La verdad no es para cualquiera - Semanario Brecha
Las crónicas de Sanguinetti en el diario argentino La Opinión, 50 años después

La verdad no es para cualquiera

Esqueleto saqueado, pronto
no estorbará tu vista ninguna veleidad.
Aguantarás el universo desnudo

«Verdad es» (2014)
Juan Gelman

«En la mañana del lunes lo visito. Le digo que como amigo, no como político ni como representante de un partido, creo que solo le queda renunciar, que de lo contrario solo vegetará en la Presidencia, que no tiene más posibilidad de resistir o alcanzar alguna solución digna. Me dice que no, que él es el único capaz de lograr el compromiso militar de no romper la tradición electoral del país y de respetar al Parlamento.» Este fragmento de la «crónica» que Julio María Sanguinetti escribió en el diario argentino La Opinión es la sexta de una serie de diez notas que aparecieron entre el 24 de julio y el 8 de agosto de 1973. Se publicó en la edición del domingo 29 de julio de ese año, bajo el título «Después de un siglo de civilidad, en el mes de febrero reaparece el militarismo».

La frase transcrita es la que Sanguinetti adulteró y que aparece radicalmente modificada en su libro El cronista y la historia (Taurus, 2017). La tergiversación implicó, 46 años después, la reescritura del texto original con el sentido opuesto: «En la mañana del lunes lo visito. Le digo que como amigo, no como político ni como representante de un partido, que nunca le pediría la renuncia…».

La voltereta literaria se hizo pública gracias al libro de María Urruzola Sanguinetti. Ante el tribunal de la historia (Planeta, 2022) y a la entrevista concedida por el propio Sanguinetti al programa de radio Fácil desviarse (99.5 FM, 15-II-23).

Cincuenta años después, las «crónicas» representan un curioso caso del mal de archivo. El autor, desnudado frente a los documentos, constituye un ejemplo particular de abusos de la retórica en la que destacan artilugios, medias verdades y una larga carrera de habilidades políticas disfrazadas de periodismo.

El proyecto Sitios de Memoria-Uruguay trabaja en recopilar información que se vincula con y aporta a las luchas contra el autoritarismo y la impunidad de los crímenes de lesa humanidad cometidos en la dictadura y sus años previos. Una de las líneas de trabajo refiere a la digitalización de archivos de prensa, por lo que decidimos ir a Buenos Aires para digitalizar varias ediciones de La Opinión, en particular las que contienen las columnas y «crónicas» de Sanguinetti.

En la hemeroteca del Congreso argentino, en desgastadas encuadernaciones ordenadas por mes y año, hallamos las viejas letras negras impresas en ejemplares amarillentos. Las columnas, nombradas por su autor como Crónica íntima del golpe uruguayo, ahora están disponibles para su lectura libre y descarga en la web sitiosdememoria.uy.1 Allí, cada lectora y lector podrá leer directamente las palabras que tejieron la trama de pertinaces y complejas mentiras.

La lectura de las «crónicas» de Sanguinetti revelan la temprana vocación del autor en el arte de la prestidigitación. Cada una de las notas es un fragmento escrito con el objetivo de construirse a sí mismo como autoridad en medio de la tormenta política.

«Desde Montevideo, donde vive en la semiclandestinidad, Julio María Sanguinetti ha escrito la Crónica íntima del golpe uruguayo que La Opinión comienza a ofrecer hoy a sus lectores en exclusividad. Abogado y periodista, el autor ha ocupado asimismo altos cargos en las últimas administraciones uruguayas. Fue ministro de Industria y Comercio de Jorge Pacheco Areco y ministro de Educación y Cultura de Juan María Bordaberry». En la primera «crónica», publicada el 24 de julio de 1973, Sanguinetti se presentó o fue presentado de esa forma singular. Frente a la violencia del terror autoritario y golpista que avanzaba en Uruguay y en todo el continente, sus notas elegantes, moderadas y pragmáticas buscaban ser de buen recibo. Para ensuciarse con verdades de hambre, miedo, pólvora y sangre siempre estuvieron otros. A Sanguinetti la sangre no lo salpica.

