso diferente al del sintetizador, que el tema sube varios escalones, porque lo que nos mantenía en ese loop constante ahora convive con otro y, de alguna manera, la escucha intenta constantemente volver a un punto de inicio, pero nunca puede. Luego, el contrabajo asume un rol improvisador y devela su verdadera función: está ahí para descolocarnos.
Tal vez el tema más atrapante sea «Limpia algunas cosas». Un acorde sin centro tonal, suspendido como una resonancia eterna, cambia repentinamente hacia otro que nos produce la misma sensación. Su corta y repetitiva letra dice: «El viento no se lleva la memoria/ Limpia algunas cosas, otras las arrebata/ Su sonido es mi vista», y está cantada con una melodía que no es siempre igual, pero tampoco es diferente, porque encuentra ese pequeño espacio para la improvisación, tan importante para Amanda. Y ahí es cuando entendemos la relación entre las letras y las imágenes que esta música despierta.
Caudal es realmente un disco completo. No hay nada que no esté minuciosamente trabajado ni que esté ahí sin una decisión premeditada, incluso en la mayor de las espontaneidades. La parte instrumental, vocal y letrística, la improvisación, la composición, todo se encuentra a un nivel realmente valorable y admirable. Es un disco extraño, pero, a la vez, es difícil catalogarlo como tal, por el gran uso de elementos que conocemos. Muchas cosas no son nuevas de por sí, pero son presentadas y tratadas de una nueva manera. Es posible que este disco no reciba el reconocimiento merecido en su contemporaneidad, tal vez tampoco en la posterioridad. Tal vez no sea del todo bien recibido en ningún ámbito, por alejarse, adrede, de la posibilidad de ser catalogado. Pero, al menos, nos deja la enorme alegría de que algo así esté sucediendo en Sudamérica, en este presente, tan cerca, algo necesario que una persona única está diciendo.
1. El disco puede escucharse en https://amandairarrazabal.bandcamp.com/music