«Estamos viviendo en el infierno», dijo en mayo un residente de Baluchistán a The Guardian. Las temperaturas en esta región del suroeste de Pakistán promediaban entonces los 50 grados Celsius. El año anterior, habían sido las más altas registradas en la historia mundial, con 54 grados. El 7 de mayo, en el noreste del país, colapsó un puente en Hassanabad, en el valle de Hunza, en el Himalaya. La crecida repentina de un río trajo hielo y escombros desde un glaciar en la montaña y al llegar al puente golpeó el concreto con tanta fuerza que pareció que lo hubieran detonado. El calor había derretido uno de los frentes del glaciar Muchuhar, en las montañas del Karakórum. El glaciar había ido inundando las aguas del lago que se había ido formando lentamente en su borde, cuyo volumen aumentó de pronto en más del 40 por ciento. Setenta y cinco personas murieron. Parte de la carretera principal quedó destruida, al igual que dos centrales hidroeléctricas. Las cañerías de abastecimiento de siete pueblos río abajo reventaron. Cuando el glaciar se agrietó y se abrió por primera vez, los alrededores quedaron cubiertos por una capa de escarcha. «Fue como ver el día del juicio final», dijo a Al Jazeera un residente de 67 años.
Hay más de 3 mil lagos glaciares en Pakistán. El sistema montañoso formado por las cordilleras del Himalaya y el Karakórum y el macizo del Hindu Kush se extiende desde Afganistán hasta China y alberga 55 mil glaciares. Es la reserva de agua dulce más grande del mundo, después de los polos. Alimenta a los diez ríos más caudalosos de Asia, en cuyos litorales viven y trabajan más de 2.000 millones de personas; esos ríos alimentan también 250 plantas hidroeléctricas. Treinta y tres de los lagos glaciares de Pakistán corren hoy el riesgo de liberar millones de metros cúbicos de agua; 16 se desbordaron durante la ola de calor de este año.
Pero lo peor todavía no había llegado. En junio comenzaron las lluvias premonzónicas, mucho más intensas de lo habitual. El diario paquistaní Dawn informó que en Baluchistán y la provincia norteña de Jaiber Pastunjuá los techos se habían venido abajo, los cultivos habían sido destruidos, las carreteras arrasadas y más puentes se habían derrumbado. En los videos se podía ver cómo el agua no solo entraba a los campos, sino que arrastraba consigo porciones enteras de la tierra. Esto fue alrededor del 20 de junio. El 1 de julio, el Centro de Satélites de las Naciones Unidas (Unosat, por sus siglas en inglés) mostraba que más de 33 millones de personas estaban potencialmente expuestas. Las provincias de Punjab y Sindh parecían ser las más afectadas, pero los informes señalaban que más de un tercio de Pakistán estaba bajo el agua. Eso es más de 290 mil quilómetros cuadrados (un área similar a la de Ecuador y mayor que la suma de Uruguay y la provincia argentina de Entre Ríos, N. de E.). «Esto es literalmente un desastre climático de proporciones bíblicas», dijo Bilawal Bhutto Zardari, ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, a la cadena estadounidense CNBC. El secretario general de la ONU, António Guterres, de visita en Pakistán dijo que la situación era «una señal de código rojo para la humanidad». El New Honeymoon Hotel, en el valle de Kalam, pintado de colores rojo, naranja y verde, se derrumbó en solo 16 segundos, como si estuviera hecho de arena. Se puede ver en Tiktok.
El 7 de setiembre, el Pentágono anunció que enviaría a la flota paquistaní de aviones de combate F-16 (de fabricación estadounidense) «equipos de mantenimiento y similares» por valor de 450 millones de dólares. Se trata del primer acuerdo armamentístico significativo entre los dos países desde que Donald Trump dejó de brindar ayuda a Pakistán en 2018. El objetivo es contrarrestar el terrorismo, explicaron ambos gobiernos, cuando las aguas de la inundación aún no habían retrocedido. El 6 de setiembre, según un informe del Unosat, 20 millones de personas seguían expuestas a inundaciones. Más de 50 mil quilómetros cuadrados de Pakistán todavía estaban bajo agua (un área del tamaño de Croacia, o alrededor de un tercio de Uruguay, N. de E.). Parte del agua de la inundación se estancó y se dispararon los casos de cólera, malaria y fiebre tifoidea. Las vías de transporte quedaron desbaratadas y la comida que se pudo salvar del almacenamiento costaba hasta cinco veces más de lo habitual.
El 9 de octubre, a casi cuatro meses de las primeras lluvias torrenciales, 12 millones de personas seguían, según el Unosat, «potencialmente expuestas o viviendo cerca de zonas inundadas». Según informó a principios de noviembre la Autoridad Nacional para el Manejo de Desastres de Pakistán, las inundaciones han resultado en más de 1.700 muertes y cerca de 13 mil heridos graves. Han destruido 2 millones de casas y matado un número similar de animales de granja. La ONU estima que el costo de los daños a la infraestructura es de casi 40.000 millones de dólares. Lo más alarmante es que el país se encuentra en una grave crisis alimentaria: más del 80 por ciento de los cultivos resultaron dañados. Miles de hectáreas de cebollas, tomates, arroz, trigo y otras fuentes de alimento han sido destruidas. Rejuvenecer las tierras de cultivo después de inundaciones tan intensas podría llevar años. Al día de hoy, la gente tiene dificultades para acceder a la nutrición básica.
Un informe inicial de investigadores del Instituto Indio de Tecnología en Gandhinagar encontró que las inundaciones fueron el resultado de una mezcla mortal de calor, glaciares derritiéndose y lluvias extremas. El suelo ya estaba saturado por las constantes precipitaciones de todo el año y un aumento agresivo del vapor de agua transportado por los ríos atmosféricos de Pakistán. El aire caliente, vale recordar, contiene más agua que lo habitual. «Se prevé que con el calentamiento del clima la frecuencia de eventos de precipitación similares se cuadruplicará», señaló el informe.
Los científicos de la Iniciativa de Atribución del Clima Mundial, un proyecto colaborativo entre investigadores del Imperial College de Londres y universidades e institutos de Holanda, Francia, Estados Unidos, Suiza e India, así como de la Cruz Roja Internacional, descubrieron que las olas de calor de este año empeoraron por el aumento de 1,2 grados que se ha registrado en las temperaturas globales por encima de los niveles preindustriales. Pakistán produce menos del 1 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, que al momento de publicarse este artículo siguen aumentando. Antes de la COP27, que comenzó en Egipto el domingo, la prensa le preguntó a John Kerry, el representante climático de Estados Unidos, si su gobierno «dará un paso al frente y pondrá realmente dinero para la compensación de daños y pérdidas» por los efectos del cambio climático en el Sur global. «Dígame usted qué gobierno en el mundo tiene a su alcance billones de dólares», respondió Kerry, «porque eso es lo que cuesta». Mientras tanto, Washington parece no tener problema en encontrar dinero para reparar los F-16.
(Publicado originalmente en London Review of Books. Traducción de Brecha.)