Las viejas frases de uso popular encierran enormes verdades. Por ejemplo, aquella tan manida de que el hábito no hace al monje.
Francisco Falco, pongamos por caso, es un abogado que canta tangos pero que tiene pinta de abogado, alto, calvo, de lentes y que se mueve por la vida en general de traje y corbata.
Pero como es un cantor de ley –y no sólo por su profesión–, apenas empieza a cantar uno olvida al abogado y su atuendo siempre formal y empieza el deleite producto de una voz extraordinaria, que está entre las mejores que ha dado el género típico de esta orilla del Plata a lo largo de toda su historia. Y no exagero.
Falco tiene una voz poderosa, notablemente timbrada, de perfecta afinación y depuradísima técnica: respira notablemente, emite un vibrato de oscilación perfecta y tiene la inteligencia de utilizar a fondo la dinámica, graduando los climas y yendo del susurro al fortíssimo con enorme astucia. Es, en definitiva, una máquina de cantar, y así lo han reconocido a nivel local e internacional los públicos más diversos.
Se ha presentado en prestigiosos festivales de Argentina y Chile, ha cantado hasta en Qatar, participó en los mundiales de tango de Buenos Aires y fue distinguido con el primer premio del certamen Hugo del Carril en la República Argentina.
Pero, más allá de todos esos títulos, lo que importa es la emoción que trasmite y la belleza de su canto, de una escuela bastante poco gardeliana y sí muy emparentada con el gran Rubén Juárez, a quien el artista –me consta por haberlo hablado con él– realmente idolatra.
El tema no es ser seguidor estilístico de Juárez –uno de los más grandes cantores de tango de todos los tiempos–, sino tener con qué. Y vaya si “Pancho” Falco cuenta con los atributos necesarios.
Además de ser un notable intérprete de tangos, Falco también es excelente en las milongas y los valses, géneros que parecen sencillos pero son endemoniadamente difíciles.
Apostando fuerte, en medio de un tiempo en el que las ediciones discográficas están cada vez más amenazadas por un mercado que ha cambiado y una tecnología que ha explotado, Falco y la gente del sello Ayuí han lanzado al mercado un disco doble de impecable factura, empezando por el hermoso diseño gráfico. En él Falco homenajea a su padre con sentidas palabras y muestra dos facetas bien diferentes: el cantante acompañado de guitarras y el vocalista secundado por un cuarteto instrumental de piano, bandoneón, contrabajo y violín.
Para ello, en el primer disco se apoya en las guitarras del siempre excepcional Julio Cobelli, a esta altura un auténtico prócer de la guitarra uruguaya. En el segundo disco, con producción musical del maestro argentino Franco Polimeni, lo acompañan el propio Polimeni en piano, Miguel Trillo en bandoneón, Jorge Pi en contrabajo y Matías Craciún en violín.
El repertorio, tratándose de un disco doble, es amplísimo, combinando grandes clásicos con autorías más recientes.
Por la belleza de su timbre vocal y su modalidad interpretativa, creemos que Falco se mueve mejor en los tangos más melódicos que en aquellos de temática y clima más “reos”.
Y en mi opinión su desempeño es superior en el disco con guitarras que en el que está acompañado por el cuarteto instrumental, pese a que en ambos hay puntos altísimos.
Acompañado por Cobelli se luce especialmente en joyas clásicas como “Mala entraña”, “Patotero sentimental” y el bellísimo “Tú”, y es muy interesante escucharlo en obras más recientes, como “Sos tierra mía”, de Fernando Ximénez, en homenaje al gran Alfredo Zitarrosa, “Balada para un poeta único”, de Mariela Acevedo y Julio Cobelli en homenaje a Horacio Ferrer, y el hermoso tango de Chico Novarro “Sueño de cupé”. Renglón aparte es la sorprendente versión de “Al fondo de la red”, de Mauricio Ubal, cantada junto a su autor.
En el segundo disco los grandes clásicos como “Cristal” y “Gricel” –imperecederas melodías del enorme autor que fue Mariano Mores– se combinan magníficamente con “Sin lágrimas”, “Fuimos”, una avasallante versión de “Mariposita” y “El motivo”. Y entre las obras más recientes resaltan la estremecedora “Balada para mi muerte”, una de las composiciones cumbres del binomio Piazzolla-Ferrer, y el hermoso tema de Chico Novarro “Nuestro balance”.
Este es un disco ineludible para los amantes del buen tango cantado, y se recomienda ampliamente.
A mi padre se presenta en público, junto a los mismos músicos que grabaron ambos discos del álbum doble, el próximo viernes 20 de julio a las 21 horas en La Colmena, Maldonado 2182.