Entre fines de junio y julio, cientos de compatriotas se exiliaron en Argentina, entre ellos los legisladores Wilson Ferreira Aldunate, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. Enrique Erro se encontraba desde mayo en ese país y, requerido por la dictadura uruguaya, ya no pudo regresar a Montevideo. El 9 de julio de 1973 se levantó la Huelga General y fueron encarcelados Liber Seregni y Víctor Licandro. Sin embargo, Sanguinetti, que se consideraba «semiclandestino», elegía relatar los entretelones de importantes reuniones gubernamentales y empresariales en las que participó. Los operativos represivos eran referidos a través de los partes oficiales escritos por las Fuerzas Conjuntas. Es así que escribió sobre cada crimen cometido en abril de 1972, ya fuera el fusilamiento de los obreros en la seccional del Partido Comunista o el asesinato de militantes tupamaros, desde la perspectiva de la complicidad con el avance autoritario.

En su primera «crónica», Sanguinetti atribuyó las causas del asesinato del matrimonio de Luis Martirena e Ivette Giménez, acribillados a plena luz del día cuando estaban desarmados en su casa de Malvín, a una «resistencia al allanamiento». Fue de tal dimensión la infamia que provocó la reacción de Abel Alexis Latendorf y de Zelmar Michelini en sendas notas de aclaración y de homenaje a las víctimas.

Latendorf expresó: «Así no sucedieron las cosas, y Sanguinetti lo sabe. La que sigue es la verdad, terrible verdad de la cual es cómplice el exministro devenido en periodista».2 Michelini, por su lado, escribió: «Sí, el matrimonio Martirena fue asesinado por el gobierno de Bordaberry actuando no solo el departamento 5 de la Policía de Montevideo, sino también una patrulla del Batallón 1 Florida, dependiente de la Región Militar n.º1. Como fueron también fusilados ese mismo día otros 4 jóvenes −Blanco, Schroeder, Candam Grajales, Rovira− obedeciendo órdenes del comando de las Fuerzas Conjuntas y por la misma gente que había cometido el otro crimen».3

En la «crónica» publicada al cumplirse un mes exacto de la disolución del Parlamento, Sanguinetti omitió la referencia a la fecha e inició su nota narrando la captura de Raúl Sendic, ocurrida el 10 de setiembre de 1972. «El iniciador del movimiento tupamaro, dos veces preso y fugado, caía ahora, junto con su organización, que se batía en retirada en todo el país. El segundo frente abierto por los tupamaros en el interior (Plan Tatú) era el escenario de la derrota final».4

Luego de esa breve narración brindó una serie de cifras sobre la cantidad de guerrilleros asesinados, presos y de «escondites descubiertos», sin citar fuente alguna. A renglón seguido abordó los resultados de una encuesta de opinión pública que, en referencia a las Fuerzas Armadas, afirmaba: «El 59 por ciento de la población cree que su actuación es buena o muy buena, el 15 por ciento que es regular y solo un 5 por ciento la considera mala, según informan las encuestas Gallup».5 A través de una composición variopinta de números, porcentajes y fuentes imprecisas, Sanguinetti afirmaba que en Uruguay habría un amplio apoyo social al golpe cívico y militar, desconociendo el fuerte contexto de represión a opiniones contrarias al régimen.

Las diez crónicas construidas por Sanguinetti están atravesadas por la insistencia en la violencia política y el accionar de la guerrilla. Ese tópico se completa con anécdotas más o menos coloridas, con ausencia de cualquier referencia a las denuncias parlamentarias de torturas, a las detenciones ilegales y persecuciones, a la resistencia popular de sindicatos, estudiantes, intelectuales y docentes. Eligió, incluso, no mencionar la persecución a los dirigentes políticos de todos los partidos. La única excepción, quizá, fue la alusión a la detención de Jorge Batlle por delitos económicos. Cada narrativa la escribió como un analista desapegado e imparcial, como si los sucesos que desembocaron en el golpe de Estado los contemplase mirando una película ajena, a pesar de ser claramente un operador político del gobierno autoritario, capaz de dar consejos y referirse al dictador como «amigo».

