Hablar de Mena es quizás hablar de varias cosas al mismo tiempo. Es hablar del indie montevideano como fenómeno cultural, de una red de colaboraciones entre artistas que no suelen aparecer en reseñas, de la creación musical como actividad colectiva. Mena, su singularidad, era todo eso.
Nacida en Venezuela en 1987, de padres uruguayos, Mena comenzó a incursionar de manera sostenida en la música local poco antes de 2010. Su participación en varios proyectos, como intérprete de sus propios temas o como colaboradora (la secuencia de discos Música para viajes interdepartamentales, junto con Fabrizio Rossi y Francisco Trujillo, el combo Ladrones de Bicicletas, Oneills), la muestra como una artista multifacética, poseedora de una gran capacidad para la experimentación. Quizás su formación como luthier haya incidido en la consecución de registros nuevos, formas lúdicas de ejecución, que la alejaban de ciertas modalidades canónicas. Pero también tiene que ver con la tendencia mayoritaria de un movimiento generacional que plantea nuevas propuestas musicales con otras formas de circulación.
La música indie invoca connotaciones de sentido que se remontan a los orígenes ingleses y estadounidenses del fenómeno, en oposición a toda música considerada mainstream: en ella la idea de independencia, lo alternativo, el intimismo y el distanciamiento de los asuntos colectivos, la búsqueda de lo inclasificable, el compromiso estético, el gusto por las referencias musicales esotéricas conforman un ethos característico de los músicos y su público. En ese juego, Mena manifestaba una marcada tendencia a ser lo fi (de low fidelity, grabación de baja fidelidad), y se orientaba a un tipo de sonidos que el resto de los músicos independientes suelen valorar como “sucios”, “desprolijos” o de “mala calidad”. Pero la opción lo fi puede resignificarse al pensar que posibilita un contacto directo con el artista, sin mediaciones de “artificios”de estudio, característicos de las sonoridades industriales. Y además, como comenta la propia Mena en ocasión de su disco Primero (Feel de agua, 2018), se encuentra en esta forma de grabar la posibilidad de “tener ideas y sacarlas como sea”. De allí que quien revise algunos de sus trabajos disponibles se encontrará con “un conjunto de canciones cortas que combinan el arrojo y el “Do It Yourself” del punk con una sonoridad mínima, por momentos disonante y por otros rabiosa”.1 Pero también con una puesta en voz que, sin esquivar la aparente desafinación, parecía una extraña mezcla de Violeta Parra con Dolores O’Riordan. De Violeta, un registro muy similar, hasta en lo monocorde, con una contención emotiva que parecía a punto de agrietarse. De Dolores, esa inflexión que la aproximaba al yodel style (canto a la tirolesa), que consiste en efectuar cambios bruscos en el tono de su registro, pasando rápidamente de un grave a un agudo y generando un juego de melismas con altibajos tonales. Si bien esa modalidad es mesurada en sus grabaciones, casi ausente, se volvía mucho más evidente en sus conciertos en vivo.
Su último toque fue en la noche del 13 de febrero, en el ya emblemático sótano del Tundra Bar. En esa oportunidad compartía escenario con Portillo y Matador. Desplegó un repertorio tocado a fuerza de guitarra eléctrica, que se encuentra diseminado en Primero y Música para viajes interdepartamentales. Volumen 3. También incluyó dos o tres inéditos. El estilo despojado de su música se traslada a su lírica que, en una escucha atenta, gana de manera gradual cierto espesor ontológico: Nadie me dijo que yo también me iba a poner vieja / Nadie me dijo que yo también podía ser feliz./ Nadie me dijo que iba a sentir el paso del tiempo así / Nadie me dijo que iba a sentir el dolor en los huesos./ Nadie me dijo que iba a cargar el peso en mi espalda así./ Nadie me dijo que iba a tener miedo de mi propia mente./ Y sé muy bien que este camino recién empieza./ Si el tiempo me ha dado mucho más de lo que perdí./ Pero veo a los guachos flotar con ese aire tan ligero,/ ¿y en qué momento dejé de andar así?
Mena falleció el 14 de febrero. Tenía 32 años, pero también problemas de salud. Como una premonición, había compuesto durante 2018 “Aneurisma II” (incluido en Música para viajes interdepartamentales). Lo que había sido escrito en homenaje a su madre, ahora, inevitablemente, se nos vuelve su más gráfico epitafio. El recuerdo del dolor ya lo tenía olvidado./ Tengo la fuerza, sé el bien que viene con esto./ Si una vez cada ocho años tengo miedo de perderme, mamá,/ mi equilibrio es delicado y tiene su lado bueno igual./ Aprendo a caminar, aprendo paciencia,/ de lo que viene me siento con suerte./ Es la maldición de la gente sana, buscando donde no hay,/ produciendo, perdiendo el tiempo.
1. “Mena: una voz y cuatro cuerdas”, en Piiila. Mucha música: https://www.piiila.com/blog/mena-una-voz-y-cuatro-cuerdas