Ni tanques de aceite ni gomas quemadas. En la frontera con los dormitorios, mi vieja ponía latas de cera Suiza. Usaba patines de lana para desplazarse por el parqué y una aspiradora color café con leche que también funcionaba como lustradora. No recuerdo la marca, pero era un artefacto de metal pesado con una bolsa de tela para juntar el polvo y cepillos rotatorios en la base. Ya no se construyen esa clase de criaturas. Futuristas, como eran futuristas todos esos muebles art decó que aparecen en La naranja mecánica o en la versión deFahrenheit 451 que hizo Truffaut. Mi vieja la encendía y, dentro de su cabeza, empezaban a sonar sus canciones favoritas. Minutos así. De la frontera para allá, solamente pasaba la música.
Después de un largo idilio con una radio Crown Mustang, habíamos accedid...
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