En otros pocos momentos vira para presentarse como un destacado opositor. En su octava «crónica» escribió: «Se aprehenden a algunos legisladores por producir volantes contra el régimen. No somos molestados, sin embargo, los dirigentes políticos que hemos tenido más choques públicos con los militares. Ni Vasconcellos, ni Jorge Batlle, ni Ortiz, ni yo. Michelini se ha ido a Buenos Aires; también Ferreira Aldunate».6

Esa afirmación contradice incluso sus propias palabras sobre la detención de Batlle publicadas el 24 de julio y sobre su autoproclamada «semiclandestinidad».7 Las contradicciones no le molestaban, y así avanzó para mencionar que Michelini y Ferreira Aldunate se fueron a Buenos Aires, como si de una excursión opcional se tratase.

Sus «crónicas» encierran contradicciones y elusiones nada casuales, no profundizan en las causas ni en las múltiples complejidades del golpe de Estado. Se centran en la autoconstrucción de su autoridad. El exilio, la cárcel, la tortura, las amenazas y la clandestinidad de miles de personas y de muchos de sus colegas no le parecieron en ese entonces, ni en los años posteriores, datos relevantes. Sanguinetti muestra su personaje en múltiples versiones y lleva décadas apostando al olvido o la desatención de sus lectores.

En la octava «crónica», luego de varias frases autorreferenciales, finalizó con un giro de lenguaje digno de un cuento infantil: «Y así se cerró el palacio de las leyes, otrora un símbolo, sin que muchas lágrimas rodaran». 8 A Sanguinetti las lágrimas tampoco lo salpican.

A 50 años de estos textos, a pocos sorprenderá descubrir que Sanguinetti ha dedicado su vida a construir, con soberbia y manganetas, un cierto estilo de autoridad política e intelectual. Sin embargo, es interesante reflexionar sobre las técnicas narrativas con que construyó su autoridad, para pensar hasta qué punto su efectividad nos ha implicado. Leer sus crónicas de la dictadura es aproximarse a sus primeros ensayos de tergiversación de los hechos en la misma línea que ha sostenido hasta el presente. Quizá este ejercicio de lectura nos permita cuestionar algunos de los cuentos que nos han contado y, en buena medida, nos hemos creído.

Para no zanjar discusiones dando lugar a cualquier otra palabra autorizada corresponde invitar a visitar las fuentes, trabajar para hacerlas disponibles y provocar al pensamiento e incluso al conflicto. Es ardua la construcción de las verdades, pero estas surgen únicamente de las narraciones plurales y colectivas.

Los conflictos de la historia y del presente nos atraviesan. Que nos convoquen y nos salpiquen dependerá de nuestra capacidad de hacerles lugar y de darles espacios. La verdad es contundente y es incómoda, requiere esfuerzo, cuestionamientos y riesgos, por eso, si bien es una posibilidad para todas y todos, no es para cualquiera.

 1. https://sitiosdememoria.uy/prensa/la-opinion

 2. «Aclaración sobre la muerte del matrimonio Martirena», La Opinión, 1-VIII-73.

3. «El matrimonio Martirena fue asesinado», La Opinión, 1-VIII-73.

 4. «El derrumbe del segundo frente cierra el ciclo de la guerrilla y abre el de las FF. AA.», La Opinión, 27-VII-1973.

5. Ídem.

6. «Bordaberry y las FF. AA. deciden disolver el Parlamento y la CNT el 27 de junio», La Opinión,1-VIII-73.

7. «El derrumbe del segundo frente cierra el ciclo de la guerrilla y abre el de las FF.AA.»,  La Opinión, 27-VII-73.

8. «Bordaberry y las FF. AA. deciden disolver el Parlamento y la CNT el 27 de junio», Op.cit.

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