Lenin afirmó alguna vez que “de todas las artes, el cine es para nosotros la más importante”.
Es demasiado sabido que para Lenin la cultura importaba, sobre todo, como herramienta de propaganda, “y que del resto se ocupe Lunacharsky, que para algo es el comisario en el área”.
Hay, de todos modos, una diferencia esencial entre lo que ocurrió en el cine soviético en los primeros diez o doce años posteriores a la revolución de octubre, y lo que vino después.
Los años veinte fueron un período de entusiasmo, de gente que (para usar una expresión de la prestigiosa crítica británica Penelope Houston) “miró hacia el futuro y soñó con que funcionaría”. También fue una época, en términos artísticos, turbulenta y fermental, en la que se ensayaron todas las vanguardias y se experimentó con las forma...
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